Queridos hermanos, pediremos por la sanación del cuerpo y del alma.
Señor Jesús, gracias. Esa es la primera palabra que nos viene a la mente cuando nos encontramos Contigo.
Gracias porque nos has revelado el amor de Dios, el amor del Padre. Nos has revelado que Dios es el Padre Misericordioso.
Señor, te pedimos, ayúdanos a ser como María, dame la gracia para que, como María, pueda decir sí: si a Ti, mi sí a Tu Voluntad. Para que, como María, pueda decir: “Heme aquí, Oh Señor, hágase en mí, según Tu Palabra“.
Señor, despierta y fortalece en mí, que como María, con todo el corazón me entregue a Ti, me done a Ti.
Fortalece mi confianza en Ti, para que crea que Tú me amas, para que crea que Tu Amor es más grande que mis pecados.
Fortalece la confianza para que crea. Estoy en Tus Manos, que no me preocupe angustiosamente por el futuro, y en los momentos en que estamos ahora, que crea que todo estará bien, estoy en Tus Manos.
Señor, fortalece la fe en nosotros, la fe en que para Ti nada te es imposible.
Señor, despierta en todos nosotros el amor por Ti, para que te amemos con todo el corazón, Oh Señor, para que te ame más que hasta ahora.
Vivifica en mí el amor por la oración, el amor por Tu Palabra, para que me alimente de Tu Palabra.
Crea el amor en mi por el ayuno, la Cruz.
Vivifica en mí, Oh Señor, el amor por los miembros de mi familia.
Señor, concédeme también el amor por los demás, por las personas que me son queridas, por las personas que me pesan, las personas que no aguanto, la persona que me ha ofendido, que me ha hecho daño, que me ha hecho una injusticia, la persona a la que no saludo, con la que no hablo, con la que no estoy en buena relación.
Señor, concédeme el amor para que Tu Amor me abra los ojos para el bien de los demás, para que pueda desear el bien a los demás, para que pueda ver todo lo bueno que hay en los demás, que pueda perdonar como Tú me perdonas a mí, para que yo pueda perdonarles a los demás. Que el amor en mí sea más fuerte que las debilidades de los demás: Señor, concédeme el amor.
Señor, te pedimos ahora por el don de la libertad interior. Tú nos has creado para la libertad, nos has dado la libertad, quieres que seamos libres, para que en la libertad podamos decidirnos por Ti.
Nosotros, Oh Señor, muchas veces somos esclavos de las cosas, de las personas. Sí, existen las necesidades, lo esencial y nos olvidamos de Ti, Oh Señor, y las cosas comienzan a enrolarme a mí, me convierto en una marioneta en sus manos, empiezo a servir a las cosas en vez de servirme de ellas.
Señor, te pedimos, libra nuestros corazones de la esclavitud, para que podamos decir no a la esclavitud, que pueda desprenderme de las cosas, dejarlas.
Señor, te pedimos por la gracia de apagar el televisor, internet, que me quitan tanto tiempo. Para que pueda decidirme por Ti, Oh Señor Jesús, por la oración por los miembros de mi familia, que no mire sólo una pantalla, sino que mi mirada la dirija hacia Ti, Oh Jesús, hacia Tu Palabra, hacia los miembros de mi familia.
Te pedimos, Oh Señor, por todas las personas que son esclavas del alcohol, de la droga, del juego ¡libra nuestros corazones. Oh Jesús!
Te pedimos por todas las personas que son esclavas del espíritu maligno, que están bajo su influencia, su poder y no son conscientes de ello; libra nuestros corazones Oh, Señor. Líbrame, Oh, Señor Jesús, líbranos, Oh, Señor.
El Señor esté con vosotros: Señor Dios, bendice a todas las personas que están unidas a nosotros en oración, también a aquellos que no están unidos a nosotros, que están enfermos.
Bendice, Oh Señor, a las personas enfermas en el cuerpo y en el alma, que sientan Tu Amor, Tu Paz; y Tú, concédeles la salud del cuerpo y del alma Señor, pero según Tu Voluntad, según Tu Voluntad, Señor, glorifícate por medio de ellos.
Bendice, Oh Señor, a todas las personas que sufren ahora por el coronavirus, que sientan Tu Presencia y Tu Cercanía.
Bendice a todos los médicos, al personal médico, a las enfermeras, a todos los que sirven y cuidan de los enfermos, concédeles, Oh Señor, la fuerza, despierta en ellos el entusiasmo, el amor. Dales la paciencia, concédeles la perseverancia y la capacidad de esperar en la paciencia, en la comprensión.
Con el poder de tu Espíritu, reconfórtalos, Oh Señor, con el poder de Tu Espíritu Consolador y defensor.
Y a todos vosotros, con la intercesión de Nuestra Madre María, la Reina de la Paz, os bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén
Fr. Marinko Šakota