Querido/a hermano/a:
Como viene haciendo desde hace 37 años a través de sus Mensajes, la Reina de la Paz nos enseña a cada uno de nosotros, los pasitos que debemos ir dando para crecer espiritualmente y en todas las áreas de la vida.
En esta oportunidad, al meditar su mensaje, pidiendo la luz del Espíritu Santo para que no solo me quede en el intelecto, sino que descienda hasta mi corazón, nacían en mí 3 ideas centrales, que intentaré compartir contigo y que surgen a partir de tres invitaciones que nos hace la Gospa:
- “Los invito a estar conmigo en oración”.
- “Siéntanse orgullosos de ser bautizados”.
- “Sean agradecidos en su corazón de ser parte del plan de Dios”.
- “Los invito a estar conmigo en oración”
Para estar con María en oración durante el tiempo de Semana Santa, podemos orar imaginando cómo habrán sido los tres días de oración de la Virgen, mientras el cuerpo de su hijo Jesús, estuvo en el sepulcro.
Pero sobre todo, podemos estar con ella en oración, contemplando con los ojos del espíritu, la triunfante resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y especialmente cuando se le aparece a ella con su cuerpo glorioso.
- En la primera escena, puedes contemplar a María, postrada rostro en tierra en oración, en la sencilla habitación de una casa que le han prestado en Jerusalén, o tal vez en la casa de la familia amiga de Betania. María parece una planta o una flor que desfallece, a causa de la falta de agua. Imagina que tú estás orando junto a ella, acompañando su espera, apoyados en la fe y en la esperanza de que Jesús ha de resucitar.
- Trata de escuchar el ruido del viento -que acompaña el amanecer- y que parece cantar a través de las ramas de los árboles del jardín. En ese momento, la puerta que hasta entonces había estado cerrada, se abre de par en par, y bajo los primeros rayos de sol, entra Jesús resucitado.Quédate junto a María contemplando a Jesús, cuyos vestidos parecen estar tejidos con esos rayos de sol, pues todo su ser irradia una intensa luz.
- María, alza la cabeza para ver qué ráfaga de viento ha abierto la puerta, y entonces ve a su radiante Hijo: hermoso, infinitamente más hermoso que cuando todavía no había padecido; sonriente, vivo, más luminoso que el sol, vestido con un blanco que parece luz tejida. Y lo ve avanzar hacia Ella… y hacia ti.
- Jesús acercándose a María, la ayuda ponerse de pie, mientras los dos se funden en un fuerte y extenso abrazo, que sana el corazón de María de todo lo que ha sufrido a lo largo de los últimos días.
- Luego Jesús te mira a los ojos a ti, extiende los brazos, y te invita a sumergirte entre ellos, hundiendo tu rostro sobre su pecho, y sintiendo como de su Divino Corazón, surgen dos rayos de luz que inundan de su Divina Misericordia, tu alma y todo tu ser. Quédate en esta oración contemplativa, todo el tiempo que puedas, y entrégales a Jesús resucitado y a María, todo aquello que pudo estar preocupándote o angustiándote, acerca del pasado, del presente, o del futuro.
- “Siéntanse orgullosos de ser bautizados”.
En la vida de todo ser humano hay dos acontecimientos extraordinarios:
1°. El nacimiento natural
2°. El nacimiento sobrenatural, en el cual fuimos dados a luz a través del Sacramento del bautismo.
A través de este sacramento fuimos hechos hijos de Dios, comenzamos a pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo y a ser parte de la Iglesia Católica.
Por lo cual los católicos debemos estar muy felices y agradecidos de haber recibido el primer Sacramento que instituyó Nuestro Señor Jesucristo, y que él mismo quiso recibir a través de Juan Bautista.
Por eso, es importante renovar frecuentemente el bautismo -de manera personal o comunitaria- renunciando en nuestro corazón a todo aquello que no pertenece al Reino de Dios, y pidiéndole al Espíritu Santo que renueve y fortalezca nuestra fe.
¡Qué bien nos haría que cada mañana al despertar, lo primero que hiciésemos fuese decir: “Buen día Espíritu Santo… Te pido que en este día renueves en mí el poder del Sacramento del bautismo, a través de tu divina presencia”!
Renovación de las promesas bautismales
A continuación te comparto las oraciones que presenta el libro de los sacramentos, con las cuales puedes renovar tu bautismo.
C/: ¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
- Sí, renuncio.
C/: ¿Renuncian a todas las seducciones del Maligno, para que el pecado no los esclavice?
- Sí, renuncio.
C/: ¿Renuncian a Satanás, padre y príncipe del pecado?
- Sí, renuncio.
C/: ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
- Sí, creo.
C/: ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de Santa María Virgen, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
- Sí, creo.
C/: ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
- Sí, creo.
C/: Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia, unidos a Jesucristo, nuestro Señor, para la vida eterna. Amén.
- “Sean agradecidos en su corazón de ser parte del plan de Dios”.
Con frecuencia, la Reina de la Paz ha expresado: “Si supieran cuánto los amo, llorarían de alegría”. Esta afirmación podría ser transformada en: “si supieran que gran regalo de Dios es haber sido elegido para ser parte de su plan, sus corazones estarían rebosantes de gratitud y llorarían de alegría”.
No somos nosotros quienes elegimos a Dios y a la Reina de la Paz, sino que fueron ellos que con amor gratuito y eterno nos han mirado y elegido para la misión que desde siempre nos tenían preparada (Referencia a Jn. 15:16).
En el tiempo de Semana Santa y de Pascua de manera particular -pero también a lo largo de todo el año-, debemos meditar en cómo es nuestra respuesta al llamado de Dios, pues ésta puede ser: fría e indiferente, tibia y mediocre, o por el contrario, fervorosa y con una entrega total.
En nosotros se cumple lo que afirma Pablo de sí mismo, y por extensión también de nosotros: “Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y ha escogido a los débiles, para avergonzar a los poderosos” (1 Cor. 1:27).
A medida que la oración crezca en nosotros, también crecerá la conciencia de que fuimos elegidos para formar parte del plan de Dios, y que “llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Cor. 4:7). Entonces comenzaremos a amar y a aceptar serenamente nuestro barro, pues a pesar de nuestra fragilidad, fuimos elegidos por Dios y por María. Y esto nos ayudará a liberarnos de las máscaras que llevamos, y que sin darnos cuenta, nos hemos ido poniendo con el deseo de agradar a los demás y de ser aceptados por los otros. De este modo ya no nos sentiremos el centro, ni competiremos por lugares en la Iglesia, o por supuestos espacios de poder, sino que nos alegraremos de ser el último y servidor de todos (Ref. Mc. 9:35).
Que nuestra Madre, la Reina de la Paz, nos ayude a través de la oración, para aprender a valorar el infinito tesoro que representa haber sido sumergidos en las aguas del bautismo, y a tener un corazón cada día más agradecido, por haber sido llamados a formar parte del plan de Dios.
Te pido a Dios que te bendiga abundantemente, y me encomiendo a tu poderosa oración de intercesión.
Padre Gustavo Jamut
Oblato de la Virgen María
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