Queridos amigos y hermanos en el Corazón de la Reina de la Paz, reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María:
Al igual que sucede con cada mensaje de la Virgen María, son muchas las ideas y enseñanzas con las que ella nos bendice. Y como no podemos abarcar tal amplitud en las enseñanzas de la Madre, prefiero centralizarme en una sola idea; por lo cual en esta ocasión quiero compartir contigo una reflexión en torno a las siguientes palabras: “este es un tiempo de gracia, un tiempo y un llamado a la conversión, para ustedes y las generaciones futuras.”
En muchos de los retiros y jornadas que junto a otros hermanos de mi comunidad suelo predicar, con frecuencia está presente la temática de la herencia intergeneracional. También el Señor me ha permitido escribir al respecto, e incluso algunas editoriales han impreso un Rosario de Bendición intergeneracional que, entre otros idiomas, ha sido traducido a la lengua croata y hasta en chino, lo cual me hace comprender la necesidad que hay de enseñar correctamente acerca de este tema.
Pero tratemos de comprender -aunque sea muy sintéticamente-, a qué me estoy refiriendo con este tema de la herencia que se transmite a las diversas generaciones.
En este mensaje del mes de octubre la Reina de la Paz nos habla de: “tiempos de gracia” y como esto se transmite a las generaciones futuras.
Sin duda podemos afirmar que también en el pasado personal de cada uno de nosotros ha habido otros tiempos de gracia. Y también ha habido tiempos de gracia en la historia familiar, en la historia de la Iglesia y de cada uno de los países en los que cada uno de nosotros ha nacido o vive actualmente. Y nosotros nos hemos visto beneficiados por esa herencia de gracia trasmitida a lo largo de las generaciones.
Los tiempos de gracia son tiempos especiales para sembrar bendiciones a través de la oración hecha con el corazón, son tiempos de trabajo espiritual para lograr una conversión más profunda de la mente y del corazón, son tiempos para ser liberados a nivel personal, familiar, eclesial y social de las insidias del diablo, y para obtener sinnúmero de otras gracias que Dios quiere concedernos a nosotros y a nuestros descendientes.
Muchas de las cosas que nosotros disfrutamos son gracias que hemos heredado de quienes nos han antecedido en el camino de la fe. Pero nunca debemos olvidar que siempre es Dios el autor de todo bien, tal como lo afirma Pablo cuando dice: “Yo planté y Apolo regó, pero el que ha hecho crecer es Dios. Ni el que planta ni el que riega valen algo, sino Dios, que hace crecer”. (1 Corintios 3:6-7).
Nosotros cosechamos lo que otros han sembrado; pero en justicia también a nosotros nos toca ser sembradores de oraciones y obras de misericordia, a fin de que las próximas generaciones puedan cosechar lo que nosotros hemos sembrado.
¡Cada vez que trasmitimos la Palabra de Dios y damos a conocer los mensajes de la Reina de la Paz estamos sembrando bendiciones desde el presente hacia el futuro!.
¡Cada vez que somos generosos ofrendando nuestro tiempo, dinero o talentos estamos sembrando semillas de bendiciones en el presente que seguirán germinando en el futuro! Por eso, San Pablo también afirma: “Sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente”. (2 Corintios 9:6).
María siembra generosamente con un “SÍ” permanente y pleno, entregándose sí misma junto a todo aquello que en su vida ha recibido de parte de Dios; por eso Ella puede proclamar sin ningún atisbo de duda: “En adelante todas las generaciones me llamarán feliz” (Lucas 1:48); lo cual viene cumpliéndose desde hace más de 2000 años y lo cual seguiremos heredando los católicos hasta el final de los tiempos.
Pero así, como en la historia de las familias y de los pueblos ha habido “tiempos de gracia”, lamentablemente en otros momentos ha habido “tiempos de desgracias”, especialmente a causa de pecados y de situaciones dolorosas y traumáticas. Pienso en las guerras y las consecuencias que llegan hasta el presente; las divisiones y peleas familiares; las idolatrías y las enfermedades genéticas. En definitiva, la lista de acontecimientos dolorosos sería interminable…
Sin embargo, Dios Padre, en su gran misericordia, nos envía a su hijo Jesucristo, por lo cual debemos sentir la alegría de que: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).
Lo mismo podemos afirmar que sucede en nuestras familias cuando empezamos a orar y a interceder por quienes partieron de esta vida sin haberse preparado convenientemente; o que han tenido una muerte prematura… Por lo cual, no dejemos pasar ningún día sin orar por la purificación de las almas de quienes están en el purgatorio. No sólo ellos se beneficiarán de nuestras oraciones y sacrificios, sino que también nosotros seremos liberados de comportamientos negativos -heredados o aprendidos-, y se abrirán nuevas puertas de bendición a tantas gracias que han recibido aquellos ancestros y que nos trasmiten la fuerza espiritual y la vida de la fe porque han llevado una vida ejemplar y santa.
Aprovechemos este “tiempo de gracia” del cual nos habla la Reina de la Paz y seamos sembradores también en las periferias existenciales de tantos hermanos nuestros que aún no han tenido la experiencia del amor de Dios.
Te saludo y te abrazo fraternalmente los corazones de Jesús y de María.
Padre Gustavo E. Jamut
Oblato de la virgen María
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