Cuando decimos que Amor de Déu es una familia, nos referimos justamente a lo que vivimos el pasado día 26 de febrero en la Vil·la Gospa en la celebración de los 20 años de la Asociación Amor de Déu. Un encuentro fraternal, alegre, en el que el centro de todo estaba Jesús Sacramentado, y en comunión con Él, las más de 400 almas que se acercaron durante todo el día.
El frío anunciado y la lluvia de buena mañana no quitaron la paz a los organizadores de la celebración, convencidos que la Virgen María nos cuidaría y se encargaría de todo aquello que nosotros no podemos controlar, y que vamos aprendiendo que tenemos que dejarlas en sus manos. No había plan B. Confianza plena en la providencia, abandono total en el Señor, que al fin y al cabo es quien lo hace todo.
Y con esta paz en los corazones y una sonrisa a los rostros, nos dispusimos a recibir los peregrinos que poco a poco se iban acercando a Vil·la Gospa, un hogar de la Virgen María abierto a todo quien se acerca.
No podemos expresar el agradecimiento y bendición por el amor de madre con que la Iglesia nos cuida, y que esta vez se reflejó a través de la presencia del obispo Mons. Javier Vilanova, que presidió la celebración eucarística. Una celebración que, como centro de todos nuestros encuentros, se lleva toda nuestra atención y delicadeza en su preparación, para corresponder al acto de Amor que Cristo hace cada vez que se celebra.
El obispo Mons. Javier Vilanova hizo una homilía llena de referencias a Vil·la Gospa como casa de María, recordándonos que la tentación es una prueba ante la que nos tenemos que hacer una pregunta, que es ¿Qué queremos hacer? ¿Obedecer a la tentación o abandonarnos en el plan de Dios? Y para obtener la respuesta nos anima a mirar en la Maestra, la Virgen María, que nos ha robado el corazón a todos. Con ella aprendemos a afrontar las tentaciones, nos decía el obispo Vilanova. Y solo hay una forma, el abandono a la voluntad de Dios.
Y hay que ser conscientes, nos añadía, que cuando ha abundado el pecado y ha conquistado el corazón de la persona, cuando parece que el pecado la domina, no es así, la gracia por medio de Jesucristo ha desbordado a raudales en toda la humanidad.
Profundizando en el “fiat” de María, nos decía que cuando dijo que sí al Señor, no solo acogía todo del Señor, sino que le daba todo. No se dejaba ningún rincón de su corazón para ella. ¡El sí de María es total! Y en este sentido, nos recordaba que el Señor espera nuestro sí. No nos tenemos que guardar nada, y el miedo es la grande de las tentaciones. Y este sí total al Señor es para que nos inunde. Y si inunda nuestra vida, lo podremos llevar a todos.
Nos habló de María como servidora de todos. Es la Madre del servicio. Y nos recuerda que de que sirve la vida si no servimos.
Finalmente, hizo una referencia a los 20 años de Amor de Déu y la necesidad de agradecer a nuestra Madre lo que nos ha dado y sigue dando, pues nos ha dado la vida, sobre todo a través de la confesión. Es ella quien nos lleva a la confesión y a la eucaristía, es decir, a Jesús. Démosle pues gracias por su protección (de lo que vemos y de lo que no vemos) y hagámoslo a través del rezo diario del Santo Rosario, especialmente en familia. Y pidámosle también mucho, pues ella es intercesora y no se cansa de ayudar. Y nos pedía expresamente que le pidamos por la familia, por la juventud y por los sacerdotes.
Finalizada la Santa Misa, pudimos tocar con les dedos el cielo, con la adoración eucarística. La plegaria desde el corazón que realizó Mons. Javier Vilanova, acompañada de momentos de silencio y recogimiento, así como de piezas musicales, nos transportaron Medjugorje.
Los detalles que con amor preparamos para el Obispo Mons. Javier Vilanova en agradecimiento por su presencia, vinieron precedidos por unas palabras del Presidente de la Asociación, Oriol Vives, que quiso recordar a todos los que han hecho y hacen posible el apostolado de Amor de Dios. Y de entre estos nombres, sobresalía uno de muy especial. El recuerdo emocionado del Padre Miquel Peix y la impronta que ha dejado en las personas que lo han conocido y en la Asociación, tuvieron su reconocimiento y expresión a través de la lectura de un texto manuscrito del propio Padre Miquel Peix, que queremos transcribir íntegramente, por la profundidad de cada una de sus palabras:
“Señor, te ofrezco todas las áreas oscuras de mi personalidad.
Te pido el don del Espíritu y con él la fe, la esperanza y la caridad, la plegaria de contemplación en la quietud de mis potencias.
Que el Espíritu me dé una verdadera experiencia de la cruz, la necesito, la deseo, la quiero cómo lo más preciado tesoro.
Me escondo en tus heridas, donde soy invulnerable a los dardos del enemigo.
Quiero situarme de cara al padre y recibir el aliento del Espíritu.”
Después de estos momentos de intimidad y plegaria, llegó el momento de celebración fraternal, con una comida preparada generosamente y con cariño por los voluntarios que, como la multiplicación de los peces y los panes, consiguieron dejar satisfechos a todos con las paellas, fideuás y postres exquisitos.
Las conversaciones, abrazos, risas y anécdotas fueron un constante durante toda la comida. Y mientras los chicos y chicas jugaban y lo pasaban a las mil maravillas, la sobremesa se alargaba sin límite, como en las grandes comidas familiares donde la paz y el amor reinan y uno se encuentra tan a gusto que no marcharía nunca.
Llegó el momento de mirar a nuestra Madre y regalarle eso que tanto le gusta, el rezo del Santo Rosario. Una muchedumbre de almas que se sumaron a las que participaron de las actividades de la mañana, hicieron de este rato un regalo en forma de avemarías a la Gospa. Un rosario rezado con el corazón, como ella nos pide que recemos.
Finalmente, vivimos un momento de lo más emotivo y que es reflejo claro de la comunión de los santos. Diversos testimonios desgranaron la figura del Padre Miquel Peix y su incidencia en sus vidas. Aquellos que lo conocieron lo recordaremos con agradecimiento, y los que no tuvieron esta suerte, descubrieron un hombre de Dios, entregado a su ministerio, providencialista y consciente que es el Espíritu Santo y solo Él, quien transforma nuestras vidas.
Los corazones estaban llenos de gozo y vibrantes de alegría al final de la jornada, después de un día de agradecimiento por tantos regalos que Dios Nuestro Señor nos ha hecho a través de Amor de Déu. Un día en el que el Señor estuvo en el centro de todo y la fraternidad una vez más signo identificativo de estas jornadas a Vil·la Gospa.
Gracias Gospa para querernos tanto, Gracias Señor para darnos a nuestra Madre Iglesia que tanto nos cuida y gracias Espíritu Santo para transformar día a día nuestros coros. Que sepamos decir sí, como María dijo sí.