Un saludo desde Medjugorje a todos los que escuchan los mensajes de la Virgen y tratan de seguirla en sus vidas diarias. Recordemos primero lo que María nos dijo en el mensaje de la Navidad de 1998. Primeramente nos dio su bendición y también la bendición del Niño Jesús. Ser bendecidos por María significa sobre todo que Ella está con nosotros, que ora por nosotros, que nos protege, que nos educa y que todo esto junto implica que está con nosotros como nuestra Madre. La bendición del Niño Jesús significa que Él es Emmanuel — Dios con nosotros — y es la bendición más grande de todas. Quien está con Jesús, tiene la luz, la verdad, el camino y por eso, también la vida verdadera. Jesús nos bendice especialmente con Su presencia eucarística y quien permanece con Él, seguramente que recibe también Su paz. María trató nuevamente de concientizarnos de que todos anhelamos la paz, pero no tenemos paz. Esto debió igualmente impulsarnos a preguntarnos nosotros mismos, si no es así, por qué no y también, dónde es que estamos buscando la paz. Hay caminos de Dios para encontrar la paz, pero existen igualmente caminos falsos dónde buscarla. No obstante, sin conversión, sin oración y sin ayuno, simplemente no encontraremos la paz auténtica. En ese mensaje, María nos llamó tres veces a la oración: "oren, oren, oren". Y es que la oración es la primera condición para nuestra paz, nuestro gozo así como nuestro futuro. Sin oración, dice María, no podemos tener ni paz, ni gozo, ni un futuro. Ella nos alienta, al final del mensaje, a buscar la paz, a anhelar la paz; pero nos dice que sólo Dios es la paz verdadera. Estos fueron los pensamientos principales que María nos dio para comenzar el nuevo año, 1999. María nos ha estado llamando incansablemente a orar y la razón para ello es que si no lo hacemos, nunca podrán realizarse nuestros anhelos humanos más profundos — los que son de Dios. Toda persona anhela el gozo y la paz y desea también un futuro asegurado. Por eso es que Ella ha repetido tantas veces a lo largo de estos 17 años y 7 meses, que se ha estado apareciendo aquí en Medjugorje, que nosotros debemos orar.
Por el momento, Mirjana, Vicka e Ivanka están aquí en Medjugorje. Jacov y Marija están en Italia e Ivan realiza un viaje por el Lejano Oriente, donde está dando su testimonio a todos los que quieran escuchar acerca de estas apariciones y los mensajes. Todos los videntes están bien.
En esta época las cosas están un poco más tranquilas en Medjugorje; pero aún así, tenemos con nosotros a un grupo de Corea, a varios de Italia, uno de Francia, uno de Polonia y varios otros de habla inglesa. Los últimos días de 1998 y los primeros días de 1999 vinieron muchísimas personas. Estuvieron aquí, sin exageración, peregrinos de todos los rincones el mundo y, en la víspera del Año Nuevo, se congregaron entre 4 y 5,000 personas para orar. Tanto la iglesia como el nuevo edificio detrás de la iglesia estaban llenos a reventar. Comenzamos con la Adoración a las 10:00 p.m. y después la Misa. La Consagración tuvo lugar exactamente a la media noche. De este modo quisimos muy conscientemente iniciar el nuevo año con Jesús. Muchos peregrinos nos dijeron que esta manera de celebrar esta ocasión especial los había conmovido profundamente y que ésta era la mejor manera de iniciar un nuevo año — simplemente orando y dando gracias por el año anterior y rogar por el nuevo que comienza.
En estos días, hemos estado recibiendo muchos telefonemas preguntando si los Franciscanos vamos a salir de Medjugorje. La razón de esta inquietud es que ha difundido un rumor de que los Franciscanos debemos abandonar Medjugorje. Nada de esto es verdad y no sabemos cómo ni quién pudo difundir este rumor. Seguramente, se trata de algo malintencionado que sólo provoca confusión y angustia. Lo único que queremos es seguir a María y sus mensajes y yo les pido a todos los que lean estas reflexiones, el Boletín de Prensa o nuestra información en Internet, que no le presten mucha atención a esta clase de rumores que no le hacen bien a nadie.
El mensaje de este mes es un otra vez un llamado a la oración.
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LOS INVITO NUEVAMENTE A LA ORACION
En estos 17 años 7 meses desde que María se ha estado apareciendo aquí, Ella nos ha invitado a la oración tantas veces. María es incansable en esta petición. Y de nuevo nos llama a orar. Cuando nos dice en el mensaje de Navidad que si no oramos, no tendremos ni paz, ni gozo, ni un futuro, es, pues, absolutamente normal que Ella, nuestra buena Madre, de nuevo nos invite a lo que nos conduce a la auténtica paz, al gozo y a un futuro. Y es que Ella sólo desea para nosotros la paz, el gozo y un futuro seguro. La oración es un encuentro con Dios y sólo en Dios se halla la auténtica paz y el gozo, sólo Dios puede darnos un futuro seguro. Después María menciona la excusa que más argumentamos nosotros para no hacer oración y ésta es, que tenemos que trabajar.
