Oración inicial

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tu luz me envuelve y me protege;  a la vez que el amor de la Reina de la Paz, me rodea.

Tu luz Señor guía mis pasos en este día, y con su resplandor echas fuera, las tinieblas de mi alma, de mi familia, de la Iglesia, de cada rincón de mi país y de toda la tierra.

Reina de la Paz, nos unimos a ti en oración de intercesión, pidiendo a Dios que disipe hasta la más espesa oscuridad, para que ya no regrese -ni siquiera- la más pequeña sombra de mal. Amén.

Texto bíblico para meditar: Del Salmo 26:1

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”.

Del Mensaje de la Reina de la Paz, del 25 de octubre de 2007

“¡Queridos hijos! Como Madre, desde hace muchos años les enseño sobre la fe y el amor de Dios… Amen y no tengan miedo, porque hijos míos, en el amor no hay miedo. Si sus corazones están abiertos al Padre y si están llenos de amor hacia El, ¿por qué tener miedo de lo que viene? Tienen miedo aquellos que no aman, porque esperan castigos y saben cuan duros y vacíos son. Hijos, yo los conduzco al amor, hacia el Padre querido. Los conduzco hacía la vida eterna. La vida eterna es mi Hijo. ¡Recíbanlo y habrán recibido el amor!”.

Reflexión de hoy: “El amor de Dios y de la Virgen María, te liberan de los miedos”

Casi todos nosotros, alguna vez cuando fuimos niños, experimentamos el miedo a la oscuridad.  Este miedo que suele empezar a surgir en torno a los dos años de edad.

Con frecuencia oímos de niños que no se duermen si sus padres no le dejan la luz encendida.  Y si se despiertan durante la noche y al abrir los ojos se dan cuenta que les han apagado la luz y que están rodeados por la oscuridad, se asustan y comienzan a llorar.

Este temor innato hacia la oscuridad está relacionado con diferentes clases de miedos, como seres malvados imaginarios, monstruos, ladrones, pero también es provocado por el miedo al abandono, a la soledad, etc.

Ahora bien, cada uno de nosotros -en diferentes grados e intensidad- aun llevamos dentro de nosotros, vestigios ancestrales de ese niño que teme a la oscuridad. Particularmente cuando el miedo en una etapa concreta de la vida no fue elaborado y trabajado correctamente, sino que en cambio fue reprimido por medio de frases tales como: “no seas tonto”; “eres un cobarde”, etc.

Entonces, cuando eso ha sucedido, ese miedo subsistirá e irá resurgiendo en formas similares a lo largo de las diversas etapas de la vida y a veces con “máscaras” que ocultarán el miedo de la niñez no sanado y que está en la base de la mayoría de los miedos e inseguridades del adulto.

Hay quienes tienen pesadillas frecuentes y recurrentes u otros trastornos de sueño, los cuales también pueden estar relacionados con los miedos no resueltos.

Si este es tu caso ¿Cómo podrás entonces exorcizar esos miedos escondidos en la propia historia?

La respuesta la hallamos en el poder de la oración que te colma de la luz de Dios y de su Madre, Reina de la Paz.  Ellos quieren que los dejes entrar en tu vida para llenarla de su luz, de manera que puedas experimentar la seguridad y firmeza interior que sentía el salmista cuando afirmaba: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” (Sal 26:1).

Y Nuestra Madre nos dice frecuentemente: “Amen y no tengan miedo, porque hijos míos, en el amor no hay miedo”.

Tú puedes comenzar repitiendo con confianza una y otra vez estas palabras; dejando que la fe en el poder protector de Dios y el amor intercesor de la Virgen María te vaya impregnando.

Sin embargo, la consigna no es solo decirlo con los labios, ni tampoco, simplemente entenderlo con la mera razón, sino que la clave está en llegar a experimentarlo -y a gustarlo- en tu propio corazón.

Mientras no internalices hasta las fibras más profundas esta experiencia del amor luminoso del Señor, entonces quedarán en tu interior vestigios del temor infantil que te atacará en momentos de la vida donde ya no hay fundamento para sentir miedo.

Orar

Puedes tomar un Rosario entre tus manos y luego de imaginar como Dios te rodea con sus brazos de luz, dándote seguridad, fortaleza y serenidad, en cada cuenta puedes repetir las palabras del Salmista: “Tu Señor, eres mi luz y mi salvación”. Y en otros momentos también podrías orar con la antífona “Tu Señor, eres la defensa de mi vida”.

Cuando tú oras con el corazón, experimentas la alegría de ser liberado de antiguos miedos y temores, los cuales -como una pátina vieja y enlodada- impedían que fueras inundado por el gozo luminoso de la certeza de que Dios y María te cuidan, y que junto a ellos no tienes nada que temer.

