Confinados

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Son muchos los acontecimientos que se vienen sucediendo desde que apareció este maldito virus. Todos tenemos un amigo, familiar o conocido, víctima de la pandemia, consecuencia directa o indirecta de la misma, y parece que nos estamos acostumbrado a que todos los días los fallecidos se cuenten por cientos en nuestra Patria o por miles en el mundo. Es terrible que nuestros hermanos mueran sin el consuelo de los suyos y sin poder recibir los sacramentos. Terrible.

Son tiempos duros, de prueba, de tribulación. En España y otros países vemos como la policía entra en las catedrales y en las iglesias para suspender Misas que se están celebrando, sin que las puertas de las mismas estén abiertas y respetando las normas de sanidad e higiene impuestas. Da igual que sea un obispo, un párroco o una comunidad religiosa. Es diabólico.

No se entiende como las iglesias en España se encuentran cerradas y no podemos acudir a ellas. Los supermercados, las farmacias, los estancos, los quioscos de prensa, las fábricas, los bancos, etc. se encuentran abiertos y podemos comprar en ellos, pero los católicos no podemos ir a las iglesias y recibir los sacramentos.  Eso sí, por la televisión o por youtube, sí vale. Creo que la pastoral a corto plazo va a tener que centrase en recuperar a muchos de los fieles para que acudan personalmente a las iglesias.

Pero las iglesias las hemos cerrados nosotros mismos, sin estar prohibido el culto. Y lo que pudiera ser lógico en un principio, ahora, después de cuarenta días, empieza a ser inexplicable. Ni misas, ni adoraciones, ni confesiones, ni bodas, ni bautizos, ni … El Maligno se tiene que estar frotando las manos. No sólo el mundo le volvió la espalda a Dios, sino que hasta le ha cerrado las puertas de sus iglesias. Salvo honrosas excepciones, claro.

Item más, nuestra Madre, la Reina de la Paz, comunica a Mirjana el mes pasado que ya no habrá más apariciones los días dos de cada mes y, por tanto no habrá más mensajes en esos días. Parece que la Gospa se adelantó al confinamiento, previendo la ausencia de peregrinos en Medjugorje, o, más bien, nos está haciendo recapacitar.

Esperemos que todo esto nos sirva para pensar a cerca de la vida que llevamos y recuperemos el trato con Dios. Es una suerte contar con la Gospa, con su cercanía, con su amparo, con su protección, con su amor.

Esperamos y deseamos que los gobiernos se acuerden de nosotros, los católicos, a la hora de terminar con el confinamiento instaurado. Mucho se oye de los planes de abrir parques, jardines, colegios, bares, restaurantes, suvenires, teatros, cines, y demás; también se habla mucho de las forma de salir a la calle los niños, los mayores, de hacer deporte, de incorporación al trabajo, etc. Pero poco se dice de cuándo se abrirán los templos y se celebrarán los actos de culto, pública o privadamente, y de cuándo podremos despedirnos cristianamente de nuestros muertos.

Es estos momentos nos acordamos de las palabras del Papa cuando decía que los pastores debían oler a oveja.

Termino por preguntarme cómo habría Jesús actuado en estas circunstancias. Y ustedes ¿se lo han preguntado?

Deseando estamos poder asistir a Misa, comulgar sacramentalmente, confesarnos y, si Dios quiere, poder peregrinar nuevamente a Medjugorje, a visitar a nuestra Madre. Largo nos lo fían, pero tenemos unas poderosas armas, las más poderosas: la Eucaristía, el ayuno, la oración con el corazón, la confesión y la lectura de la Palabra de Dios. Con ello, de la mano de la Reina de la Paz, lograremos salir adelante y vencer.

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