NO TIENEN LA EXCUSA DE QUE TIENEN QUE TRABAJAR MAS
¿Cuántas personas dicen justamente por esta misma razón: "No tengo tiempo, tengo que trabajar"? Pero el trabajo nunca es una razón válida para no orar. Todos sabemos bien que es la falta de amor a Dios la primera razón para que la gente no ore. Algo importante aquí es que cada uno de nosotros nos preguntemos cuál es la excusa que usamos para no orar. Para aquellos que trabajan en los campos, que trabajan en la naturaleza, María dice…
PORQUE LA NATURALEZA DUERME AUN UN SUEÑO PROFUNDO
Así pues, hay suficiente tiempo para orar. Pero lo mismo se aplica para otras clases de trabajo. Es decir, que nuestro trabajo no debe convertirse en una excusa para ignorar a Dios y a María que nos aman tanto. María nos llama a orar, pero en este mensaje especifica…
ABRANSE EN LA ORACION
Orar y abrirse uno mismo en la oración son ciertamente dos cosas muy diferentes. Cuando comenzamos a orar, esto significa una respuesta al llamado a orar; pero quien realmente ha comenzado a orar, está también abierto a la oración. Con todo, hay otro proceso que también debemos llegar a conocer y es cuando María dice…
ABRANSE EN LA ORACION
Muchos se preguntarán qué significa esto o cómo puede lograrse. Primeramente, sólo es posible abrirse en la oración, cuando se dedica tiempo a orar. Esto, porque sólo el amor puede abrir nuestro corazón. Cuando amamos a alguien, nuestro corazón se abre inmediatamente, estamos dispuestos a hablar con esa persona, a escucharla y a confiar mutuamente. Entonces estamos dispuestos a derramar en esa persona los más profundos anhelos de nuestra alma. Pero, cuando no hay amor, nos mantenemos cerrados. Estar abiertos a Dios en la oración significa, que debemos dedicarle tiempo a Él y pedirle también que Su amor nos conmueva. Nuestro corazón, por así decirlo, puede compararse a una flor que es tocada por los rayos del sol. Alguien que cultiva plantas en su jardín no puede darles el crecimiento necesario y tampoco abrir sus capullos, pero si puede ayudarlas creando las condiciones necesarias, a fin de que el jardín entero pueda florecer y crecer dando flores y frutos. Lo mismo sucede con nuestro corazón.
Otra parte más profunda y también importante en el proceso de abrir nuestro corazón en la oración es algo que la sociedad moderna ha olvidado completamente y es el elemento de escuchar. Cuando estamos verdaderamente abiertos, pronto aprendemos a escuchar — a escuchar a los que nos rodean, a escuchar a Dios en la Sagrada Escritura, en la Santa Misa pero también a escuchar a Dios y Su Reino eterno en el silencio más puro. Si nosotros anhelamos a Dios, El siempre nos responderá; pero para escucharlo, debemos realmente empeñarnos en ello. A un hombre con el don de sanación que yo conozco, , alguien realmente impresionante en su oración por sanación, le preguntaron una vez qué era lo más importante que él había aprendido. El respondió que escuchar era el descubrimiento más importante que Dios le había dado.
Creo que este llamado que María repite tan a menudo — el llamado a orar y a estar abiertos — es simplemente la preocupación de la Madre de que en la oración, en la Confesión, en la Santa Misa, en la Adoración, en la lectura de la Sagrada Escritura y en el Vía Crucis, nosotros abramos nuestro corazón, porque sólo un corazón abierto es capaz de recibir de Dios la paz, el gozo y un futuro seguro. Y cuando nuestro corazón se abre en la oración, ésta se vuelve también la vida para nosotros, porque en cualquier situación posible nos encontraremos con Dios y estaremos en contacto con El. Esto, después de todo, es el deseo primordial de María Santísima. Después Ella nos invita…
RENUEVEN LA ORACION EN SUS FAMILIAS
Este consejo es, por supuesto, principalmente para los padres y madres de familia. Ahí, donde los progenitores comienzan a orar, también los hijos aprenderán a amar la oración. Hace poco oí decir a alguien que durante un tiempo fue un ateo. El dijo: "No me hice ateo a causa de conflictos con el dogma, sino más bien por la falta de entusiasmo de mis abuelos por Dios". Por tanto, donde tanto los padres como los abuelos están realmente abiertos a Dios, también los hijos se abrirán a El. Esta es una herramienta importante y muy poderosa de aprendizaje, cuando los hijos ven a sus padres y abuelos orar juntos. Si los hijos que aún viven con sus padres nunca han visto a éstos orar juntos, será casi imposible querer cambiar esta situación más tarde y hacerlos entender que es necesario orar.
Por tanto, la familia que orar unida, también permanecerá única no importa cuáles sean las dificultades o sufrimientos que algún día tenga que enfrentar. Esto será para los hijos un buen ejemplo para su vida adulta. Esto, sin embargo, no significa que sólo los padres pueden influir en los hijos. A veces, durante la pubertad o justamente después de esa etapa, puede suceder que los hijos se empeñen en querer ignorar todo lo que tenga que ver con la iglesia. Pero, si este es el caso, los padres no deben culparse. En vez de eso, deben permanecer fieles en su fe y confianza y continuar orando por los hijos. Y es que es cierto que cada uno debe encontrar su propio camino y al hacerlo, muchos jóvenes se apartan primero de lo que les fue enseñado. En estos tiempos, cuando se habla tanto de "libertad", "auto-satisfacción" y "democracia", los hijos fácilmente pueden caer en tomar decisiones totalmente equivocadas para sus vidas. Son casi empujados por la sociedad de hoy a hacer lo que consideran es mejor para ellos, pero sin pensar un minuto lo que Dios y aquellos que lo aman y lo conocen a El puedan pensar. Este es, sin embargo, un proceso en el desarrollo y hay que ser muy pacientes unos con otros. María nos sugiere además…
PONGAN LA SAGRADA ESCRITURA EN UN LUGAR VISIBLE EN SUS FAMILIAS; LEANLA, MEDITENLA Y APRENDAN COMO DIOS AMA A SU PUEBLO
María expresó ya este mismo deseo en octubre de 1984 y en agosto de 1996. Yo considero que este consejo es muy práctico, porque la Biblia es después de todo la Palabra de Dios que nos ama. La Biblia es una carta de Dios dirigida a nosotros y en esa carta, El nos dice constantemente que nos ama, que desea guiarnos, que El nuestro Dios, que podemos confiar en El y que El es nuestro camino, nuestra verdad, nuestra luz y nuestra vida. Dios, naturalmente, quiere que nosotros leamos esa carta que El nos ha escrito por amor a nosotros. Consecuentemente, si amamos a Dios, también amaremos Su palabra dirigida a nosotros. Amando Su palabra, ésta permanecerá en nuestro corazón. Por tanto, si escuchamos a María, leeremos esta carta de amor de Dios para nosotros cada día.
El oír ‘reflexionen’ de labios de María, inmediatamente nos recuerda lo que Ella misma hizo con la palabra de Dios. San Lucas escribe que María guardaba en su corazón las palabras de su hijo Jesús y luego reflexionaba en ellas. Este término ‘reflexionar’ debe ser entendido como reflexionar activamente y significa, que todo lo que María aprendió acerca del Mesías en el Antiguo Testamento, inmediatamente lo comparó con todo lo que Jesús decía. A partir de estas comparaciones Ella pudo llegar a sus propias conclusiones y simplemente decir: "Sí, es El, de quien hablaron los profetas".
El corazón de María fue un corazón que meditaba y reflexionaba, no sólo en el sentido activo de hacer comparaciones, sino también en vivir en silencio y no dejarse inquietar por las cosas externas o más superficiales que ocurrían a su alrededor. Más bien, su corazón se mantuvo en contacto silencioso con Dios y con Su palabra. De este modo, Ella pudo aprender y reconocer cuánto ama Dios a Su pueblo. Si nosotros reflexionamos en su hermosa oración, el Magníficat, llegaremos a saber cuán perfecta y profundamente María llegó a entender la historia de Israel, el amor de Dios, el liderazgo de Dios y el cuidado de Dios por su pueblo. Dios se ocupa de los pequeños entre nosotros, de los más humildes de la sociedad, los hambrientos. El es su protector y también su defensor ante los soberbios y los poderosos porque. al final, serán ellos los que fracasarán.
