¡Queridos amigos!

Esta Navidad, en el 800° aniversario del acontecimiento de Greccio, nos encontramos con el Francisco insólito y con el Cristo pobre. Para Francisco, la admiración por el misterio es un acto de fe. La admiración es más que una emoción, es una forma de comprensión, una percepción de un significado más grande que nosotros mismos.

Si el mensaje del belén es el misterio de la Navidad que gusta esconderse en lo infinitamente pequeño, entonces a nosotros también nos corresponde buscar el camino de la pequeñez.

Si Jesús sabía incluso antes de venir entre nosotros lo que experimentaría de todos nosotros, y aun así vino, ¿no deberíamos nosotros también seguir el mismo camino en todo lo que experimentamos y estar con los pequeños, los desconocidos, los débiles, los olvidados, los no aptos, los cerrados, los pobres, los extraños…?

Francisco vio al Niño olvidado en el pesebre vacío (1 Cr 86). Sí, el pesebre debe estar siempre vacío y el corazón lleno de Aquel que todo lo llena.

El amor encarnado es el camino más corto hacia una amistad duradera. El amor es siempre el camino más corto hacia el hombre. La distancia entre Dios y el hombre disminuyó cuando Dios se hizo niño y vivió entre nosotros.

Que esta Navidad no sea “una de”, sino única y la más importante en el camino de cercanía con Cristo pobre. Que el 800º aniversario sea un estímulo para una comprensión más profunda del amor, ese maravilloso don de Dios que el mundo tantas veces ha reducido a un intercambio de toma y daca. Francisco se declaró “sencillo y analfabeto” (2 Cr 145), pero este hombre sencillo y analfabeto, comprendiendo el misterio de Dios con su amor, comprendió también el misterio del hombre.

¡Que sea lo mismo para nosotros!

¡Feliz Navidad!

Fr. Jozo

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