Uno de los sufrimientos más grandes del alma humana, es la sensación de soledad y de incomunicación.
Durante el tiempo de aislamiento que impuso la pandemia muchos lo sufrieron intensamente, y esto pudo haber dejado profundas secuelas. Sin embargo, la Virgen María nos dice que no estamos solos, especialmente cuando afirma: “Yo estoy con ustedes y estamos orando juntos”; y también al decirnos: “Él me ha enviado a ustedes”.
Junto a los sacerdotes y los seminaristas de la Comunidad Evangelizadora Mensajeros de la Paz, hemos sido testigos y hemos sentido en oración la soledad, el miedo y el dolor de tantas personas que estaban aisladas de sus seres queridos durante los tiempos más duros de la pandemia. Por lo cual en un momento discernimos que la Reina de la Paz nos pedía llegar a estos hermanos a través de la tecnología por nuestro canal de YouTube CEMP, y junto a ellos rezar el Rosario, compartir los mensajes de Nuestra Madre, celebrar la liturgia con el corazón. Y tuvimos que aprender y comenzar de cero en lo que se refiere a la tecnología. Pero el Espíritu Santo nos fue guiando y de este modo se abrieron muchas puertas para anunciar el amor de Dios y de María.
A partir de ese momento fueron miles y miles los mensajes que comenzamos a recibir. Muchos de ellos nos decían que a partir de la evangelización a través de las redes sociales de comunicación, la soledad ya no era algo insoportable pues a través de la oración, las enseñanzas, el buen humor y las celebraciones litúrgicas, pudieron experimentar como Dios y Nuestra Madre estaba con ellos.
Y también nosotros pudimos sentirnos más acompañados -en el seminario y en la comunidad religiosa- por tantos hermanos y hermanas de diversas ciudades y países con quienes fuimos tejiendo esta red de intercesores que formamos todos aquellos que nos sentimos hijos de María.
Muchos de nuestros países ya han salido del aislamiento o lo están dejando atrás, por lo cual pienso que este tiempo de Cuaresma es propicio para examinar nuestros corazones, a fin de mirar nuestro interior, y discernir si la soledad experimentada, ha sido producida sólo por la pandemia y el aislamiento, o si además es algo prexistente al covid, como resultado de heridas de abandono y pérdidas sufridas durante la infancia y en otras etapas de la propia historia; siendo que la pandemia lo único que ha hecho fue reactivar esa sensación o reabrir viejas heridas.
En tiempo de cuaresma, la Iglesia y la Gospa -a través de su mensaje-, nos hablan de la importancia de “la oración el ayuno y la renuncia”. Renuncia a todo aquello que nos sacia el corazón, por qué no viene de Dios.
La oración, el ayuno y la renuncia, son medios privilegiados para poder descubrir cualquier herida que esté encubierta pero que sigue estando allí y que pudiese estar infectada haciéndonos sentir solos. Y esta sensación de soledad pueden estar sufriéndolo aún quienes tiene a alguien junto a sí, en el matrimonio, o rodeado de hijos, amigos, feligreses o hermanos de comunidad.
Durante el tiempo de aislamiento conversaba con un obispo amigo, quien me decía que en su diócesis muchos sacerdotes estaban en crisis, y que sufrían fuertemente la soledad.
Yo además de orar por ellos, pensaba como en ocasiones aun el apostolado o las tareas sociales pueden ser un mecanismo inconsciente de compensación para calmar la sed de compañía. Pero ¡como cambia esto, cuando comenzamos a experimentar que Dios y María son reales, y están a nuestro lado!: “Yo estoy con ustedes y estamos orando juntos”; “Él me ha enviado a ustedes”.
En los retiros espirituales y en las peregrinaciones son muchas las personas que al conversar me dicen que se sienten solas. Esto me llevó hace algunos años, a desarrollar -junto al Padre Diego González- un taller de sanación interior al respecto; y a escribir un libro llamado: “Dios te sana de las heridas de soledad”. Hoy te comparto algunas líneas de la introducción de dicho libro: “En los años 90 Celine Dion cantaba un tema musical llamado: “sola otra vez”. Este canto decía, entre otras cosas: “Sola otra vez, no sé vivir, ya no quiero estar sola otra vez, sin amor”.
Y es que cada día hay más personas que se quejan de estar agobiadas por la sensación de aislamiento y soledad, aun estando rodeadas de mucha gente.
La Biblia, en el libro del Deuteronomio, tiene una expresión que nos habla de los niveles de soledad más profundos: “soledad rugiente”[1]. Expresión que describe los momentos de soledad más agobiantes, donde el silencio se asemeja a una tormenta que levanta pensamientos que rugen con todo su furor”.[2]
Ahora bien, los cristianos -y especialmente quien hemos tenido la experiencia del amor de la Virgen María como Reina de la Paz- no debemos tener motivos para experimentar esta soledad rugiente, pues cada vez que por medio de la oración entramos al santuario del propio corazón, podemos vislumbrar el rostro y la sonrisa de María y hasta podemos llegar a gustar sus suaves caricias en el alma.
Son muchas las personas que están rotas por dentro; pero María tiene en sus manos todas las partes que necesitamos para sentirnos completos y ser felices.
Por lo tanto, que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo para acompañar a Jesús y a María, pero también para sentirnos acompañados por ellos, y tejer lazos de comunicación y comprensión más profunda con quienes nos rodean.
Y por favor, no olvidemos de orar por el fin de la guerra, y el sufrimiento de tantos hermanos en Ucrania. Hace algunos años, el 14 ago. 2014, el Papa Francisco ya había orado a la Reina de la Paz, pidiéndole: “María, Reina de la paz, ayúdanos a erradicar el odio y a vivir en armonía”. Y en fecha más reciente nos dijo: “Jesús nos enseñó que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a que el próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, hagan una Jornada de ayuno por la paz. Ánimo de manera especial a los creyentes para que ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la Paz preserve al mundo de la locura de la guerra.”.
Con la oración acompañemos también a los hermanos que estarán participando dentro de algunos días del Congreso de María Reina de la Paz en Medjugorje. Que Nuestra Madre interceda por todos y que Dios nos bendiga con el don de la paz.
Me encomiendo a tus oraciones y los bendigo en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
www.comunidadmensajerosdelapaz.org/
www.peregrinosenlafe.com.ar/
[1] Deut. 32,10
[2] “Dios te sana de las heridas de soledad”. Ed. San Pablo. Arg.