Dios nos mostró Su amor especialmente al enviarnos a Su Hijo como Salvador nuestro y el amor del Padre se reveló en plenitud a través de Su Hijo. ¡Qué bellas son las parábolas de Jesús en las que nos habla de Su Padre! Pensemos, por ejemplo, en el padre misericordioso de la historia del hijo pródigo — el padre que, con un corazón abierto, acoge gozoso y feliz al hijo que se gastó todo y regresó a casa. El amor de Dios Padre y la preocupación que El tiene por Su pueblo fue tan lejos que no preservó a Su Hijo unigénito y lo entregó a nosotros por nuestra propia salvación. María nos dice después…
SU AMOR SE MANIFIESTA TAMBIEN EN ESTE TIEMPO, AL ENVIARME A USTEDES PARA LLAMARLOS AL CAMINO DE LA SALVACION
A lo largo de la historia, Dios llamó a los profetas para que éstos difundieran Su palabra, conminaran al pueblo a convertirse e hicieran lo posible por hacerlos volver al camino de la salvación. A pesar de que, como ya dijimos, la prueba más grande de Su amor por nosotros fue la muerte de Su Hijo unigénito, y a pesar nosotros sabemos que la revelación terminó con la muerte del último de los discípulos, aún así el amor que Dios nos tiene es de un cuidado activo que no termina de pronto. Su cuidado por nosotros es y siempre será el amor eterno que nos tiene y por tanto, María ve sus apariciones y su presencia con nosotros aquí como una prueba del amor y el cuidado de Dios por nosotros. Y Ella, como Madre de Jesús, quiere que por medio de sus apariciones y su presencia especial entre nosotros aquí, reconozcamos ese mismo amor de Dios que se ocupa de Su pueblo. Creo poder decir también que de hecho, muchos millones de personas han reconocido justamente este amor al venir aquí — que Dios no nos ha olvidado y que El nos ama. Esto incluye a todos los que han encontrado la fuerza para dejar atrás el pecado y volver a ser libres, a tantos que han sido capaces de reconciliar y perdonar a los demás, a todos los que han experimentado una curación espiritual o física y a todos lo que saben bien que Dios realmente los ama y que Medjugorje se ha convertido de un modo especial en una revelación de Su amor eterno por cada uno de nosotros.
Es muy importante, pues, que pensemos y pidamos también a Dios que todos lleguemos a reconocer el amor de Dios. Esto, por supuesto, no siempre es fácil, particularmente cuando sufrimos o cuando cargamos una cruz pesada. Pero probablemente la prueba última de nuestra fe consiste en que seamos capaces de reconocer el amor que Dios nos tiene aún cuando las cosas nos resulten muy difíciles. Todos nosotros podemos caer en la tentación -especialmente cuando sufrimos- de comenzar a dudar del amor de Dios y de Su misericordia. Cuántas veces podríamos de algún modo culpar a Dios por el sufrimiento. Sin embargo, el sufrimiento no es la voluntad de Dios; Su voluntad es que aún en medio de nuestro sufrimiento, seamos capaces de reconocer Su amor por nosotros. Muchas personas han tenido la experiencia de que justamente fue un sufrimiento lo que las hizo regresar a Dios. Es ciertamente apropiado mencionar aquí, que cuando oímos que María se está apareciendo -no sólo aquí en Medjugorje, sino también en otros sitios — algunas personas se pregunten acerca de la multiplicación de apariciones y comiencen a sospechar de su autenticidad. Algunas gentes que creen en las apariciones parecen también estar siempre inclinadas a hablar de catástrofes, al grado que comienzan a entender y a presentar a María como una profetiza de catástrofes. Estas reacciones son siempre inapropiadas, porque nunca es el Cielo el que provoca las catástrofes sino la humanidad. Cuando Dios nos envía a María es siempre porque El nos ama y de ese modo nos demuestra que no nos ha olvidado; que quiere llevarnos por el camino de la salvación para experimentemos la paz y la salvación y lleguemos un día a la paz eterna con El. Por eso debemos estar muy agradecidos con Dios, aún más, pedirle que revele Su amor a todos Su pueblo en su vida diaria y que todos puedan abrirle el corazón.
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PIDAMOS POR ESTO AHORA…
Dios, Padre nuestro, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Tu humilde sierva, la Reina de la Paz, queremos darte gracias por el amor que nos tienes. Queremos, sin embargo, pedirte ahora que el Espíritu Santo ilumine nuestro corazón, a fin de que podamos responder al llamado de María Santísima a la oración y que, en la oración, podamos abrirnos a Ti. Danos la gracia de poder reconocer de manera especial Tu amor por nosotros a través de las apariciones de María. Que a lo largo de toda nuestra vida podamos responder a Tu amor por nosotros. También Te pedimos por nuestras familias, llena los corazones de todas las madres y de todos los padres de familia, así como los de sus hijos, para que puedan renovar la oración y reconozcan Tu amor por ellos en la Sagrada Escritura. Que, como familias, puedan responder también al amor que Tú les tienes. Haz que entendamos Tu palabra y Tu amor y que ésta llegue a ser para nosotros la luz y la verdad. Danos a todos un nuevo corazón que sea semejante al corazón de María, para que también nosotros guardemos y reflexionemos activamente en Tu palabras. Te pedimos por todos los que sufren en este momento y que por ese motivo, pudiera dudar de Tu amor. Haz que el Espíritu Santo los ilumine y los conduzca a Ti, nuestro Padre bueno. En nombre de Tu Hijo Jesús y por intercesión de María Reina de la Paz, llévanos a todos al camino de la salvación, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Fra. Slavko, Medjugorje,
Medjugorje, Enero 29, 1999