El mes de septiembre del año 2008 peregriné por primera vez a Medjugorje. Me emociono cada vez que recuerdo ese viaje, al que acudí casi arrastrado por mi mujer. Todavía me pregunto por qué Dios quiso premiarme de este modo. Mi vida cambió drásticamente.
No ha sido fácil el camino hasta ahora. El Maligno acecha e intenta desviarte del camino correcto, no aguanta que te hayas alistado profesionalmente en el ejército de María, en la Infantería de María. Estamos en guerra, batallamos continuamente y, además, debemos realizar continuas incursiones en el terreno enemigo para rescatar el mayor número posible de almas para nuestro ejército, para el Señor. Y permanecer alerta para mantener las posiciones alcanzadas y recuperadas. Mansos como palomas y astutos como serpientes.
No he dejado de ir a Medjugorje cada año, primero porque uso de la libertad que Dios me ha concedido, y después porque me hace falta. Han sido muchas las experiencias vividas y sentidas en Medjugorje en estos años, y todas buenas. Cuando me preguntan por Medjugorje (los que preguntan, claro) siempre contesto lo mismo: Medjugorje es un sitio de Paz, desde que te bajas del avión en Dubrovnik, o en Split, empiezas a sentir algo especial que es muy difícil describir. Subes al autobús que te trasladará a Medjugorje y empiezas a moverte inquieto en el asiento, y van llegándote mensajes, bien por medio de alguna conversación con el resto de peregrinos, bien por parte de la persona que te ayuda como guía, o bien mensajes internos que hacen que te sientas bien, cada vez mejor. Y te vas acercando, y tu alma empieza a sentirse como en casa. Y divisas las torres de la Parroquia, aquella que considerarás para siempre como tuya propia, nunca dejarás de ser feligrés de la Parroquia de Santiago de Medjugorje una vez que has peregrinado a ella. Y empieza para ti una experiencia única, una experiencia de amor inenarrable. Recibes una continua lluvia de gracias que en un primer momento no alcanzas a comprender.
Y si tienes la suerte de acompañar a un grupo, vas notando el cambio en los peregrinos. Si te das una vuelta por los confesionarios compruebas como hay compañeros de viaje que se confiesan después de diez, quince, veinte, treinta años. La Misa diaria atiborrada de fieles… Y la Adoración a Jesús Sacramentado … Tu alma se regocija en el Señor, tu Salvador, y te abandonas a Él.
Y redescubres el rezo del Santo Rosario, el mejor obsequio que puedes hacer a tu Madre, a la Gospa, a la Reina de la Paz. Rezar el Rosario es como regalar a la Virgen un ramo de flores, es una muestra de amor. Y sabemos cómo responden las madres a las muestras de cariño. Nada hay más grande y más altruista que el amor de una madre, como fiel reflejo del Amor de Dios.
Y subes al Monte de las Apariciones y al Monte de la Cruz, rezando y mediando los Misterios del Rosario o las Estaciones del Vía Crucis.
No entro en la formalidad de la certeza o no certeza de las Apariciones, de eso se ocupan las altas instancias eclesiásticas, pues doctores tiene la Iglesia. He tenido la suerte de sentir el amor de María muy cerca, de percibir cómo mi pecho se abría de felicidad, y en ese momento consagrar mi vida, mi familia y mi trabajo a ese amor inmenso. Y también he tenido la suerte de ir a Medjugorje con mi mujer, mis hijas, y mis grandes amigos de Fe. Los regalos han sido continuos. De las aflicciones, incomprensiones y sinsabores es mejor no hablar en este momento (y haberlos, haylos).
Medjugorje es una Escuela de Espiritualidad Mariana frente a la incredulidad de la sociedad actual que se ha apartado de Dios poco a poco, sin apenas darse cuenta, fruto de una maniobra perfectamente orquestada. Medjugorje es un remedio frente a esta situación, como lo demuestran las conversiones, las sanaciones físicas y espirituales, las vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, a la vida consagrada y al matrimonio, una parte de ellas comprobadas y contadas por la propia Parroquia de Santiago.
Y, meditando sobre Medjugorje y sobre lo que allí se vive, me vienen a la mente varios pasajes bíblicos que hablan del Agua Viva: Apocalipsis 22.1 “Luego me mostró el río de agua de Vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero.” Ezequiel 47.9 …. Florecerá la vida a donde llegue esta agua. Juan 4.14 “Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna”. Juan 7. 38-39 “El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.”
Medjugorje ha supuesto para mí y para mi familia un encuentro con Dios, el encuentro con Dios que nos da fuerza para seguir luchando, día a día, con el fin de conseguir nuestra salvación y la salvación del mayor número posible de almas para Dios. No quiero decir con ello que Medjugorje sea el único medio para la conversión de los hombres, ni mucho menos, ello sería poner límites a la Providencia Divina. Pero lo que sí es cierto es que yo, con mis muchas limitaciones humanas y mi auto reconocida inutilidad, ineficacia e ineptitud para la Causa, no conozco otro más infalible.
El que suscribe es sevillano, y Sevilla es tierra de María, de una profunda devoción a la Virgen. De hecho entre los títulos de la Ciudad figura el de Mariana. Y frente al escepticismo, incredulidad, supuesta ineficacia o infructuosidad de la peregrinación a Medjugorje (¿no está aquí ya la Virgen? ¿para qué ir tan lejos?, etc.) suelo contestar como hizo Felipe a Natanael en Juan I.46 “VEN Y VE”.