Este 25 de junio que pasó nos regaló, además de los festejos y celebraciones por el 41º Aniversario de las apariciones en Medjugorje, la Fiesta del Inmaculado Corazón de María. Ese Inmaculado Corazón que -como Ella misma nos ha dicho- triunfará. La Virgen cuenta con nosotros. Dios tiene un plan de amor para realizar en cada uno y, a través nuestro, en los demás. Es por eso que, en el mensaje de este 25 de junio en el 41º Aniversario, la Madre de Dios nos ha vuelto a agradecer: “¡Queridos hijos! Me regocijo con ustedes y les agradezco por cada sacrificio y oración que han ofrecido por mis intenciones”. María cuenta con nuestras oraciones y sacrificios. No solo eso, sino que nos dice que se regocija con nosotros. ¡Qué fuerte es esto! Y debiera movilizarnos interiormente a responder a su invitación y dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas.

Ella es toda de Dios, y todo lo que hace es en respuesta a lo que Jesús le ha dicho al pie de la cruz: “He aquí a tu hijo” (Jn 19,26). Juan te representa a vos y a mí, Juan nos representa a todos. Ella es toda para Jesús, es decir, todo lo hace en función de acercarnos a Él, no se guarda nada para sí, eso lo han vivido y expresado muchos santos a lo largo de la historia de la Iglesia. María ha tomado muy en serio estas palabras de su Hijo. Y en los últimos 2000 años todo lo que hizo fue recorrer el mundo en busca de los hijos perdidos. En su Diccionario de las “apariciones” de la Virgen María, el reconocido mariólogo René Laurentin (1917-2017), recoge más de 2.400 lugares de apariciones en el mundo.

La Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús la celebramos en esta ocasión el 24 de junio, tan importante es para el pueblo fiel, que la festividad de San Juan Bautista se realizó el día anterior. El 24 de junio, se cumplieron 41 años de la primera aparición de la Reina de la Paz en Medjugorje. Ese día de la primera aparición la Virgen María dio un mensaje, pero sin palabras, sonreía, hacía el gesto con su mano de que se acercaran a Ella, y en sus brazos tenía al Niño Jesús. Esto es la síntesis de todo lo que María es, y de todo lo que hace. María ese día -testimonian los videntes- no habló. Y tampoco hacía falta que lo hiciera. El mensaje más importante que podía darnos lo ha dado en silencio. Y en esa ocasión, en la Colina de las apariciones, lo trajo a Jesús hasta nosotros. Eso es lo que hace desde su sí a Dios en la Anunciación (Lc 1,38), dónde Lucas nos cuenta en el versículo siguiente que: “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (Lc 1,39). Se pone en camino y va a visitar a su prima Isabel. María no va sola, llevaba a Jesús en su seno. También a nosotros viene a traernos a Jesús. Es que, aunque no lo traiga en sus brazos, podemos encontrar a su Hijo en sus mensajes, tal vez ese es el motivo por el que nos ha invitado tantas veces a vivirlos. Viviéndolos estamos viviendo también el Evangelio. Nos volvemos a Dios, abrimos nuestro corazón en la oración, nos disponemos de mejor manera para ayunar, para la Eucaristía, para rezar y contemplar los misterios del rosario, para dejarnos llenar del amor de Dios y de su paz, y así poder dar amor y paz a nuestro prójimo. Viviéndolos nos abrimos a la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, nuestro corazón se dispone diferente, buscando obrar según Dios. Es por eso que, en el mensaje del 25 de junio pasado, también dice: “Hijitos, no olviden que son importantes en mi plan de salvación de la humanidad. Regresen a Dios y a la oración para que el Espíritu Santo obre en ustedes y a través de ustedes”.

Es bueno festejar, y es doblemente bueno cuando celebramos a la Madre de Dios. La misma que acogió a Juan como su hijo, y a la que Juan llevó a su casa como su madre (Jn 19,27). Esa mujer llena de gracia (Lc 1,28), como la saludó el ángel y dijo que sí al plan de Dios para Ella y, a través suyo, al plan de Dios para todos sus hijos. Por eso es muy bueno llevar a María a nuestro hogar, a nuestra familia, a nuestro trabajo, a toda nuestra vida. Porque con Ella a nuestro lado, el plan de amor de Dios se realizará en nosotros y, a su vez, podremos ayudar a la Virgen a realizar su “plan de salvación de la humanidad”, como nos dijo en su último mensaje. Vivamos sus mensajes, así podremos estar preparados para responderle a Dios en lo que nos pida, como lo hizo Ella: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

¡Gracias Madre por estos 41 años de gracia con tu presencia en medio nuestro! Por eso te decimos, como buenos hijos tuyos, uniendo nuestros corazones en la oración: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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