José Antonio Méndez
Monseñor Aldo Cavalli, visitador apostólico con carácter especial para la parroquia de Medjugorje.
¿Dicen la verdad los supuestos videntes de la Virgen de Medjugorje? ¿Podrían darse tantos frutos si fuese un engaño? ¿Qué piensa el Papa del fenómeno? Aleteia entrevista a monseñor Aldo Cavalli, enviado pontificio al lugar de las supuestas apariciones
Es uno de los fenómenos espirituales más importantes del último siglo, único en la historia por su supuesta duración, y cuyos efectos llegan hasta Australia, China o México. Hablamos de Medjugorje, la localidad croata donde, desde hace 42 años, podrían estar produciéndose una serie de apariciones de la Virgen María.
Los peregrinos se cuentan por millones cada año, y el fenómeno ha alcanzado tal magnitud que el papa Francisco ha enviado a un visitador apostólico para supervisar la atención pastoral que se dispensa a quienes acuden allí: monseñor Aldo Cavalli.
El pasado fin de semana, este diplomático (fue nuncio en Angola, Chile, Colombia, Malta y Países Bajos) visitó España invitado por el presidente de su conferencia episcopal, el cardenal Juan José Omella, y por el de la Fundación Centro Medjugorje, Oriol Vives.
Y Aleteia lo ha entrevistado para conocer su opinión sobre las supuestas apariciones, su relación con los videntes, y por qué no se han seguido los mismos pasos que en Fátima y Lourdes, entre otras cuestiones…
¿En qué punto se encuentra la la investigación en torno a Medjugorje?
Hay una comisión internacional en el Vaticano que lo estudia desde hace tiempo. Como mi tarea es comprobar que, en la atención pastoral, todo funcione bien, no sé con precisión en qué punto está la investigación.
Pero para mí, la clave es que en Medjugorje no había nada, salvo una colina, hasta hace 42 años. Después comenzó un fenómeno, un movimiento espiritual que sigue vivo.
¿A qué se refiere?
A que la gente viene de Australia, de Corea, de China, de Colombia… Es algo increíble.
¿Por qué ha llegado a ser, por gracia de Dios, un lugar de gracia? No lo sabemos aún.
¿Pero qué tenemos que hacer nosotros? Pues colaborar para que este lugar siga siendo un lugar de gracia: sin sponsors, sin intereses, sin uso económico… Que se quede así es muy importante.
Los efectos del «fenómeno Medjugorje»
Usted no sólo conoce el lugar, sino todo cuanto rodea al «fenómeno Medjugorje». ¿Cuáles son los efectos que está provocando, por todo el mundo, lo que ocurre allí?
Hay muchísimos frutos espirituales. La gente que viene confiesa sus pecados, pero también confiesa el deseo, la voluntad, de tener un cambio de vida profundo.
Es algo que cuentan miles y miles de personas de todo el mundo.
Quien quiere rezar y tener un cambio de vida, encuentra en Medjugorje un lugar idóneo, de gracia profunda.
Quien viene para hacer turismo, no encuentra nada, porque allí no hay nada de nada.
Así que la consecuencia más frecuente es que, quien llega, se va con el proyecto de una vida diferente, para llevarlo a cabo en el lugar del que viene. Eso es importante.
También tenemos casos concretos de personas que dicen que se han curado físicamente, muchas personas que encuentran allí la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, y también se forman muchas familias.
¿Podría ser un engaño?
¿Podrían darse ese tipo de frutos si no hubiera, de verdad, una acción sobrenatural auténtica?
[Se encoge de hombros] Mire, Dios hace lo que quiere, como quiere. Yo sólo sé que todo esto comenzó hace 42 años, y un lugar donde no había nada hoy es un lugar de gracia pura para todo el que va. Esa es también mi propia experiencia.
¿Así que esta misión le ha supuesto algo especial, personalmente?
Yo me estoy convirtiendo allí. ¡Por fin! [ríe] Allí hay algo que te invita a hacerlo.
Voy a la iglesia, como todo el mundo; por las tardes, celebro la misa con los curas, normalmente en croata… Y me gusta muchísimo.
Estamos dos o tres horas, que se pasan volando, sin fatigas ni cansancio.Y como a mí, les pasa a los demás.
¿Se aparece la Virgen en Medjugorje?
¿Usted cree que la Virgen se aparece, o se ha aparecido, en Medjugorje?
Para responder a esto, tengo que esperar a lo que diga la Comisión.
Y aunque no pueda decir cuál es, ¿tiene una opinión sobre la veracidad de las apariciones?
[Nos mira seria y fijamente, pero con una sonrisa] Para mí hay una cosa bien clara: no hay duda de que Medjugorje es un lugar de gracia.
