PONGAN SUS VIDAS EN LAS MANOS DE JESUS
El día de Navidad celebramos el nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre, la Virgen nos dio un mensaje, que es al mismo tiempo una advertencia y una llamada. Ella dice: ¡Queridos hijos! Ustedes corren, trabajan, acumulan, pero sin bendición. Estas palabras son verdades. Nos tocan incluso más profundamente porque vienen de la boca de la Virgen. Si miramos alrededor, podemos notar como todos estamos preocupados ansiosamente de las cosas materiales. Trabajamos mucho y no tenemos ninguna bendición. No hay bendición porque no ponemos a Dios en el primer lugar. Uno podía notar que en esos días antes de la Navidad, los almacenes, las tiendas y los salones de peluquería estaban más llenos que los confesionarios. Una gran atención se presta al aspecto exterior, mientras que no nos esforzamos en lograr la limpieza interior de nuestra alma. Si estuviéramos tan preocupados por nuestra salvación y nuestra vida espiritual como de las cosas exteriores, el Paraíso pronto comenzaría a florecer en la tierra.
En su mensaje, la Virgen continúa diciendo: ¡Ustedes no oran! Por la mañana, antes de ir a trabajar, la mayoría de los católicos apenas hacen el signo de la cruz, sin ninguna otra oración más profunda. Por la tarde, cansados por causa del trabajo, caemos dormidos en la segunda Ave María, y así día tras día. Nuestro cuerpo se cansa, y nuestra alma aún más. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué no hay bendición? ¿Por qué Dios no nos oye? Él nos oye, pero nosotros somos quienes no lo oímos. Cuando El viene, nunca estamos en casa.
La Virgen nos llama a detenernos ante el Pesebre y meditar sobre Jesús, a quien nos trajo, para que El nos bendiga y nos ayude a comprender que sin El no tenemos futuro. La Navidad, el nacimiento de Jesús, es la festividad del amor eterno e infinito de Dios que ha entrado a nuestra historia bajo la figura de un niño inocente. Mientras meditamos, reflexionamos sobre el nacimiento de Jesús, debemos considerar que no es solamente una hermosa historia acerca de un niño pequeño, de pastores, ángeles y de reyes magos que vivieron en tiempos remotos. Es una festividad que habla sobre el vínculo permanente entre Dios y el hombre. No es un acontecimiento que ocurrió alguna vez. Es una realidad que debería suceder cada día en nosotros. Dios se encarna y cada día se convierte en Dios con nosotros. Lo encontramos en la Santa Misa, en los Sacramentos, en la oración y en las obras buenas. Jesús desea nacer continuamente en nosotros, sus hijas e hijos queridos, así como en la comunidad de sus fieles, en la Iglesia, que es Su Cuerpo misterioso.
La Virgen nos ofrece la solución a todos nuestros miedos, angustias y ansiedades – y es su hijo Jesús. Ella dice: Pongan sus vidas en las manos de Jesús para que El los guíe y proteja de todo mal. Solamente en las manos de Jesús, solamente en Su corazón, tendremos una protección verdadera contra cada mal. Seamos testigos de la Buena Nueva y alegrémonos con ese gozo primordial al cual nos invita San Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense” (Flp 4:4). No seamos como los buscadores de oro que transcurren toda su vida buscando oro, lo encuentran y lo extraen, pero resultan ser más pobres que antes, aunque sostienen el oro en sus manos. Que Jesús recién nacido bendiga nuestra vida entera y todas nuestras nobles intenciones.
Fr. Danko Perutina
Medjugorje, 26.12.2008