Contemplar

En otro momento puedes imaginar que estas sentado frente a Jesús o delante de su Madre.

Hay quienes para realizar este ejercicio espiritual hasta se sientan en una silla y colocan otra silla o sillón vacío en frente a ellos.  Entonces cierran sus ojos e invitan desde la oración silenciosa de sus corazones, a Dios Padre, o a Jesús, o al Espíritu Santo -o incluso a la Virgen María-, a venir y a sentarse frente a ellos.

Hay quienes se trasladan con la memoria o con la ayuda de algunas fotos hasta algún lugar de Medjugorje, y oran imaginando que están en presencia de la Madre, y en su mano extendida ponen todo lo que les genera temor, ansiedad, miedo e inquietud, a fin de ser llenados del amor de Dios y de la Reina de la Paz.

Varias de estas personas me han compartido como este ejercicio de oración los ayuda a vencer las distracciones cotidianas y a focalizar su atención en la presencia de Dios.  Por lo que sí a ti te ayuda hacerlo, entonces puedes hablar con Dios sobre lo que te inquieta.

Hablarle y oírlo

Puedes dejar que la conversación con el Señor fluya de un modo general y espontáneo.  Pero también puedes conversar con él sobre los miedos que pudieron haber marcado cada etapa de tu vida.

Por ejemplo, puedes decirle: “Señor, ayúdame a percibir si estando en el vientre materno, recibí miedo de parte de mi madre.   Si en esa etapa algo me asustó, lléname de tu luz y pon en mi tu paz”. 

Y luego: “Señor, ayúdame a comprender lo que me asustó al momento de nacer y también los miedos que me pudieron haber afectado durante los primeros cinco años de mi vida… y con tu luz libérame de las consecuencias que dejaron esos miedos no resueltos”.

Y luego detente a escuchar.  El Espíritu de Dios te hablará trayendo a tu memoria algunos recuerdos de temores olvidados.

De este modo o de un modo semejante, puedes ir recorriendo de la mano del Señor en periodos de cinco años, cada etapa de tu vida.

Descubrir serenamente

Ten presente que es importante no forzarte a ti mismo, ni escarbar de manera machacante en tu interior, sino que el mismo Espíritu te irá mostrando y te ayudará a recordar suave y progresivamente los miedos que aun hoy te afectan y que en algunos momentos te hacen sentir como siente un niña o niño indefenso, que se despierta confundido en medio de la oscuridad.

Entregar

En esos momentos, al descubrir bajo la luz de Dios un miedo antiguo o actual, entrégalo a Dios.  Ponlo entre sus manos.  Puedes hacerlo diciéndole algo así como: “Señor, tu eres más fuerte y más grande de aquella o de esta situación (llame por su nombre lo que teme… accidente, traición, enfermedad, etc.).  Corro como un niño entre tus brazos y me cobijo entre tus brazos protectores, para que con tu luz me protejas, me liberes y me sanes.  Amén”

Oración a María Reina de la Paz

Virgen Santísima, me pongo en tu presencia y te pido ser colmado de tu luz, a fin de que pueda descubrir con tu mirada aquello que pueda perturbar mi alma y te pido ser liberado de toda oscuridad producida por aquellos acontecimientos que en el desarrollo de mi vida han sido o son aún causa de temor, ansiedad o miedo.

Creo que, durante este sagrado tiempo de oración y a lo largo de toda esta jornada, Dios tomará bajo su cuidado todos mis pensamientos y emociones, para que se cumpla en mí la promesa que Dios ha hecho por medio de las palabras del apóstol Pablo: “Que él se digne fortificarlos por medio de su Espíritu, conforme a la riqueza de su gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior” (Efesios 3:15)

Oración para ser libres del miedo

Tu Señor, sanaste a tus discípulos del miedo que los mantenía encerrados. Por eso hoy te entrego todos los modelos de miedo que han desarrollado raíces en mi vida y también de aquellos que se han desplegado en mi árbol genealógico.

Yo tomo autoridad sobre toda clase de miedo, especialmente el que se refiere al rechazo y al fracaso o a alcanzar metas y a triunfar.

Yo te pido ser liberado de todo el miedo al agua, a la gente, a las multitudes, a las mujeres o a los hombres, a Dios, a las alturas, a la enfermedad, al dolor a la muerte, a emprender nuevos caminos y proyectos, a lugares cerrados, a espacios abiertos, a hablar claro y a volar por avión.

Señor, deja que mi familia a través de todas las generaciones sienta que se llena de tu amor y que este expulsa el temor y el miedo. 

Permite, amado Dios, que Tu amor perfecto inunde tanto la historia de mi familia, que todo el recuerdo del miedo desaparezca.  Yo Te alabo y Te bendigo, Señor, por lo que estás haciendo.  Amén. 

María es la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual”. 

Papa Francisco

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