¿Por qué es así, si allí se hacen las mismas cosas que se hacen en cualquier iglesia? Porque en Medjugorje hay algo especial.
No hay precedentes de una aparición mariana (en este caso, todavía, presunta aparición) tan prolongada en el tiempo. ¿Eso puede ser un signo que afecte a la autenticidad de las supuestas apariciones?
Pienso que no. Dios es libre de hacer lo que quiera. Verá, en Medjugorje hay una gran libertad: no hay inspectores, ni guardias, ni nadie que espíe.
Quien quiere ir a visitar a Sor Maillard [la religiosa francesa Emmanuel Maillard, gran divulgadora de Medjugorje, n.d.r.], o a los que dicen que vieron a la Virgen, puede hacerlo si quiere.
Todo es libre, libre, libre. Usted viene libremente, y al llegar, es libre de rezar o no rezar, de confesarse o no confesarse, de ir a misa o no ir. Así que cualquiera puede comprobar las cosas por sí mismo.
«Soy amigo de todos los videntes»
¿Qué relación tiene usted con los presuntos videntes de la Virgen?
Soy amigo de todos y hablo con ellos con mucha frecuencia: me invitan a su casa, yo les invito, estamos muy de acuerdo en casi todas las cosas… Somos amigos.
¿Y cree que dicen la verdad cuando afirman que ven a la Virgen?
Bueno, como con todos mis amigos, hablo de muchas cosas: de la familia, de cosas diarias, de la salud… Pero con ellos no hablo de las visiones. De todos modos, para mí, lo más significativo es que son personas normales.
Medjugorje, como Fátima, Lourdes y Guadalupe
¿A qué se refiere?
A que cuando ellos tuvieron su… experiencia, sea lo que sea, eran niños normales. Nadie les influyó. El cura estaba fuera de todo. Allí no había ninguna imagen de la Virgen. Nada.
Eran niños normales que iban paseando por un lugar normal. En las apariciones auténticas siempre ocurre así: ¿Fátima? Tres niños normales. ¿Bernardette, en Lourdes? Una niña super normal. ¿San Juan Diego, en Guadalupe? Normal, normal, normal. Siempre es así.
¿Porque cómo era María? Uno abre el Evangelio y ve que era una niña normal de Nazaret, que, como todo el mundo, quería casarse…
Pero, en cada uno de estos casos, lo que pasa después con ellos, ya no es tan normal…
Claro, porque Dios interviene. Siempre donde Él quiere y con quien quiere. Y la persona siempre se queda como asustada, igual que María, y después recorre siempre un camino especial. También en Medjugorje lo vemos así.
Habla de Fátima, Lourdes, Guadalupe… Hace pocas semanas, el Vaticano ha creado un nuevo organismo para estudiar las nuevas supuestas apariciones de la Virgen. ¿Por qué?
Porque son muchas, y hay que estudiar bien todos los fenómenos: apariciones, milagros aquí y allá…
Hace falta que tengamos unos mismos criterios para estudiarlos todos, y también para ayudar a la gente, que escucha que allí unos dicen una cosa, allá otros dicen otra… Se necesita alguien que diga: esto es algo espiritual; aquello no lo es.
El futuro de Medjugorje
Y el papa Francisco, que es quien lo envió allí, ¿qué piensa de Medjugorje?
¡Uh! El papa Francisco está muy contento con Medjugorje porque es un lugar de oración. Está contento, contento.
¿Por qué la parroquia no se ha erigido en santuario?
Fátima es un santuario diocesano. Lourdes, también. Aquí que se quedó como parroquia. Para ser un santuario, o interviene el obispo, o interviene el Papa. Y hasta ahora no lo hicieron.
Pero verá: hasta hace cuatro o cinco años, los curas de fuera no podían acompañar a los fieles, por motivos en los que no entro. Ahora, vienen a millares. El año pasado fueron 30.000.
¿Esto qué quiere decir? Que la Iglesia es gradual, paso a paso, pero actúa.
¿Qué cree que va a ocurrir con Medjugorje en los próximos años?
Nadie sabe el futuro. Por eso ahora lo que tenemos que hacer es colaborar con la gracia. Hoy, quien va allá para rezar, entra en un lugar de gracia.
Las personas no se cansan de rezar, de estar allí, de confesarse, de ir a misa. En verano hay un retiro espiritual de jóvenes que es algo único en el mundo.
Pero, a la vez, todo es normal y sin nada raro. ¿La misa? Normalísima, pero bien celebrada, con gusto y devoción. ¿La adoración? Con calidad y respeto. ¿El Rosario y el Via Crucis? Igual: la gente los va rezando por la colina y por la montaña, juiciosamente.
Así que nosotros tenemos que colaborar para que esto siga siendo así: un lugar de gracia pura, sin otros intereses.