En el 2012 hice un viaje a España, a Barcelona, para realizar mis Estudios de Máster. Hasta ese momento, mi relación con Dios era relativamente buena, era una católica practicante pero con una relación casi nula con la Virgen. Mi interés en ese momento era disfrutar de mi estancia en Europa, viajar, conocer lugares, gente, divertirme y aprovechar a lo máximo el tiempo en el que iba a estar allá en ese año.
Me uní a la Parroquia de la Mare de Déu del Roser y ahí conocí a un Grupo de Jóvenes con el que empecé a compartir unos miércoles de charlas y formación con un gran sacerdote. Ellos me hablaron de una peregrinación a Tierra Santa que iba a haber en el periodo de vacaciones así que decidí unirme. En este grupo conocí un Sacerdote que por primera vez me habló de Medjugorje. Yo siempre había sido muy escéptica y cuidadosa con las cosas sobrenaturales y mucho más con la Virgen, pero el hecho de que un Sacerdote hable de Medjugorje como un lugar donde iba a “recargar baterías”, hizo que el tema tenga un poco más de credibilidad para mí.
“La Virgen te quiere en Medjugorje” me dijo el Sacerdote, y “si quieres unirte hay una peregrinación a la vuelta de Tierra Santa”. No tuve mucho tiempo para dudar, porque en ese momento llamó y reservó un cupo para mí. Me dijo que lo rece durante la peregrinación a Tierra Santa y que al final le diga si voy o no. Yo para esto ya tenía comprados unos pasajes a Praga para hacer un viaje con mis compañeros del máster.
El tema quedó ahí e inicié mi peregrinación por Tierra Santa. En todo el recorrido la idea de ir a Medjugorje estaba en mí. Yo tenía mis reservas cuando se habla de apariciones así que le pedí a la Virgen que si Ella quería en realidad que vaya, ponga ese deseo claro en mi corazón y facilite las cosas para que pueda ir. Era la primera vez que volvía a pedirle algo a la Virgen en oración. Al Regreso de Tierra Santa, me acerqué al Sacerdote y le dije que me iba. El me dio unos nombres de personas para contactarme y coordinar el viaje. Me dijo que ore mucho porque siempre hay problemas cuando uno quiere viajar a ese tipo de viajes. Y no se equivocó.
Yo tenía solo una semana para hacer los trámites y averiguando me di cuenta que para entrar a Medjugorje que está en Bosnia-Herzegovina, los ecuatorianos necesitábamos en ese momento visa de Bosnia y también de Croacia por tránsito. En Barcelona no hay embajada por lo que me iba a tocar viajar a Madrid para hacerlo pero era imposible por el tiempo. Llamé a la Embajada y por tener el carnet de residente extranjero de España, el cónsul me aseguró que si podía viajar y entrar en Bosnia presentado solo eso. Las personas que organizaban esta nueva peregrinación a Medjugorje, dudaron en aceptarme pues, sin Visa, ya habían tenido algunos problemas con otras personas para que les permitan ingresar. Pero todos dimos un salto de fe.
El día del viaje, salí de Barcelona sin problema, entré a Croacia sin problema y cuando íbamos ya a pasar por la frontera de Bosnia en buses, me detuvieron y me dijeron que no podía pasar porque necesito visa. Del grupo de 60 españoles yo era la única ecuatoriana que se tenía que quedar en medio de la nada en la frontera de Bosnia. Yo le había pedido a la Virgen que si iba a tener problemas para llegar, que no me permitiera viajar, así que dado que ya estaba tan cerca de llegar a Medjugorje tenía la certeza en el corazón de que algo pasaría y me dejarían llegar.
El Sacerdote que me invitó a la peregrinación se quedó conmigo en medio de la nada, y esperamos a que algo pase en una gasolinera. En ese momento nos habían enviado un taxi que nos hizo entrar por otro lado de la frontera en la que, prodigiosamente, los guardias no revisaron mis documentos.
Finalmente estuve en Medjugorje, y ahí empezó todo. Los primeros 3 días fueron un poco incómodos para mí porque no estaba habituada al nivel de oración que ahí existe. Veía como filas y filas de personas esperaban para confesarse. Cientos de personas en las Eucaristías y por las calles rezando el Rosario, restaurantes con Menú de ayuno, etc. Para mí, esta experiencia era completamente sorprendente, pero yo miraba todo con un ojo muy crítico. Al tercer día nos dijeron que podíamos asistir a una aparición, así que fui temprano al Monte de las Apariciones. Esperé mucho tiempo, sin saber que iba a pasar.
En el momento de la Aparición, lo único que puedo decir es que en mi corazón y mi ser, tuve la certeza de que María estaba ahí. Yo no vi a la Virgen, pero uno sabe y siente cuando alguien está junto a uno. Yo ese día descubrí de una forma muy fuerte, que María es real, que existe, que está VIVA, que Ella estaba ahí, que todo es verdad y sobre todo que es mi Madre, que siempre lo había sido, y desde ese momento me enamoré completamente de Ella.
Ella sanó todas mis dudas, y la pude sentir realmente como mi Mamá, que está ahí para no dejar nunca que me arrebaten a Jesús. Yo me rendí completamente, y desde ese momento comencé a disfrutar cada segundo en mi peregrinación en Medjugorje. Allí llegue a orar y adorar a Jesús de una forma tan profunda como nunca en mi vida antes lo había sentido. Medjugorje dividió en dos partes mi vida, y esto me di cuenta después de regresar de Medjugorje. Yo ya no era la misma.
A partir de ahí, me he unido a la causa de la Madre Santísima para apoyar a difundir su plan de Amor y Paz en mi país, con todo lo que ello implica. En Ecuador muy pocos saben que María está haciendo un llamado durante tanto tiempo, y Ella ha puesto las personas y los medios para que ahora podamos apoyar la difusión de este mensaje. La Virgen quiere que en Ecuador se sepa de Ella y de su Mensaje. Nos ha ayudado enviándonos grandes Sacerdotes quienes se han unido a esta causa y con esto, se continúan formando Grupos de Oración de la Reina de la Paz en algunas parroquias. La Madre nos ha regalado conocer y apoyarnos con nuestros hermanos de Guayaquil y tener cada vez más personas que aman a María y están dispuestas a trabajar con Amor por Ella y nuestro Amado Salvador.
A partir de Medjugorje, mi vida es una bella aventura, que siempre me empuja a dar saltos de fe al vacío, pero que siempre me confirman que mi Amada Reina de la Paz, está siempre ahí, esperándome con sus brazos, ante cada salto de fe que le debo entregar. Doy gracias a Dios por su misericordia y por haberme dado a conocer real- mente a su Madre. Que todo sea para la mayor Gloria de Dios eternamente.