Estamos todos bien, pero hemos tenido un grave accidente, del que hemos salido ilesos. Me llamo Ana y tengo nueve hijos, que tenían entre 3 y 22 años cuando ocurrió este suceso.

En agosto del 2024 fuimos a Medjugorje en peregrinación con otros coches (nueve en total), era la segunda vez que viajábamos a ese destino; en esta ocasión no nos acompañaron ni mi marido, ni el tercero de mis hijos que tiene una discapacidad severa. Salimos de Torreciudad el día 28 y llegamos allí el 30, después de parar en Barcelona, Turín, Padua… Cruzamos Francia, Italia, Eslovenia, Croacia y llegamos a Bosnia, donde hemos estado 10 días, en el Festival de Jóvenes Mladifest 2024. Jornadas muy intensas y agotadoras, pero que llenan de felicidad el alma. Allí compré una imagen de la Virgen de 80 cm para colocar en el jardín del Tozal y pedí a un sacerdote que la bendijera.

El día 8 madrugamos para ir a Misa e iniciar la vuelta a las 9:00 h. Ya en Croacia, después de dos horas y media de camino, paramos a tomar algo. En esa parada encontramos un sacerdote polaco que nos dio la bendición de viaje. Uno de mis hijos que en ese momento tenía 16 años, en ese momento, aprovechó y se montó en otra furgoneta, que iba delante, nosotros íbamos los segundos. OR que normalmente viajaba delante, se pasó a la segunda fila pues sobraba un sitio. Íbamos a parar a comer en un lago en Fuzine, Croacia, y 5 min antes de llegar tuvimos el accidente en la autopista.

Habíamos rezado el rosario entre todos y los niños iban viendo una película, de repente el coche que iba en el carril de al lado dio un volantazo y perdimos el control del vehículo, el poste de la señal de tráfico indicando los kilómetros a la siguiente ciudad, se incrustó en el centro del capó, gracias a Dios, nadie iba en esa plaza, empezamos a dar vueltas y quedó en posición lateral sobre la zona del conductor. Alguna maleta incluso salió volando. Los niños iban dando tumbos dentro del coche, hasta los que estaban atados salieron volando; todos gritaban aterrorizados, a la pequeña, la cogió OR en el aire. Fueron minutos de pánico, sólo rezaba pidiendo por mis hijos: estaban aterrorizados chillando, al parar oía cómo alguno decía que no podía moverse. Los que venían en los coches de atrás estaban impactados como si vieran una película de acción, jamás habían visto algo así; se acercaron pensando que estábamos todos muertos. Era casi la hora de la Divina Misericordia: 14’45h. Los demás peregrinos del grupo se bajaron y vinieron corriendo. Dos hombres subieron al lateral de la furgoneta y sacaron a los niños por las ventanas rotas. Tres de los niños iban sin zapatos y ni se cortaron: ninguna nariz, ni brazo roto, ninguna cicatriz o contusión… Uno de los que nos ayudó se hizo unos cortes en el brazo… ¡Esa fue toda la sangre que vimos! La estatua de la Virgen sólo sufrió un poco en el lateral izquierdo.

Doy gracias a Dios por todo el apoyo y cariño que recibí, por la compañía humana y apoyo moral de cada uno de los que nos acompañaban, sola no habría sido capaz de sobrellevarlo. En cuanto estuvimos todos fuera del coche, estábamos felices, agradecidos y con mucha paz. Los niños nunca han tenido secuelas, ni siquiera esa noche les costó dormir.

En seguida llegaron la ambulancia, la policía y los bomberos, que tardaron varias horas en levantar el atestado, mientras tanto, una amiga se llevó a los niños para que comieran y jugarán en el lago con los demás peregrinos. Josemaría, mi hijo mayor y yo nos unimos a ellos a las 18’30h. Todos nos abrazaban y nos daban refrescos, helados, valeriana…

El seguro afirmó que mandaría un taxi, esperamos en medio del bosque, al lado del lago durante 8 horas, nunca apareció nadie a por nosotros. La dueña de un bar cercano, nos puso en contacto con una amiga suya que nos alquiló una casa rural, estaba en Lic a 6 min. Esto lo vimos como otra señal de la Providencia Divina

Los demás coches nos dejaron a las 23h, instalados en la casa y se fueron hacia Padua, a 3 y media horas, que era nuestro destino. Se llevaron parte de nuestro equipaje. ¡Deo gratia por tan buenos amigos!

Descansamos y al día siguiente vimos que el lugar era paradisíaco. Nos fuimos duchando y cambiando de ropa. El seguro mandó dos taxis a las 14’30h, que nos llevaron al aeropuerto en Zagreb para repatriarnos. Llegamos a Madrid a la 1 de la madrugada, ya en casa, duché a los niños y todavía les salían pequeños trozos de cristales del pelo, yo tenía cristales incluso dentro de los zapatos.

Al día siguiente estábamos camino a Torreciudad en la otra furgoneta. Asistimos a Misa en el Santuario para dar gracias a Dios.

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