“Queridos hijos! También hoy los invito a todos a la oración. Sin la oración no pueden vivir, porque la oración es la cadena que los acerca a Dios. Por eso, hijitos, en la humildad del corazón regresen a Dios y a sus Mandamientos para que puedan decir con todo el corazón: ‘así en la Tierra como en el Cielo’. Ustedes, hijitos, son libres para que en libertad se decidan por Dios o contra él. Vean cómo Satanás quiere arrastrarlos al pecado y a la esclavitud. Por eso, hijitos, regresen a mi Corazón para que yo los pueda conducir a mi Hijo Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”
“Sin la oración no pueden vivir”
Recuerdo que en una ocasión -cuando yo era un niño pequeño-, había viajado al mar con mi familia, y vi como mi padre que estaba pescando había sacado un gran pez, el cual al principio se movía y saltaba incesantemente, como queriendo regresar al agua, pero con el pasar de los minutos se iba moviendo cada vez menos, hasta que finalmente murió.
Entonces cuando le pregunté a mi padre porque ya no se movía, él me respondió que un pez fuera del agua no puede vivir mucho tiempo, ya que no puede respirar.
Al leer este mensaje de enero enseguida vino a mi memoria este recuerdo, ya que la Reina de la Paz nos dice: “Sin la oración no pueden vivir”.
Así como los peces no pueden vivir fuera del agua durante mucho tiempo, el cristiano que no tiene autentica oración, comienza a experimentar en su alma el ahogo, la falta de oxigeno espiritual, y la incapacidad de mantener viva la vida interior. Por eso la Reina de la Paz nos invita permanentemente a la oración, para que tengamos vida en abundancia, y lo hace en sintonía con la vocación a la que su Hijo nos llama: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).
El cristiano que no ora con el corazón, no solo no tiene vida en abundancia, sino que directamente tiene su alma en estado vegetativo o en subsiste en permanente agonía.
Hay quienes oran poco pues encuentran el justificativo que es mucho lo que tienen que hacer, siendo que la regla de oro de un cristiano que busca la santidad, debería ser: “como es mucho lo que tengo para hacer, entonces es mucho lo que necesito orar”.
A santo Tomas Moro, algunas personas de la corte en una ocasión le dijeron para que oraba tanto e iba a Misa todos los días, con tanta actividad que él tenía que realizar, a lo que él respondió: “precisamente porque tengo mucha actividad, y grandes responsabilidades, es que necesito de mucha oración”.
A cuanta mayor responsabilidad mayor necesidad de oración. Uno de los hombres que mayor actividades tiene cada día es el Papa Francisco, y aun así se levanta muy temprano para orar y se mantiene en oración permanentemente.
La oración nos da la sabiduría de Dios, nos concede discernimiento, aumenta en nosotros las virtudes y mantienen a rayas nuestros vicios y debilidades, nos ayuda a que evitemos decisiones equivocadas y nos inspira para que tomemos las decisiones correctas. Sin oración, yo no sé cómo podríamos vivir y seguir adelante.
Además, la oración cumple la función que nos ayuda a “digerir” todo lo que vivimos cada día, y así como el proceso digestivo del cuerpo transforma los alimentos en energía y vida, de similar modo la oración nos ayuda a digerir todas las vivencias cotidianas, incluso aquellas que por ser dolorosas, inesperadas o amargas, nos parecen indigeribles. De esa manera la oración tiene un poder “reciclador”, que transforma lo malo en bueno, ya que solo él puede escribir derecho en renglones torcidos, y de males sacar bienes.
En este año santo de la misericordia, he comenzado a predicar jornadas y retiros bajo el lema: “La Reina de la Paz nos enseña como Dios nos sana con su Misericordia”, y en un par de ocasiones ya me he encontrado con personas que me han manifestado como a través de los mensajes de la Reina de la Paz comenzaron a orar, y como a través de la oración comenzaron a experimentar la misericordia de Dios que lograba sanar las heridas profundas de la vida.
No podremos vivir auténticamente el Año Santo de la Misericordia, sin fortalecer y renovar nuestra vida de intimidad con Dios. Por eso este mensaje de la Reina de la Paz es una nueva expresión de la Misericordia Divina, quien nos devuelve al agua de la gracia y nos enseña a vivir los Mandamientos en la libertad que Cristo nos ha dado.
La Virgen María -en sus pocas apariciones en los Evangelios-, nos ha brindado enseñanzas sublimes de cómo orar, y a través de sus Mensajes sigue invitándonos a entrar en su escuela de oración y vida. Por eso pienso que todo cristiano que ama a la Reina de la Paz, también debe transformarse en maestro de oración de aquellas personas que aun no han tenido la experiencia de Dios. Por lo cual no deben subestimar la capacidad que Dios les brinda de ayudar a otros enseñándoles a orar, y a formar grupos de oración que sean escuelas de oración.
En una oportunidad, después de haber estado predicando junto a un hermano de mi comunidad un retiro espiritual en la ciudad de Panamá, una familia nos prestó su casa de la playa.
Una mañana salimos a caminar temprano por la playa, y vimos a algunos pescadores que con sus humildes barcas habían sacado las redes sobre la arena y que arrojaban sobre la arena los peces pequeños que no iban a poder vender en el mercado, los cuales de a poco terminaban muriendo. Eran centenares de peces pequeños los que de a poco iban muriendo bajo los intensos rayos de sol.
Entonces yo me puse a devolver al mar uno por uno, los que aun estaban vivos; cuando el hermano que estaba conmigo me dijo: “no podrás devolverlos a todos al agua”, a lo que tomando un plateado pez en mis manos, el cual se agitaba enérgicamente, yo le respondí: “al menos para este si es importante”, y luego de pronunciar esas pocas palabras lo devolví al mar, donde comenzó lentamente a nadar y a recuperar la agilidad, mientras que nadaba hacia las aguas profundas. Mientras hubo peces vivos por rescatar, seguimos junto al hermano devolviéndolos al mar.
Esto me lleva a pensar, cuantos bautizados han quedado varados en las playas de su existencia, con una vida a medias, por falta de oración, sin poder nadar en los océanos de la Misericordia Divina, porque nadie aún le ha testimoniado el amor de Dios y la ternura de una Madre.
Este año de la misericordia, la Reina de la Paz no solo te invita a ti a orar para tener vida en abundancia, sino a ser de quienes -por medio de tu testimonio de misericordia y compromiso evangelizador-, invites a que sean miles las personas que se sumerjan en el océano de la Misericordia Divina a través de la oración.
¿Qué te parece? ¿Te animas a hacerlo?
Recibe de mi parte un fuerte abrazo y la Bendición sacerdotal, a la vez que también yo me encomiendo a tus oraciones.
P. Gustavo E. Jamut
Oblato de la Virgen María.