Queridos amigos:
¡Reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!
En el artículo anterior hemos reflexionado sobre algunas de las formas de oración que nos presenta el Catecismo de la Iglesia Católica, como son la oración de bendición y de adoración. Y hoy estaremos meditando sobre otras formas de oración que también encontramos en el Catecismo de la Iglesia y como se complementan con la escuela de oración que nos ofrece la Reina de la Paz.
La oración de petición
El catecismo (2629-2630) nos presenta diferentes términos bíblicos que nos ayudan a comprender y a practicar la oración de petición: “El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición”.
La Virgen en sus mensajes nos enseña a pedir la bendición de Dios que nos ayuda a crecer espiritualmente: “hijitos míos, no pueden crecer sin la bendición de Dios. Día a día, ustedes deben pedir esta bendición” (10 de abril de 1986)
Ella también nos invita a clamar a Dios pidiendo la venida del Espíritu Santo y sus dones, pues él es maestro de la oración cristiana: “Los invito, queridos hijos, a pedir los dones del Espíritu Santo” (17 de abril de 1986).
En el Mensaje del 25 de diciembre de 2017, durante la aparición anual a Jakov, María nos invita a pedir el don de la fe: “Queridos hijos, hoy en este día de gracia, los invito a pedir al Señor el don de la fe”.
María -en su escuela de oración-, nos enseña como lo hizo en Caná de Galilea lo que debemos pedir, cuando debemos pedir, y como debemos hacerlo. Por lo tanto nosotros podemos pedir a Dios con ella y por intermedio de ella: “Queridos hijos, pidan a Dios las gracias que El les concede a través mío” (Mensaje, 25 de agosto de 1987).
La oración de Perdón
Las cargas de culpabilidad inconsciente nos hacen mucho daño, pues de a poco corroen la paz del alma y nos quitan las fuerzas y la alegría.
Los jubileos bíblicos y eclesiales son momentos sagrados que nos animan a confiar en el perdón de Dios y a la reconciliación, y que por lo tanto abren puertas a la bendición y a la sanación que procede de Dios.
Sin embargo, si no prestamos atención Satanás tratará de mantenernos atados con aquello que no confesamos o que no entregamos en oración.
El número 2631 del Catecismo de la Iglesia Católica, asocia el perdón como una de las formas de la oración de petición: “La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “ten compasión de mí que soy pecador”: Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de El” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón”.
Por otro lado la primera carta de Juan 1:9-10, nos invita a confiar en el perdón de Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
Así como también Santiago 5:16 “Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados”.
En Medjugorje los confesionarios se ven siempre llenos, y es porque la Gospa frecuentemente nos invita a entrar a la escuela del verdadero perdón: “hijos míos, si deseáis caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios, debéis aprender a perdonar y pedir perdón” (Mensaje, 2 de septiembre de 2010, dado por la Virgen a través de Mirjana).
El perdón que recibimos de Dios es una invitación permanente a perdonarnos a nosotros mismos, a perdonar a quienes nos han lastimado y que se han arrepentido, e incluso a perdonar los acontecimientos y los momentos dolorosos de la vida, para que así pueda sanar nuestras almas.
La oración de intercesión
Pero la persona contemplativa va saliendo de las zonas de confort con su oración, para llegar -como nos pide el Papa Francisco- a las periferias existenciales; y eso se logra con la oración de intercesión que hacemos por todo el mundo, y por cada ámbito de la sociedad.
La Iglesia, como madre nos enseña que si queremos parecernos a Jesús, debemos orar por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo: “La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús… El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros… y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27). 26 Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (CIC 2634).
Dios, a través de tu oración de intercesión hecha con el corazón, cambiará muchos acontecimientos y hasta salvará vidas.
María en sus mensajes nos insiste permanentemente de interceder por un sinfín de personas y de necesidades; y entre las primeras prioridades que Ella nos pide se encuentra la oración de intercesión por: la paz en los corazones y el mundo, por los sacerdotes y por las familias.
No olvidemos que: “Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios… En la intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (recuérdese a Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34). (CIC 2635).
Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por ellas (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1) (CIC 2636).
Se puede ir a Medjugorje solo como turista, y entonces se sacarán pocos frutos; o se puede ir como verdaderos peregrinos que abren de par en par las puertas del corazón a Dios, para descubrir el poder de la oración intercesora, que es semejante a círculos concéntricos de bendición que se expanden y que llegan a cada rincón del mundo.
Por lo tanto ¿qué te parece si en este tiempo tratamos de profundizar y de renovar nuestra vida espiritual a través de la oración de petición, perdón e intercesión, para poder así ser testigos de los milagros de Dios?
Me encomiendo tus oraciones y le pido a Dios que te bendiga abundantemente.
Padre Gustavo E. Jamut, omv