Prof. Dr. Adalbert Rebic, 1999
El consejo papal para la pastoral de los viandantes y de los emigrantes ha publicado el documento sobre “El peregrinaje en el gran jubileo del año 2000” el 25 de abril de 1998. El título mismo de este documento pone en evidencia el motivo por el cual ha sido publicado: el inminente aniversario núm. 2000 del nacimiento de Cristo: “El objetivo es la actual peregrinación histórica de la Iglesia al Jubileo del año 2000 hacia el cual el creyente se dirige bajo la protección de la Santísima Trinidad.”1 Para el gran jubileo se están preparando numerosas peregrinaciones, sobre todo a Tierra Santa (Jerusalén y Belén) y a Roma. Las peregrinaciones en el gran jubileo apuntan a una profundización de la espiritualidad y a una pastoral más fecunda.
La peregrinación ha siempre ocupado un lugar fundamental en la vida de los cristianos y en la de todos los creyentes. “En el curso de la historia, el cristiano se ha puesto en camino para celebrar la propia fe en lugares en que se hallan conservadas remembranzas del Señor o en aquellos lugares que representan momentos importantes en la historia de la Iglesia. Ha visitado santuarios dedicados a la Madre de Dios o santuarios que son un ejemplo viviente de los santos. Su peregrinación es un proceso de conversión, un anhelo de intimidad con Dios, una oración confidencial para las propias exigencias materiales. En todos sus múltiples aspectos, la peregrinación ha sido siempre un don prodigioso para la Iglesia.”2
Sobre todo hoy en día las peregrinaciones son una devoción muy querida por los fieles. La sociedad contemporánea está caracterizada por movimientos intensos. Es decir, las personas desean estar en movimiento: durante el viaje reposan, se conocen entre ellos, conocen nuevas regiones y a nuevas personas y, por consiguiente, se enriquecen bajo muchos aspectos. Hoy los fieles, gracias a los medios modernos de transporte, acuden a lugares lejanos del propio país, van a Tierra Santa, a los santuarios marianos de Lourdes, Fátima, Cestohova y otros, tanto en el propio país, como en el extranjero. Por tanto, desde el punto de vista de la peregrinación, el cuidado de las almas debe tener principios teólogicos claros que lo justifiquen y lo consoliden haciéndo que se convierta en una praxis sólida y durable en el contexto del cuidado de las almas en general. Finalmente la evangelización, la profundización de la fe y de la vida espiritual son uno de los objetivos principales por lo que la Iglesia propone y alienta las peregrinaciones.3
El documento “El peregrinaje …” es una reflexión teólogica sobre el significado de la peregrinación y suministra directrices pastorales sobre cómo organizar y realizar las peregrinaciones. Desde este punto de vista se trata de un documento providencial para los fieles, sobre todo para aquellos que son responsables de la pastoral de los fieles ya que en él encontrarán una ayuda espiritual válida para una experiencia más profunda e intensa del Gran jubileo. El documento desea ofrecer una ayuda “a todos los peregrinos y a todas las personas responsables de la pastoral de los peregrinos a fin de que, a la luz de la Palabra de Dios y de las tradiciones de siglos de la Iglesia, todos puedan participar lo más posible de las riquezas espirituales de la praxis del peregrinaje”. El documento del Consejo papal para la pastoral de los viandantes y de los emigrantes desea dar un sentido espiritual a las peregrinaciones organizadas por los que cuidan a las almas, con ocasión del Gran Jubileo del 2000. Eso significa unir profundamente la peregrinación con la realidad de la penitencia y de la conversión: la peregrinación es para el creyente una ocasión y un motivo para edificarse espiritualmente, para profundizar la propia vida religiosa y para dirigir su propio camino existencial hacia Dios.
El documento “El peregrinaje …” consta de seis capítulos, una introducción y una conclusión. En la Introducción (págs. 5-6) se subrayan las razones y el objetivo del documento, mientras que la Conclusión resume los contenidos del documento (57-58). En el capítulo primero, el documento ilustra la peregrinación a Israel (págs. 7-12), en el capítulo segundo, la peregrinación de Cristo (págs. 13-16), en el capítulo tercero, el peregrinaje de la Iglesia (págs. 17-25), en el capítulo cuarto, el peregrinaje hacia el tercer milenio (Págs. 26-31), en el capítulo quinto, el peregrinaje de la humanidad (págs. 32-39) y en el sexto y último capítulo, el peregrinaje del cristiano de hoy (págs. 39-56). El documento es una síntesis del peregrinaje teólogico. Está constituido en conjunto de 58 páginas, en formato de bolsillo, y está escrito con un estilo muy simple y de fácil lectura.
