¡Queridos hermanos reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

Al leer este mensaje que nos da Dios a través de su Madre, en el cual vuelve a hablarnos de “este tiempo de gracia”, más de uno se estará preguntando: ¿cómo puede ser llamada nuestra época un tiempo de gracia? Especialmente si se tiene en cuenta la epidemia actual del coronavirus, y otras epidemias humanas y morales que no son menos peligrosas, como por ejemplo: la ideología de género, la desvalorización de la vida masiva en muchos países de América latina en contra de la vida ya concebida, los ataques y las calumnias de algunos medios de comunicación social contra el Santo Padre y contra la Iglesia, el flagelo de la droga y de la inseguridad, entre tantos otros males.

A mi entender, la Reina de la Paz quiere que abramos los ojos y que comprendamos que la gracia de Dios está siempre disponible para nosotros; pero que sin embargo en ocasiones miramos, pensamos, hablamos y nos dejamos deprimir y desanimar por tantas epidemias actuales, que nos llevan a desviar nuestra mirada de Dios y de todo aquello que Dios quiere hacer a través de nosotros en nuestros ambientes.

Con frecuencia encuentro católicos -que incluso han peregrinado a Medjugorje en varias ocasiones- que han sido ganados por la tentación diabólica del desánimo y del desaliento, olvidando así que la fe y la esperanza han de ser dos de las principales armas espirituales que los cristianos debemos utilizar en el combate espiritual en el cual nos encontramos enzarzados hoy; combate entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.

A todos puede servirnos leer y recordar el siguiente cuento:

 

Cierto día y producto de una gran crisis mundial, el infierno se fue a quiebra, fue así que el diablo decidió vender todas sus herramientas al mejor postor.

El aspecto de la subasta era imponente: todas sus armas estaban dispuestas de tal forma que no podían dejar de llamar la atención. Allí se encontraban entre otras: el odio, la malicia, la envidia, los celos, el rencor, la avaricia, los chismes, las calumnias, el egoísmo, la traición, la violencia, y muchos otros implementos del mal.

Separado del lote principal, había un objeto aparentemente inofensivo con aspecto de haber sido muy usado y cuyo precio era muy superior al de todos los demás objetos.

Alguien preguntó al diablo: – ¿Cómo se llama ese instrumento?

Y éste contestó: – Desaliento.

-¿Por qué su precio es tan alto?

La respuesta no se hizo esperar:

– Porque este instrumento es más útil que cualquier otro.

Y explicó: Con el desaliento puedo entrar en la conciencia del ser humano cuando todas las demás herramientas han fallado. Una vez adentro, con esta sola arma puedo llegar a hacer lo que desee con las personas: puedo hacer que bajen los brazos, que se rindan, con esa arma puedo hacer que se desmotiven y abandonen sus sueños, con esa arma tengo muchas vidas frustradas y sin propósito en esta vida.

Está muy gastada porque la utilizo mucho y con casi todo el mundo. Como muy pocos saben que me pertenece, puedo usarla continuamente para lograr mis propósitos.

Debido a su utilidad, el precio del desaliento era tan alto… que aún hoy… sigue siendo propiedad del diablo.

Hoy quisiera invitarte a meditar y a preguntarte si, en algunas ocasiones, olvidas que éste es un tiempo de gracia y terminas cayendo en el desaliento.

Para sacudirnos del alma y protegernos de la epidemia del desaliento, es necesario vivir esta Cuaresma orando con el corazón y ayunando con alegría y con confianza en que el poder de Dios es más grande que cualquier mal en la tierra o que provenga incluso del abismo, pues Jesús muriendo en la Cruz y resucitando, ha vencido a Satanás para siempre.

También nuestra Madre nos recuerda que así como la naturaleza lucha en silencio por una vida nueva, también nosotros debemos luchar continuamente, a fin de que el cambio comienza en nuestros corazones.

Hay que observar que incluso hay católicos que -aún siendo practicantes y con muy buenas intenciones- tienen algunos modos de concebir a Dios y la práctica religiosa que pueden estar muy cerca de la idolatría. Es esa mentalidad que lleva a 1 Juan 4:20, a decir: “Y si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto ¿Como puede amar a Dios a quien no ha visto?”.

El tiempo de Cuaresma, es un tiempo propicio de gracia para superar el escándalo de las divisiones especialmente entre católicos. Divisiones y peleas que hacen tanto daño a la Iglesia y que hieren el corazón de Nuestra Madre; éste es un tiempo de gracia, porque es un tiempo propicio para deponer las armas de rencor y pedir al Espíritu Santo ser sanados de complejos y de envidias, y para trabajar así unidos en la construcción de una sociedad mejor que lleve a los habitantes de nuestros países a revalorizar las enseñanzas de Jesús, de manera que a través de nuestro testimonio de vida, quienes nos rodean, sientan la atracción de salir de la oscuridad que propone el consumismo y el hedonismo actual, y caminar hacia la luz de querer vivir en el amor y en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y de la Iglesia.

Animemos en este tiempo de Cuaresma a fortalecer nuestra oración diaria y a ayunar a pan y agua los miércoles y los viernes, y entonces podremos ser testigos en poco tiempo de los milagros de Dios, ya que junto a él se hace posible lo que humanamente nos parece imposible.

Le pido a Dios que te bendiga, y a ti te pido que me lleves en tu oración que yo en mi oración te llevo.

 

Padre Gustavo E. Jamut, omv

http://www.peregrinosenlafe.com.ar/

http://www.mensajerodelapaz.org.ar/

 

 

 

Compartir: