Quisiera antes de comenzar, saludar nuevamente a todos los que nos visitan de otras partes de nuestra Arquidiócesis. Creo que es un reto grandísimo poder meditar las palabras de nuestra Madre. A simple vista para un espectador, o un educado lector, nos diría que las palabras son claras. Pero tal vez corremos el riesgo de quedarnos en lo superficial pero… ¡nos dice tanto nuestra Madre!.

Por eso, con el permiso de nuestra Señora quisiera retomar algunas palabras que considero clave en este camino cuaresmal. Y, por supuesto, en lo que hoy se vive en el mundo en nuestras familias y nuestra tierra.

En primer lugar: Oración y Misericordia.

Vale la pena recordar que la primera vez que los videntes escucharon la voz de la Virgen fue en un momento de oración en medio de aquel éxtasis de los 6 muchachos. La primera vez que oyeron la voz de la mujer fue al acompañarles en el rezo de las oraciones del Padrenuestro y del Gloria, pero guardó silencio cuando los niños rezaron el Avemaría.

La oración es fundamental para el alma, es un alimento que si no se posee ni se pone en práctica (usare unas palabras que se volvieron parte de nuestro vocabulario en 2020 y años siguientes) nuestro sistema inmunológico espiritual se debilita.

Sin ella quedamos expuestos ante una batalla que se enfrenta todo los días, la lucha entre mi yo y las tentaciones.

Creo que nuestra Madre siempre se preocupa para que nosotros sus hijos nos preparemos en el campo espiritual porque bien preparado ese terreno en nuestras vidas le haremos frente a cualquier situación adversa en la cotidianidad de nuestra existencia.

Y es que la oración es relación: Si hay un momento de amistad con Dios es ese momento en el orar.

Cuántos momentos bellos guardamos con nuestros amigos. Yo los recuerdo con cariño, esos momentos con los amigos de mi infancia, los de Secundaria y los momentos con mis hermanos sacerdotes en el Seminario. Pero por el pasar del tiempo y los destinos pues se quedan en eso, en el grato recuerdo de nuestras vidas. Pero en la oración con Dios siempre se pasa por buenos momentos, repito, es una relación que la encuentro inmediato cuando
la busco. ¡Ojala no sea una búsqueda larga!. Que abre la puerta cuando la toco. Y que da cuando pedimos sin titubear si nos conviene.

Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abrirá. Mateo 7,8.

Creo que por eso nuestra Madre insiste tanto en la oración, porque la oración es fortaleza, la oración es esperanza, la oración es conocimiento, porque sabemos a quien hablamos, y el que esta allí escuchando lo sabe todo, pero aunque lo sepa todo quiere escucharte. Él desea oír nuestra voz.

La oración es encuentro:

Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Mateó 6,6.

Para muchos la oración no es suficiente para los males de este mundo pero es porque no consideran todas las cosas anteriores que les he dicho. Porque no entendemos lo que la Virgen nos pide a traves de la oración y la Misericordia de su Hijo.

Qué sería del ser humano sin la misericordia, el papa Francisco nos dice que el nombre de Dios es misericordia, cuando escuchamos esta palabra creo que de inmediato resuenan en nuestras mentes la invitación que nos hace la Virgen para que procedamos a purificarnos de nuestros pecados. Pasemos de la miseria a la Misericordia dice el papa Francisco.

Veámoslo en varias dimensiones:

En primer lugar: encontrar a Cristo queriendo obtener su perdón, como el publicano, pedirle que tenga compasión de mí, de los otros, de quienes están decidiendo perder su alma y en el altar del perdón encontramos ese atributo de Dios tan propio de él.

Pero también se manifiesta en las obras buenas, en la caridad, esa caridad que no se promulga, ni necesita de aplausos, ni de medallas sino que es esa gracia que se oculta al dar y se manifiesta al ver que tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.

La Virgen quiere que la oración y la Misericordia sean los métodos para acércanos más a su hijo para parecernos más a su hijo.

Segundo lugar: Corazones puros y aprender a escuchar. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Salmo 51,10

La Virgen nos advierte en su mensaje que este corazón puro es una consecuencia de ese conocimiento a través de la oración y la Misericordia, es la renovación que necesita el mundo.
A veces queremos cambiar todo lo de afuera, lo que sucede a nuestro alrededor, pensamos tener las respuestas a los males de este mundo. Pero en realidad el primer cambio debe ser en uno mismo, deben cambiar nuestros corazones, nuestras malas actitudes.

Un corazón puro se trabaja cuando dejamos a un lado la soberbia, y aprendemos a escuchar. Vean como la Virgen conecta y apoya lo que el vicario de Cristo en la tierra nos ha dicho: La iniciativa es de Dios que nos habla, y nosotros respondemos escuchándolo; pero también esta escucha, en el fondo, proviene de su gracia, como sucede al recién nacido que responde a la mirada y a la voz de la mamá y del papá. De los cinco sentidos, parece que el privilegiado por Dios es precisamente el oído, quizá porque es menos invasivo, más discreto que la vista, y por tanto deja al ser humano más libre”.

Escuchen ustedes como nuestra Madre en este mensaje insiste mucho como ya nos lo decía a ese dialogo con Dios. Aprendamos a escuchar, un buen discípulo es el que tiene la capacidad de escucha.

Dejemos que Dios nos purifique porque estando en gracia es como hacemos frente al demonio.

Tercero: En comunión con Jesús para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. ( Juan 17,21-22)

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