Transmitimos íntegramente el saludo de Navidad del nuncio apostólico en la República de Croacia, Mons. Giorgio Lingua, difundido a través de los medios electrónicos con motivo de la solemnidad del Nacimiento del Señor.

Mensaje del Nuncio Apostólico – Navidad 2025
Peregrinos de la esperanza
Estimados oyentes y televidentes:
Cuando, hace un año, se abrieron las Puertas Santas jubilares con el lema ‘Peregrinos de la esperanza’, no podíamos ni imaginar que el Papa Francisco, pastor incansable, pocos meses después emprendería, como peregrino de la esperanza, su último viaje sin retorno, dejando a la Iglesia y al mundo desconcertados en un momento en el que más necesitábamos guía y sabiduría.

Nosotros, peregrinos de la esperanza, nos sentimos desorientados: ¿qué camino tomará ahora la Iglesia? ¿Quién nos guiará?

Pero la esperanza cristiana verdaderamente no defrauda; es una virtud que nos enseña a creer que el Señor camina con nosotros, incluso cuando el sendero se oscurece.

Quizá, más que todos nosotros, se sintieron especialmente inseguros los cardenales convocados a Roma para elegir a un nuevo Papa: ¿iremos a la derecha o a la izquierda? ¿Avanzaremos o volveremos atrás?

Tampoco esta vez el Señor tardó en enviar su Espíritu; incluso antes de lo esperado, mostró pronto al nuevo guía de su Iglesia, como si quisiera decirnos: «No tengan miedo, estoy siempre con ustedes, ¡tengan esperanza!».

Y llegó el Papa León XIV, el nuevo Pedro, sobre quien el Señor edifica su Iglesia.

En su lema, In Illo uno unum —«En Él, que es el Único, somos uno»— resuena el mensaje profético de Belén y se nos indica el rumbo del camino que tenemos por delante.

En Navidad, Dios mismo se “identifica” con nosotros.

Lo infinito se hace Niño, lo eterno entra en el tiempo, el Creador asume el rostro de la criatura.

Y en ese Niño, único Salvador del mundo, Dios nos revela su mayor sueño: que el mundo entero, tan dividido y desgarrado, vuelva a encontrar en Él la unidad perdida, para que todos sean Uno.

Ya no extraños ni enemigos, sino hermanos y hermanas, reconciliados por su amor.

Pensemos ahora en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros lugares, en nuestro mundo: ¡cuántas divisiones, cuántos muros levantados por el miedo, la soberbia y la violencia! ¡Cuánta incomprensión!

El pesebre, que también este año colocamos en nuestros hogares, es un signo de esperanza: es el lugar donde el cielo y la tierra se abrazan, donde se encuentran ricos y pobres (pastores y reyes), donde todas las criaturas tienen su lugar.

Allí la luz disipa las tinieblas, el orgullo cede ante la humildad, el odio ante el amor.

Como los Magos que, después de encontrarse con el Señor, regresaron a su tierra por otro camino (Mt 2,12), así también nosotros estamos llamados a cambiar de camino, estamos llamados a convertirnos, a “transformarnos” en el encuentro con Cristo.

La esperanza no debe desaparecer, sino convertirse en un compromiso concreto en la construcción de la unidad que Él vino a traer.

¿Cómo? Procuremos ser:
Promotores de la reconciliación en nuestras familias,
Constructores de la unidad en nuestras comunidades eclesiales,
Artífices de paz en la sociedad.

También hoy el mundo busca una estrella; necesita hombres y mujeres que tengan el valor de cambiar de camino, de ir contracorriente, que no se apoyen en su propio poder, sino en la confianza en Aquel que «por nosotros se hizo pequeño» y que nos dice: «Recíbanme, por favor, yo soy su hermano».

En Él, que es el Único, ya somos Uno.

Como María, que respondió «Aquí estoy», aunque no comprendía plenamente su llamada, así también nosotros, mientras seguimos buscando el camino, digámosle: Aquí estoy, hágase en mí según tu voluntad.

¡Feliz Navidad a todos!

Compartir: