En muchas imágenes y estatuas, la Virgen María es representada pisando la cabeza de la serpiente. Esto es un recordatorio de que los cristianos estamos en un combate espiritual permanente contra Satanás y los ángeles rebeldes, y que María nos enseña el camino para vencer las tentaciones de cada día, para ser protegidos y liberados de todo mal.
En los mensajes de amor, con los que la Reina de la Paz nos forma, también nos habla frecuentemente de la lucha espiritual contra el mal. Y en este mensaje concreto, del 25 de julio último, nos recuerda que Dios es nuestro refugio contra las asechanzas del maligno: “El es su refugio ante todo mal que está al acecho”.
Por lo cual en esta reflexión, te invito a que tomemos mayor conciencia de lo que significa seguir a Jesús, y como debemos enfrentar al tentador a través de la oración.
Desde el primer libro de la Biblia: el Génesis, hasta el último: el Apocalipsis, podemos leer como Satanás -llevado por su odio hacia el hombre y hacia nuestro Creador-, hace todo lo posible para herir a Dios, hiriendo a quienes Él más ama, es decir, a cada uno de nosotros.
El papa Francisco afirma al respecto: “La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia, y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”. (Santa Marta, 11 de octubre de 2013).
No ha habido un solo Papa que no mencionase a Satanás y su acción destructiva, ya que es corrupto y corruptor; o, como diría el papa Pablo VI, “pervertido y pervertidor”, pues intenta destruir todo lo bueno que Dios ha creado, y de manera especial a quienes Dios más ama, nosotros, sus hijos, y su Iglesia. Por eso es importante que cada uno de nosotros ore por Medjugorje, por los videntes, por quienes allí sirven al Reino de Dios, a fin de que se cumplan los designios de Dios y de la Virgen María
Ya, en una audiencia del año 1972, el papa Pablo VI invitaba a los cristianos del mundo entero a preguntarse: “¿Cuáles son hoy las necesidades mayores de la Iglesia?” Para luego él mismo responder: “No les suene como simplista, o justamente como supersticiosa e irreal nuestra respuesta; una de las necesidades mayores es la defensa de aquel mal que llamamos Demonio” (Audiencia general, miércoles 15 de noviembre de 1972).
También cuando leemos la vida y los escritos de los santos, encontramos enseñanzas acerca de las diversas tentaciones con las cuales Satanás intentó apartarlos del camino de Dios, y cómo ellos, por medio de la oración, el amor a la Virgen María y la fuerza de los Sacramentos, consiguieron obtener la victoria sobre el diabólico enemigo, y pudieron además ser instrumento de Dios para la liberación y la salvación de muchas otras personas
En la Biblia, y la tradición de la Iglesia, el diablo, es también llamado: El Homicida, El Maligno, El Mentiroso, Príncipe de este mundo, etc.
También es llamado demonio, aunque este término se utiliza más en sentido general, para designar a todos los espíritus malignos, ángeles caídos (expulsados del cielo). El jefe de estos ángeles rebeldes es Lucifer o Satanás, en base a lo que dice Jesús en Mateo 25:41.
El demonio no es una leyenda, como lamentablemente algunos piensan. Su existencia real ha sido siempre enseñada por la Iglesia en su Magisterio ordinario. Incluso la revelación divina nos advierte sobre nuestro enemigo y sus tácticas. Como es el caso de 1 Pedro 5:8: “Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar”.
Estas palabras de la primera carta de Pedro, son similares a las palabras del Mensaje de Nuestra Madre, acerca de que el mal (el malo) está al acecho.
Pero cuando hablamos del maligno, debemos evitar algunos extremismos.
En una posición extremista encontramos a aquellos que no quieren ni escuchar hablar del tema, o que incluso llegan a negar la existencia del demonio.
Lo que sucede es que a Satanás le gusta pasar desapercibido, para poder así moverse sin que le pongamos barreras a su actividad.
Pero el ignorar su existencia es peligroso, ya que al desconocer sus tácticas destructoras, se le da más poder sobre nuestras vidas.
De este modo, él viene oculto como ladrón en medio de la noche, a fin de robarnos las bendiciones y la paz de Dios y de María.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” [“dia-bolos”] es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo”.
En el otro extremo, hay gente que se obsesiona con el tema y hablan en demasía de él, dándole más importancia y poder de que tiene, y hasta dejándose llevar por una curiosidad malsana.
En una tercera categoría están aquellos que son ganados por el miedo y hasta tienen pesadillas con este personaje, creyendo que es el autor de todos los problemas y dificultades de sus vidas.
Pero no debe ser así, pues ya somos vencedores en Jesús. Él lo ha vencido, entregando en la Cruz su vida y su Preciosa Sangre para nuestra salvación; y Nuestra Madre, ha pisado la cabeza de la serpiente, enseñándonos a confiar en su amor y poder intercesor.
No podemos olvidar que mientras caminemos por esta vida tendremos que sostener una batalla espiritual. De aquí deriva la importancia de clamar cada día a Dios pidiendo su protección, y rezar el Rosario con el corazón, para vencer a ese “Goliat”, que quiere apartarnos de la voluntad de Dios.
En ninguna parte la Biblia se dice que los discípulos del Señor no encontraremos luchas. Pero sí afirma que unidos a Dios, saldremos victoriosos. De hecho Jesús les dice a sus discípulos y también nos dice a nosotros: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz En el mundo, ustedes tendrán luchas; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”. (Juan 16: 33).
Todos nosotros estamos -seamos conscientes o no- sumergidos en un combate espiritual, para el cual necesitamos revestirnos de la armadura de Dios, tal como enseña el apóstol Pablo en Efesios 6:10 y siguientes, y enseñar a otras personas a protegerse contra todo mal.
Basta observar lo que vive nuestra sociedad y muchas de las cosas que suceden en el mundo: ¡cuánto dolor!, ¡cuánta miseria!, ¡cuántas guerras, abortos, muerte y destrucción producidas bajo las inspiraciones del Maligno!. Por momentos, daría la impresión que Satanás está ganando la partida. Pero no será así, ya que nuestro Dios es Todopoderoso ha querido contar con nosotros para vencer a toda fuerza de mal. Por eso, debemos proponernos aprender a orar con la confianza que nos enseña la Virgen María, cuando ella nos dice: “los invito a orar a Dios y a confiar en él”. Ella nos anima a orar pidiendo protección y liberación, para nosotros, para nuestras familias, y por el mundo entero, y enseñar también a otros.
No debería pasar un solo día, sin que nos tomemos un tiempo para rezar el Santo Rosario, y para clamar a la Sangre de Jesús, intercediendo junto a María por el mundo entero, permitiendo a los Ángeles de Dios que por medio de nuestra oración, sientan aumentado su poder en este combate espiritual que se desarrolla permanentemente sobre la Tierra, y en el cual no podemos quedarnos al margen, pues esto sería un pecado grave de omisión, tal como lo comprendió Samuel, cuando dijo: “En lo que a mí respecta, ¡lejos de mí pecar contra el Señor, dejando de rogar por ustedes! Yo les enseñaré el camino bueno y recto”, 1 Samuel 12, 23.
Propongámonos entonces acercar muchas personas a la gracia y a la alegría Dios, a través de la oración y del testimonio de vida.
Me despido de ti, pidiéndole a Dios que te bendiga, y confiando en tu oración de intercesión por mí, por los hermanos de mi comunidad, y por mis intenciones.
Padre Gustavo E. Jamut, OMV
“Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio” (Efesios 6:12).