Somos muchos los que hemos tenido la oportunidad de ir a Medjugorje. Algunos habrán tenido una llamada interior, otros quizás han acompañado a su cónyuge sin demasiado interés. También estarán los que han llegado por casualidad o incluso los que han ido con espíritu crítico, miedos o barreras interiores. Pero sin duda para la gran mayoría de los que han pisado la tierra de María, Medjugorje representa un impulso a su vida espiritual. No deja indiferente a nadie, el corazón se embriaga de tal manera del Amor de Dios, que produce conversiones fuertes y propósitos firmes para caminar hacia la santidad.

¿Pero qué pasa al cabo de un tiempo en realidad? ¿Tiene continuidad ese fuego que prendió con fuerza en el corazón? ¿Se cumplen los propósitos que se tomaron a la vuelta de Medjugorje?.

No puedo ser yo quien responda a estas preguntas. Ni tan solo la Virgen es capaz de responderlas, tal como en el mensaje de este mes nos da a entender: “…Hijos míos, en qué medida habéis respondido a mi llamada, Dios lo sabe”.

Pero sí que cuando seguidamente, en el mismo mensaje, la Virgen nos dice: “Yo os invito: ¡No es tarde, decidíos por la santidad y la vida con Dios en gracia y en paz!”, creo que da a entender que muchos no respondemos a esa llamada a la santidad.

No sé, no sé… a mi mente me vienen las palabras de la Virgen: Dios lo sabe, Dios lo sabe

Yo no soy quién para escrutar a los más de 1.800 peregrinos que he acompañado en esos 18 años en los que he organizado peregrinaciones. Solamente deseo la santidad para cada uno de los que he tenido la oportunidad de acompañar a Medjugorje. Deseo, tal como la Virgen nos indica, que ella “….nos bendiga y nos dé el ciento por uno”.

Aquéllos que han sabido abandonarse a los dones y frutos con que nos ha bendecido la Virgen en abundancia a lo largo de estos 37 años de apariciones están de enhorabuena. Pero… ¿y aquéllos que se han quedado en el camino? ¿ Y los que visitaron esa tierra bendita, que se maravillaron del programa de oración de la parroquia, que en su momento se emocionaron con los testimonios de los videntes o frailes del lugar y no han dado fruto?.

Tantos y tantos peregrinos, después de esa experiencia espiritual en Medjugorje,  han descubierto que todo cuesta, que ese fogonazo en el corazón ha desaparecido y que los frutos quedan como diluidos.

Y muchos nos preguntamos … ¿por qué?. La respuesta no es fácil….pero disculpad mi atrevimiento. Si un peregrino va a Medjugorje, regresa con un chute espiritual y toma la decisión de purificarse y llevar un camino de conversión para amar más y más a Dios pero al cabo de un tiempo Medjugorje se convierte sólo en un bonito recuerdo, en una emoción espiritual que se tuvo en su momento, yo me pregunto: ¿Acaso no habremos fallado en el acompañamiento posterior?.

¿Nos tomamos en serio los mensajes de María?, ¿leemos cada día el último mensaje en nuestro rato de oración? ¿Nos proponemos leer periódicamente algún libro sobre Medjugorje del P. Slavko, del P. Jozo, etc? ¿Formamos parte de un club de lectura para enriquecernos espiritualmente? ¿Acudimos a los retiros y encuentros que se nos proponen con el corazón abierto?.

Pienso sinceramente que muchos peregrinos tienen el gran deseo de ser santos, de llevar un camino de conversión real pero si no se utilizan los instrumentos disponibles, si no se toman decisiones concretas en este sentido, será muy difícil -por no decir prácticamente imposible- responder a la llamada de María.

En cambio, si entramos en la Escuela de María, los dones y frutos serán abundantes. Y entrar en la escuela significa: asistir a retiros, recibir formación, aprender a rezar, formar grupos de oración, meditar, rezar, adorar al Señor…. una y otra vez, y como si fuera una escuela de verdad…cada año volver a empezar un nuevo curso.

Si no aprovechamos los medios concretos que nuestros Centros de Paz y Asociaciones – vinculados al apostolado de Medjugorje- nos ofrecen para vivir la Escuela de María, el demonio no tendrá que trabajar demasiado. El mismo mundo y la carne se encargarán de apagar ese fogonazo que se recibió en el corazón cuando estuvimos en Medjugorje.

Pidamos a la Reina de la Paz su ayuda ya que desea nuestra santidad. Ella anhela fervientemente que respondamos a su llamada para recibir “esos dones y frutos en abundancia”. Y también sabe de nuestras limitaciones, de las circunstancias que sobrellevamos, es consciente de nuestras dificultades y, por eso, como Madre nos invita a decidirnos.

Reina de la Paz, intercede por nosotros para que el Espíritu Santo nos haga fuertes en la decisión que debemos tomar para alcanzar “la santidad y la vida con Dios en gracia y en paz”.

 

Unidos en Cristo y en la oración,

Oriol Vives

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