25 de noviembre de 2008

OREN POR ESTE MUNDO TURBULENTO Y SIN ESPERANZA

La tradición cristiana desde sus inicios ha llamado el Adviento un tiempo de gracia pues es el tiempo en que el amor de Dios es particularmente eficaz, fortalece nuestra fe y despierta el deseo de santidad. En su mensaje anterior, la Virgen nos llama en este tiempo de gracia a orar para que el Niño Jesús nazca en nuestros corazones. Hay también otra razón de llamar el tiempo que vivimos un tiempo de gracia: la Virgen ha estado cerca de nosotros de una manera muy especial por más de 27 años. A través de todo ese tiempo, Ella nos ha estado enseñando en su escuela del amor. En su mensaje anterior, Ella nos llama otra vez a orar y nos llama a menudo porque sabe que no oramos. Todos incurrimos en un gran error, y es el pensar que oramos mucho y que somos muy buenos. En el mismo momento que comprendamos y aceptemos que no es así, nuestra conversión comenzará. Juan de Damasco dice: “Orar significa elevar el corazón al Señor”. Eso significa gozar de la proximidad de Dios, de su presencia, su amor y su paz. En el último tiempo, en el mundo hay grandes desórdenes, se siente la crisis financiera que ha afectado todos los grandes países. El hombre de hoy está agitado. Siempre está de prisa, incapaz de alcanzar algo, y eso lo lleva a una mayor intranquilidad. Él está buscando la paz en lugares totalmente equivocados. La Virgen nos muestra el camino hacia la paz: es Su Hijo y Nuestro Señor Jesucristo. En el Evangelio de Juan él dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Jn 14,27). Los que tienen a Dios lo tienen todo. Los que han encontrado a Dios se convierten en portadores de la paz de Cristo.

La Virgen nos llama a orar sin cesar por este mundo turbulento y sin esperanza. La esperanza es una virtud teológica que nos hace anhelar el Reino de los Cielos y la vida eterna como las fuentes de nuestra felicidad, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y no apoyándonos en nuestras propias fuerzas, sino en la ayuda de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es El que prometió” (Heb 10,23). “El Espíritu Santo que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7), lo leemos dentro del Catecismo (cf. CIC, 1817). Gracias a la esperanza podemos enfrentar con mayor facilidad los problemas diarios. La redención nos ha sido dada en el sentido que se nos ha dado la esperanza, una esperanza digna de confianza, en virtud de la cual podemos hacer frente a nuestra vida cotidiana: “… el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”, nos enseña el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi.

En este breve comentario del mensaje, recordaremos el octavo aniversario del fallecimiento de Fr. Slavko Barbaric. Fra Slavko tuvo una auténtica devoción infantil hacia la Virgen. Él era incansable en su ministerio. Siempre estaba dispuesto a ofrecer ayuda tanto espiritual como material a cualquier persona que se lo pedía. Lo incluiremos en nuestras oraciones agradeciendo al Señor por darnos la ocasión de haberlo conocido y al mismo tiempo de aprender de él.

Fr. Danko Perutina
Medjugorje, 26.11.2008 

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