Análisis teológicas de las reuniones de culto
La Iglesia, entendida como pueblo de Dios formado por naciones e idiomas diversos, se reune en Medjugorje en el Espíritu Santo. En cada celebración vespertina se vive el espíritu católico de una iglesia única, santa y apostólica “en la cual, quien habita en Roma puede sentir que un hindú es miembro de su cuerpo” (cfr. LG 13, Ivan Zlatousti, Homilía sobre el Evangelio de Juan: PG 59,361). Aquí, la Iglesia de los peregrinos, marchando entre las persecuciones del mundo y la consolación de Dios, anuncia la cruz y la muerte del Señor en espera de Su venida (LG8). La celebración del misterio de la salvación se halla en el centro de las celebraciones de culto. Todas las formas de devoción están dirigidas hacia la celebración de la Eucaristía que desemboca en la adoración eucarística. Gracias al sacramento de la reconciliación, el individuo entra personalmente en el misterio de la reconciliación y la Iglesia se prepara para la celebración en el Espíritu y en la verdad.
María apareció en Medjugorje con el Niño entre los brazos, ofreciéndolo en don a los hombres. El Hijo de Dios se encarnó en María llegando a ser hombre en Su regazo. “María alimentó este cuerpecito menudo con Su sangre, le dio calor con la tibieza de Su cuerpo inocente y fue el primer sagrario y verdadero tabernáculo de nuestro Jesús Eucarístico. Ella fue el primer altar y la primera iglesia de Jesús en el mundo.” (T. Sagi-Bunic, La Madre de la Santísima Eucaristía, en “Cana” 6/1987, pág. 12). María forma parte de la celebración eucarística de Medjugorje y es Ella quien la prepara y la sigue (el Rosario antes y después de la Misa, desde el Monte de las Apariciones nos indica el Krizevac y la iglesia, guía los peregrinos hacia la fuente de la gracia). “La Eucaristía es un verdadero pernio en torno del cual gira un mundo nuevo, la fuente de la que brota la paz. Es imposible concebirla sin la Virgen, como también no es posible concebir a la Virgen sin la preparación del banquete eucarístico en el cual los comensales se convierten en Sus hijos y “coherederos de Cristo” (Romanos, 8,17). Es por lo tanto comprensible que la Virgen en Medjugorje invite incesantemente a celebrar la Eucaristía (Rupcic, cfr. pág. 113). Siendo María la Madre del Señor, los peregrinos se abren a la gracia de la redención, la reciben y entran aún más en el misterio de la salvación. De este modo también la Iglesia crece en el Espíritu Santo.
En la encíclica apostólica “Tertio millenio adveniente” Juan Pablo II evalúa el Concilio Vaticano II como “un acontecimiento providencial” centralizado en el misterio de Cristo y en el de Su Iglesia y, al mismo tiempo, abierto al mundo. Pone de relieve de modo particular que el mundo de hoy día “tiene necesidad más que nunca de purificarse y tiene necesidad de conversión”. Según el Papa el Concilio “ha mostrado con un nuevo vigor Cristo a los hombres, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, el Redentor del hombre, el Señor de la historia”. La enorme riqueza de contenido y el tono nuevo, antes desconocido, en la presentación en el interior del Concilio de estos contenidos, anuncian un tiempo nuevo. Los padres del Concilio han hablado con la lengua del Evangelio, con la lengua del Sermón en la Montaña y con la de las Bienaventuranzas. Muchos obispos y teólogos ven en los eventos de Medjugorje y en sus simples mensajes evangélicos la realización de los eventos providenciales del Concilio, un tono nuevo y el anuncio de tiempos nuevos.
P. Leonard Orec, OFM, 1996