¡Queridos hermanos reciban hoy siempre La Paz y la alegría de Jesús y de María”
Nuevamente la Reina de La Paz nos recuerda que no estamos solos, sino que ella es nuestra Madre y compañera de camino, pues nos dice: “¡Queridos hijos! Estoy con ustedes”.
En esta época, la tecnología ha facilitado la comunicación entre las personas como nunca antes, haciendo que se acorten las distancias. Basta hacer un “click” para ver a través de una pantalla el rostro de otra persona que se encuentra en el extremo opuesto de la tierra y conversar con ella.
Aun así, una de las frases más frecuentes que escuchamos los sacerdotes, los psicólogos y los acompañantes espirituales es: “me siento solo”. Y esta sensación de soledad parece haberse acrecentado aún mucho más después de la pandemia, como si el tiempo de aislamiento hubiese activado heridas que ya estaban escondidas en el alma.
La sensación de soledad y aislamiento es un malestar que acompaña a muchas personas, aun cuando están rodeadas de muchos familiares y de amigos… A todos ellos Dios y María les dicen: “¡Queridos hijos! Estoy con ustedes”. Y éstas no son palabras de un consuelo efímero, sino que a través de la oración el espíritu Santo quiere sanar las heridas de soledad que han dejado huella en sus corazones y el motivo por el cual estas personas padecen esa sensación de aislamiento.
En los años 90, Celine Dion cantaba un tema musical llamado: “sola otra vez”. Este canto decía, entre otras cosas: “Sola otra vez, no sé vivir, ya no quiero estar sola otra vez, sin amor”. Y es que cada día hay más personas que se quejan de estar agobiadas por la sensación de aislamiento y soledad, aun estando rodeadas de mucha gente.
La Biblia, en el libro del Deuteronomio, tiene una expresión que nos habla de los niveles de soledad más profundos: “soledad rugiente” (Deut. 32,10). Expresión que describe los momentos de soledad más agobiantes, donde el silencio se asemeja a una tormenta que levanta pensamientos que rugen con todo su furor.
Pero el cristiano que ora con el corazón y cree firmemente ser templo del Espíritu Santo e hijo de Dios y de María, le permitirá al Señor liberarlo de esta sensación de oscuridad.
En los retiros espirituales y peregrinaciones he podido notar en quienes van dando los pasos que he mencionado en el párrafo anterior, y que además leen los Mensajes de la Reina de la Paz tratando de vivirlos y se unen sirviendo con perseverancia y fidelidad en un grupo o comunidad, que dan los siguientes frutos:
- Con la ayuda del Espíritu Santo logran asumir la propia sensación de soledad y de aislamiento, para discernir y diagnosticar el grado de estas emociones, y de qué manera les está afectando e influyen en las relaciones interpersonales.
- Pudieron reconocer el origen verdadero del sentimiento de soledad y aislamiento y orar por la sanación de las raíces de la sensación de soledad inconsciente, que en ocasiones es algo repetitivo en la familia, de origen genético a nivel intergeneracional o congénito.
- Fortalecieron el encuentro con Dios y con la Virgen María a través de la oración y de la reflexión, como un modo de poder transformar gradualmente la soledad negativa, en una soledad Crística, es decir colmando el propio corazón de la presencia de Jesucristo.
- Dieron sentido redentor a la soledad, uniéndola a la soledad de María y de Jesús en el Huerto de los Olivos y de este modo descubrieron la fuerza de la vida nueva del Espíritu que late en ellos.
Creamos a la Reina de la Paz cuando nos dice: “¡Queridos hijos! Estoy con ustedes”, poniendo en su mano extendida nuestro corazón, con las heridas de abandono o de soledad que arrastramos a lo largo de la vida, y nuestra Madre con sus caricias lo sanará, ayudándonos a experimentar la cercanía y ternura de Nuestro Padre Dios.
Le pido a Dios que te bendiga. Te saluda tu hermano en Cristo Jesús.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
“Yahvé, tu Dios, está contigo; no te dejará ni te abandonará”.
Deuteronomio 31:6