Queridos hermanos ¡reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!
Iniciando el tiempo litúrgico de Adviento, te invito a que reflexionemos sobre lo que nos enseña la Virgen María acerca de las próximas semanas que nos prepararán para vivir la Navidad como discípulos de Jesús y de María.
La Reina de la Paz en uno de sus mensajes acerca de cómo vivir este tiempo litúrgico, nos dice: “¡Queridos hijos! los invito a orar de manera especial en este tiempo [de Adviento], para estar en condiciones de experimentar el gozo del encuentro con Jesús recién nacido. Yo, queridos hijos, deseo que ustedes vivan estos días con gozo, como Yo los vivo. Deseo guiarlos y mostrarles la alegría a la que Yo deseo conducirlos a cada uno de ustedes. Por tanto, queridos hijos, oren y abandónense totalmente a Mí. Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje, 11 de diciembre de 1986).
Este llamado pone en el centro la oración confiada y la alegría del encuentro con Cristo, dos actitudes que preparan el corazón para la Navidad. María se presenta como Madre que acompaña y guía, deseando que sus hijos vivan el Adviento con la misma alegría que ella experimenta.
Medjugorje se ha transformado en un verdadero “taller de alfarería espiritual”, donde la llamada al Adviento se vive con intensidad comunitaria a fin de ser restaurados como la vasija agrietada en manos del Divino Alfarero[1]: vigilias, adoración eucarística, rosarios y celebraciones litúrgicas que preparan el corazón para la Navidad.
El Adviento es un tiempo de esperanza activa, en el cual debemos “levantar la cabeza” y mirar hacia Cristo que viene a liberarnos de las cargas. También es un camino de encuentro, pues es un tiempo para salir al encuentro de Jesús con buenas obras y con un corazón abierto.
Por lo tanto, la oración y el abandono en Dios no son pasivos, sino una preparación gozosa para recibir al Señor con cuatro elementos que me parecen fundamentales:
- Oración confiada: María pide orar de manera especial, pues la oración abre el corazón a las sorpresas de Dios.
- Alegría compartida: La Virgen invita a vivir estos días con gozo; pues el Adviento no es tristeza, sino esperanza.
- Abandono en Dios: El mensaje mariano habla de entregarse totalmente; lo que se traduce en confianza: dejar que Jesús sostenga nuestro camino.
- Paz como fruto: En Medjugorje, la insistencia en la paz conecta con la misión universal de la Iglesia en tiempos de incertidumbre.
De este modo se nos recuerda que el Adviento, iluminado por el mensaje de la Reina de la Paz es un tiempo para orar, confiar y alegrarse de una manera más intensa. Pues, aunque tú no puedas llegar físicamente a Medjugorje, Medjugorje llega hasta ti y se convierte en un signo visible de este llamado: a experimentar la reconciliación y la esperanza.
En el mensaje, 25 de noviembre de 2024, la Reina de la Paz vuelve a recordarnos la importancia del Adviento: “¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia de la espera, deseo invitarlos a la oración para que el Adviento sea la oración de la familia. De manera especial, hijitos, a quienes abrazo con ternura, los animo a la oración por la paz en el mundo, para que la paz prevalezca sobre la inquietud y el odio. Gracias por haber respondido a mi llamado.”
Ella resalta la dimensión familiar del Adviento, ya que no solo invita a la oración personal, sino a que el Adviento sea “la oración de la familia”. Esto nos abre una perspectiva comunitaria: el hogar como “pequeña iglesia doméstica” donde se prepara la venida de Cristo. Por eso la familia ha de ser “escuela de oración” y “primer lugar donde se aprende la fe”.
También encontramos el abrazo maternal de María como signo de consuelo, pues ella dice: “a quienes abrazo con ternura”. Este detalle es único: no solo exhorta, sino que se presenta como Madre que consuela y sostiene. En tiempos de incertidumbre, el abrazo de la Madre es un signo de la cercanía de Dios Padre.
Por eso la paz de la cual nos habla la Virgen María es para alcanzar la victoria sobre la inquietud y el odio, ya que en el mensaje ella no se limita a pedir paz, sino que la presenta como fuerza que prevalece sobre la inquietud y el odio. Esto nos conduce a una visión dinámica: la paz no es pasiva, sino activa, capaz de vencer las fuerzas contrarias. La paz en las familias, en las comunidades cristianas y en todos los ambientes es “artesanía” y requiere oración y compromiso de cada bautizado.
Finalmente, me gustaría recalcar que Adviento es un tiempo de gracia y espera activa. No es una espera vacía, sino llena de oración y esperanza. Es como un “entrenamiento espiritual” para aprender a esperar con confianza, algo muy necesario en una cultura marcada por la prisa y la ansiedad.
De este modo vemos que el Adviento no es solo preparación litúrgica que nos conduce a la Navidad, sino transformación del corazón, de la familia y de nuestros grupos de oración y comunidades. La oración compartida en el hogar y en las comunidades de creyentes se convierte en semilla de paz para el mundo. El abrazo maternal de María nos sostiene, y su invitación a orar por la paz nos impulsa a ser artesanos de reconciliación en medio de la inquietud y el odio.
P. Gustavo E. Jamut, omv
[1] Referencia a Jeremías 18:4-6