El peregrinaje no es un fenómeno solamente típico del cristianismo, sino que está presente en todas las religiones. “El peregrinaje simboliza la experiencia del hombre como viandante (homo viator), el cual, en el momento en que deja el vientre materno, emprende el camino del espacio y del tiempo en la propia vida”.5 el peregrinaje es el viaje del creyente hacia un lugar santo, santificado por la presencia de alguna divinidad o por la obra de algún religioso o fundador de una religión, con la intención de que allí se ore y se hagan sacrificios. En cuanto tal, se trata de una exigencia específica de fe y de un fenómeno vinculado a todas las religiones, que existe desde que la religión existe. En un lugar santo habitualmente es erigido un santuario en el que y en torno del que se reúnen los fieles. Este lugar santo puede hallarse en el país del que peregrina o quizás fuera de él, a veces, muy lejano. La meta del peregrinaje habitualmente es la consecución de algún bien material o espiritual que, según la opinión del creyente, es posible obtener propiamente en ese lugar santo. Por su naturaleza, la peregrinación está habitualmente vinculada al sacrificio y a la renuncia. El bien o la gracia que el peregrino obtienen en el lugar santo representan una recompensa por el esfuerzo desplegado. Los bienes que se buscan pueden ser de diversa índole y van de la curación de alguna enfermedad al logro de la vida eterna.6
El pereginaje es una praxis muy querida en el mundo religioso porque 1. requiere todas las habilidades humanas (audio-visuales, motóricas, emotivas), 2. acentúa y consolida los enlaces comunes, que son un factor muy importante para las emociones religiosas, 3. pone en evidencia el valor y refuerza el recuerdo religioso vinculado a ese lugar, 4. fortalece los vínculos internacionales, sociales, culturales y de la civilización que superan los confines entre los pueblos y las razas. A lo largo del camino, los peregrinos se detienen, comercian, adquieren, intercambian bienes materiales o espirituales, conocen los valores culturales de los pueblos a cuyo ambiente llegaron como extranjeros (del latín peregrini) y que por el cual pasaron. Por eso, el peregrinaje como tal se manifiesta bastante tarde en la historia de la religión, cuando se había cumplido un cierto progreso en las relaciones sociales (familia, clan, tribu, pueblo, estado, caminos, santuarios y otros).7
La historia del pueblo elegido en el Antiguo Testamento es verdaderamente un peregrinaje extraordinario a lo largo del camino de la fe: la huida de Egipto, el paso del Mar Rojo, el viaje en el desierto, las pruebas y el pecado, la llegada a la Tierra Prometida, el camino en el exilio babilónico y el retorno a la antigua patria. Los israelitas, tres veces al año, con ocasión de las festividades importantes de Pesah, Sevout y Sukkot, acudían en peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén. En la praxis del peregrinaje ebreo y cristiano se inspiró Mahoma y ordenó a los musulmanes: “Vayan en peregrinación y visiten los lugares por amor hacia Dios!” (Corán, II, 196). Millones y millones de musulmanes cada año acuden en peregrinación a la Meca y a Medina. El peregrinaje es en efecto uno de los cinco pilares de la religión islámica.
Los seguidores del hinduísmo van en peregrinación al río Ganges, el río santo, su “madre” que los purifica del pecado. Los budistas van en peregrinación a lugares que Buda santificó con su propia vida. Los sintoístas van a bosques espesos y meditan en silencio. Los cristianos en cambio acuden a lugares santos en que Dios se ha aparecido o a aquellos que están vinculados a la vida, pasión, muerte o a la resurrección de Jesucristo y de sus santos.
La peregrinación es diferente del turismo: el turismo es una huida de la vida de todos los días hacia algo insólito, no cotidiano, mientras la peregrinación es un viaje con un objetivo bien preciso, un viaje altamente simbólico. El peregrino va al santuario como a la “casa del Señor” o bien, hacia la casa simbólica del Señor, dicho en lenguaje místico, se encuentra en el Cielo. El simbolismo es por consiguiente un elemento específico que distingue la peregrinación del turismo. El símbolo es una cosa que contiene dos verdades: una a nivel real y otra a nivel de sentido figurado. Tres pedazos de tela, roja, blanca y azul, son un objeto con un significado y con un fin bien preciso, pero cuando se unen en una totalidad, entonces se convierten en una bandera rojo, blanca y azul, símbolo de un estado, de un pueblo. El peregrinaje es un acto simbólico: un viaje simbólico hacia Dios. “Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti mi carne desfallece cual tierra seca, sedienta, sin agua. Yo quiero contemplarte en el santuario para admirar tu gloria y tu poder.” (Sal 63, 2-3). Para aquellos que creen, la vida es un viaje, un peregrinaje. Ellos conducen una vida que está solidamente enraizada en la realidad, en la historia, pero al mismo tiempo es también un viaje, un peregrinaje hacia la salvación.
En la primera parte (núm. 4-8) el Documento comenta el peregrinaje de Israel a contar del peregrinaje de Abraham y de aquél del pueblo elegido en el Antiguo Testamento con la salida de Egipto, el viaje a través del desierto y finalmente la llegada a la Tierra Prometida. La salida de Egipto asume un valor duradero. Se ha convertido en un recuerdo (en ebreo: zikkaron, en latín, memoriale). Está siempre viva en el pueblo, se repite en el retorno de la esclavitud babilónica que Isaías canta como un nuevo éxodo (cfr. Is 43, 16-21) y que los israelitas celebraron con su Pasha y que en el libro de los sabios se transforma en una realidad escatológica (cfr. Sab 11-19). El objetivo último de este viaje religioso es la “tierra prometida”, una comunión plena con Dios en una nueva creación (cfr. Sab 19).8 El creyente se presenta ante Dios “como forastero y como peregrino” (Sal 39,13; 119,19). Los israelitas acudían en peregrinación a Jerusalén, a la Santa Sión, cantando himnos gozosos, “los salmos de los peregrinos” (Salmos 120-130). Tuvieron la experiencia de Dios como peregrino que camina siempre con su pueblo. El Dios de Israel no está ligado a un lugar determinado, como en cambio lo estaban los dioses de los paganos, sino que viaja junto con su pueblo y está presente en todo lugar. Los profetas en sus anuncios ponen de relieve también el “peregrinaje mesiánico, abierto a los horizontes escatológicos a los que todos los pueblos de la tierra llegarán a Sión, lugar de la palabra de Dios, de la paz y de la esperanza (cfr. Is 2,2-4; 56,6-68; 66,18-23; Mi 4,1-4; Za 8,20-23).”9 El objetivo de este movimiento masivo de personas es el “banquete para todos los pueblos” comunitario, en el fin de la historia (Is 25,6).En la segunda parte se comenta el peregrinaje de Cristo. Jesús se presenta como “… el Camino, la Verdad y la Vida” (cfr. Jn 14,6), encarnación, nacido de la Virgen, que sigue el camino de su pueblo y de toda la humanidad “uniéndose de todos los modos con cada hombre”.10 Jesús no solamente indica el camino a seguir hacia Dios, sino que también lo sigue El. En su particularidad, El es camino hacia Dios. Ya desde muchacho, El peregrina a Jerusalén con sus padres, al Templo. Su obra pública empieza a cobrar forma gradualmente como un peregrinaje duradero de Galilea, a través de la Samaria, hasta Judea, y Jerusalén donde será crucificado. El evangelista Lucas describe la obra de Jesús como un “gran viaje cuyo objetivo no es solamente la cruz, sino también la gloria de la Resurrección y de la Ascensión (cfr. Lc 9,51; 24,51).”11 Lucas presenta la muerte de Jesús en la transfiguración en el monte como un éxodo (en griego, exodos). Jesús invita a sus discípulos a seguirlo: “El que quiere seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga.” (Mt 16,24).
Los discípulos de Jesús, llenos de espíritu y alentados por el Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, se encaminan a lo largo de las vías del mundo, llegan a países habitados por pueblos diversos, de Jesrusalén a Roma, anunciando por doquier el Evangelio de Cristo. 12
“El objetivo final de este peregrinaje a lo largo de los caminos del mundo sin embargo no está escrito sobre el mapa de la tierra. El se encuentra más allá de nuestro punto de vista humano, como lo fue para Cristo, que viajaba con la gente para conducirlos a la plenitud de la comunión con Dios.”13 Hay que recordar que los Hechos de los Apóstoles definen la vida cristiana como un “camino” por su excepcionalidad (cfr. He 2,28; 9,2; 16,17; 18,25-26 y otros). La vida cristiana es presentada como un peregrinaje hacia la Jerusalén celeste (Apocalipsis), un peregrinaje que tiene un objetivo trascendental. El cristiano es consciente que aquí en la tierra es un “viandante”, “un forastero y un extranjero”, su “patria está en los cielos”.14
En la tercera parte del Documento se habla del peregrinaje de la Iglesia (núm. 12-17). También la Iglesia, pueblo mesiánico de Dios, está en camino hacia la ciudad eterna.15 Los mensajeros de Cristo recorrieron las más importantes calles de Roma, anduvieron por tierra y por mar, encontraron varias lenguas y culturas anunciando el Evangelio de Cristo: de Asia a Italia, de Africa a España y Galilea, de Germania a Gran Bretaña, de los países eslavos hasta India y China. En tiempos posteriores más recientes continuaron viajando a países nuevos y pueblos nuevos en América, Africa, Oceanía, entrelazando así “el camino de Cristo en los siglos”. 16
En los siglos IV y V en la Iglesia se manifiesta el movimiento monástico: migraciones ascéticas, éxodos espirituales. Las personas devotas van al desierto y contemplan la experiencia de Abraham, de extranjeros y forasteros, la imagen de Moisés que conduce su pueblo fuera de Egipto y lo lleva fuera del Egipto y lo lleva hacia la Tierra Prometida y la imagen de Elías que en el Carmelo encuentra a Dios.17 En este período parten Jerónimo y sus discípulos Pablo y Eustaquio a Tierra Santa. Alojan en Belén, cerca de la gruta en que nació Jesús. Erigen monasterios, eremitorios y cenobios en el desierto de Judea y fuera de Tierra Santa, en Siria, Capadocia, Tebas, Egipto. Jerónimo y los otros Santos Padres invitan a los cristianos a acudir en peregrinaje a los lugares santos18 pero los invitan también a no exagerar, a evitar incompresiones y desacuerdos. Gregorio de Nis advierte a los peregrinos que “el verdadero peregrinaje es aquel que conduce al creyente de la realidad física a la espiritual, de la vida del cuerpo a aquella del Señor y no a salir de Capadocia para ir a Palestina.”19 San Agustín aconseja: “Entra en tí mismo: la verdad habita en el corazón del hombre!… y supérate a ti mismo!”20 También San Jerónimo nos pone en guardia acerca del hecho de interpretar de modo formal el peregrinaje.21
Cuando los árabes en el año 638 conquistaron Tierra Santa y los viajes de los peregrinos cristianos se hicieron más difíciles, se abrieron nuevas vías hacia el occidente: Roma (“los caminos ad Petri sedem”), Santiago de Compostela, los santuarios marianos de Loreto, Czestochowa, los grandes monasterios medievales, baluartes de espíritu y cultura, los lugares que encarnan el recuerdo de los grandes santos (Tours, Canterbury, Padua y otros lugares).22 En la edad Media nos encontramos ante un gran flujo de peregrinos, en todo el mundo y en toda Europa, también con algunos excesos. Estas peregrinaciones nutrían la espiritualidad, consolidaban la fe, estimulaban el amor y reavivaban la misión de la Iglesia. Los “palmeros”, los “romeros”, los “peregrinos” con su particular modo de vestir crean casi una orden independiente que hace recordar al mundo la naturaleza peregrinante de la comunidad cristiana, que anhela el encuentro con Dios y la comunión con El.”23 También el movimiento de los cruzados que se manifiesta entre el siglo XI y el siglo XIII es una forma particular de peregrinaje. En este movimiento se entrelazan “el antiguo ideal religioso del peregrinaje a los lugares santos y las nuevas ideas, la creación de una orden de caballería, con aspiraciones políticas y sociales, con el despertar de movimientos comerciales y culturales dirigidos hacia el oriente, donde en Tierra Santa estaba presente el Islam.”24
En el siglo XIII llega San Francisco, que con sus hermanos franciscanos va a Tierra Santa, a Jerusalén. Aún hoy ellos continúan siendo los custodios de los lugares santos en Palestina y también fuera de allí, en el vecino oriente (Siria, Libán, Jordania, Egispto). Hacia el 1300 fue fundada la asociación de los peregrinos de Cristo. En el mismo año en Roma por primera vez fue proclamado el Jubileo, que atrajo a este lugar millares de peregrinos. Los peregrinajes a Roma continuaron durante una larga serie de años santos sucesivos. Así Roma se convirtió en el centro cultural y religioso de Europa occidental.
En los siglos XV y XVI con el descubrimiento del Nuevo Mundo domina una visión eurocentrista del mundo, pero el mundo cristiano dividido pierde la propia unidad, con su centro en Roma. Surgen metas alternativas de peregrinaje, como lo son numerosos santuarios marianos.25 En los siglos XVIII y XIX continúan las peregrinaciones en la vida de las comunidades cristianas, que sostenían la fe del pueblo de generación en generación, abrían nuevas espiritualidades, nuevos centros de fe (Guadalupe, Lourdes, Aparecida …). El conocimiento renovado que el pueblo de Dios se había puesto en camino, entretanto, había llegado a ser una imagen muy marcada de la Iglesia que se preparaba al Concilio Vaticano II.26
En la cuarta parte se habla de los preparativos para el Gran Jubileo del 200 (núm. 18-23). El peregrinaje en este evento cumple un papel excepcionalmente importante. El evento mismo del Concilio Vaticano II simbólicamente había sido un peregrinaje grande y coral de toda la comunidad eclesiástica. El Concilio se había manifestado como una Ascensión espiritual. Los Padres del Concilio habían acogido a las personas en meditación como “peregrinos en camino hacia la luz”.27 Este aspecto simbólico de la Iglesia peregrinante fue ilustrado a los peregrinos por dos papas peregrinos, Juan XXIII en Loreto al principio del Concilio (1962) y Pablo VI en Tierra Santa al final del Concilio (1964). Siguieron numerosas peregrinaciones, las del Papa Pablo VI y del Papa Juan Pablo II. Las peregrinaciones del Papa Pablo VI a Tierra Santa, con la que el Papa tenía la intención de celebrar el misterio central de la fe, la encarnación y la redención, estimularon un nuevo flujo de peregrinaciones a Tierra Santa provenientes de todos los países del mundo. El excepcional impulso hacia el peregrinaje como praxis de oración, conversión y convicción que somos el pueblo de Dios en viaje, se atribuye al Papa Juan Pablo II y a sus viajes.
En sus constituciones el Concilio Vaticano II ha presentado la Iglesia como “viajera”,28 subrayando en varias ocasiones la naturaleza peregrinante de la Iglesia: ella tiene su propio punto de apoyo en la misión de Cristo, que fue mandado por el Padre, nosotros venimos de El, vivimos por El y estamos dirigidos a El y el Espíritu guía nuestro camino, que sigue los senderos del camino de Cristo.29 El Concilio define la vida cristiana misma como un peregrinaje en la fe.30
La Iglesia es, por naturaleza, misionera.31 El mandamiento de Cristo resucitado: “Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.” (Mt 28,19) pone propiamente el acento sobre el ver “ir”, un método insustituible de evangelización del mundo.32
El objetivo principal del actual peregrinaje histórico de la Iglesia es el Jubileo del 2000, al cual el peregrino se dirige baja la protección de la Santísima Trinidad. Este viaje debe ser más interior y existencial que proyectado al espacio.33
En la quinta parte (núm. 24-31), el Documento ilustra el peregrinaje del género humano, subrayando también el valor espiritual del peregrinaje y la necesidad de una obra pastoral del peregrinaje. También en nuestra época la humanidad está en viaje,el hombre se siente homo viator y busca la verdad, la justicia, la paz y el amor. El viaja hacia el absoluto y lo inconmesurable, hacia Dios. El movimiento de la humanidad contiene en sí “el germen de la aspiración fundamental al horizonte trascendental de la verdad, de la justicia y de la paz. Esto testimonia la inquietud que se placa en el Dios inconmensurable, el puerto donde el hombre se puede recuperar de sus angustias.34 Algunos mejoramientos son evidentes en este viaje: el respeto de los derechos humanos, el progreso de la ciencia y de la técnica, el diálogo recíproco… 35 Estamos en presencia de desplazamientos de masa de pueblos enteros que desean evitar los peligros de la guerra o de las catástrofes naturales en los propios países o bien que buscan una mayor seguridad o un mayor bienestar para los seres queridos. La cristiandad en este peregrinaje se presenta a la humanidad como el buen Samaritano, pronta a acudir en ayuda.36 Los valores de la investigación, del progreso y de la promoción de la comprensión recíproca entre los pueblos contienen en sí también el turismo,37 la investigación científica, los viajes culturales y deportivos y los viajes por motivos culturales. El Documento destaca el hecho de cómo no se deba ser solamente guiado por intereses económicos, sino que también hay estar concientes también de las propias obras humanas y sociales.38
Aquí hay también experiencias específicamente cristianas de peregrinaje: los misiones van en peregrinación a países lejanos, las reuniones ecuménicas en oración comunitaria en favor de la unidad de todos los cristianos, los encuentros inter-confesionales (como aquel realizado en Asís en el año 1986).
El Documento pone de relieve cómo las metas de los peregrinajes sean en particular dos ciudades; Roma, símbolo de la misión universal de la Iglesia, y Jerusalén, lugar santo honrado por todos aquellos que siguen la fe de Abraham: “Porque la Enseñanza irradia de Sión, de Jerusalén sale la palabra de Yavé” (Is 2,3).39 Como metas de peregrinaje hay que tener en mente también las ciudades en que se ha cometido el mal (Auschwitz, Hirosima, Nagasaki).
En la sexta y última parte del Documento se habla del peregrinaje del cristiano de hoy (núm. 32-42). Este es el capítulo más extenso en el que son puestos en evidencia los elementos más importantes del peregrinaje y son suministradas las líneas para la obra pastoral en las peregrinaciones. Para el cristiano, el peregrinaje es la “celebración de la propia fe… que necesita ser realizada en armonía con la tradición, con el sentimiento religioso y como realización de la propia existencia pascual.”40 Esta experiencia es vivida de manera particular en la celebración eucarística del misterio pascual, al recibir la Santa Eucaristía y al leer y meditar el Evangelio.41 Con tal fin es necesario desarrollar una actividad pastoral en los santuarios en los cuales el peregrino vivirá “un encuentro silencioso y recogido con Dios y con sí mismo”, sobre todo en la Santa Confesión por medio de la cual le son perdonados sus pecados y él se convierte en una creatura nueva. La reconciliación con Dios y con el hermano tiene como objetivo la celebración eucarística.42 En los santuarios, en el momento del viaje hacia él, tiene que estar presente una persona que anime espiritualmente y que posea una preparación catequista profunda, de manera de poder preparar a los peregrinos para el encuentro con Dios. En todo esto los presbíteros tienen una gran responsabilidad ya que ellos animan a los peregrinos durante su camino común.43
El encuentro con Dios en la “Tienda del encuentro”, en el santuario, es también un encuentro con el amor de Dios, un encuentro con la humanidad, un encuentro cósmico con Dios en la belleza de la naturaleza y un encuentro con sí mismo.44 Numerosos santuarios cristianos son meta de peregrinos y fieles de otras religiones. Este factor impulsa la actividad pastoral de la Iglesia a fin de que responda a este hecho con iniciativas de aceptación, diálogo, colaboración y sincera fraternidad.45
El peregrinaje es también un encuentro con María, estrella de la evengelización. Los santuarios marianos, grandes y pequeños, pueden ser lugares privilegiados para el encuentro con Su Hio, que Ella nos da. El cristiano se pone en camino con María a lo largo de los senderos de la fe, los senderos del amor, para llegar al Calvario y estar junto a Ella como un discípulo amoroso, al que Cristo ha confiado Su Madre, hasta la sala de la Ultima Cena a fin de que de Su Hijo resucitado reciba el don del Espíritu Sant
Prof. Dr. Adalbert Rebic, 1999
- EL CONSEJO PAPAL PARA LA PASTORAL DE LOS VIANDANTES Y DE LOS EMIGRANTES, El peregrinaje en el gran jubileo del año 2000, núm. 23, Documentos 113, KS, Zagreb, 1998.
- Idem. núm. 2.
- Idem. núm. 2
- Idem. núm. 3.
- EL CONSEJO PAPAL PARA LA PASTORAL DE LOS VIANDANTES Y DE LOS EMIGRANTES, Peregrinaje, 57.
- Cfr. A. REBIC, El fenómeno del peregrinaje en la Biblia y en el Islam, en Bogoslova Smotra 54 (1984) pág. 516; T.G. PINCHES, Pilgrimage, in James Hastings, Encyclopaedia of Religions and Ethics, s. X, 12a Edinbourg, 1918; Pellegrinaggio, in Enciclopedia Cattolica. Cfr. vocablo también en otras enciclopedias o léxicos religiosos.
- A. REBIC. op. cit. art., pág. 517; F. HEILER, La priere, París, 1931, pág. 150; J.P. STEFFES, Wallfahrt und Volkstum in Geschichte und Leben, publicado por G. Schreiber, Düsseldorf, 1934, págs. 184-216.
- Cfr. Peregrinaje, núm. 6
- Peregrinaje, núm. 8
- JUAN PABLO II, encíclica Redemptor Hominis, núm. 18. La traducción croata a cargo de Krscanska sadasnjost, Zagreb, en la colección Documentos.
- Peregrinaje, núm. 9.
- Peregrinaje, núm. 10.
- Peregrinaje, núm. 11.
- Cfr. Ef 2,19; 1 P 2,11; Heb 13,13-14; Ap 21,4. Peregrinaje, núm. 11.
- CONCILIO VATICANO II, constitución dogmática Lumen gentium, núm. 9, cfr. nota núm. 2.
- Peregrinaje, núm. 12. JUAN PABLO II, carta apostólica Tertio Millenio Adveniente, núm. 25.
- Peregrinaje, núm. 13.
- En los siglos IV y V surgen grandes peregrinaciones organizadas a los lugares santos de Palestina y a las tumbas de los mártires. De esa época nos han quedado descripciones como El peregrinaje a los lugares santos (del siglo IV) o bien Viaje de un peregrino anónimo de Bordeaux (del siglo IV) y muchas otras memorias sobre Tierra Santa.
- GREGORIO DE NIS, Epístola 2,18; Sources Chretiennes 362,122; MIGNE, Patrologia Graeca 46,1013.
- AUGUSTIN, De vera religione, 39,72 en CCL 32,324; MIGNE, Patrologia Latina, 34,154.
- JERONIMO, Epístola 58,2-3; CSEL 54,529-532; PL 22,580-581. Peregrinaje, núm. 13.
- Cfr. Peregrinaje, núm. 14. JUAN PABLO II, discurso con ocasión de la visita a Viena, el 10 de septiembre de 1983, en AAS 76 (1984) pág. 140.
- Peregrinaje, núm. 14. A.REBIC, El peregrinaje hoy, en Caná 29 (1998) núm. 11/316, octubre 1998, pág. 30.
- Peregrinaje, núm. 14.
- Peregrinaje, núm. 16.
- Peregrinaje, núm. 17.
- Mensaje al Concilio Vaticano II, 8 de diciembre 1965, en AAS 58 (1966) pág. 11; Peregrinaje, núm. 19.
- CONCILIO VATICANO II, constitución dogmática Sacrosanctum Concilium, núm. 2.
- Cfr. constitución dogmática Lumen gentium, núm. 7-9; Ad Gentes, núm. 5. Peregrinaje, núm. 20.
- Cfr. constitución Lumen gentium, núm. 8.
- CONCILIO VATICANO II, Ad Gentes, núm.2; Lumen gentium, núm. 17.
- Peregrinaje, núm. 21.
- Peregrinaje, núm. 23.
- Peregrinaje, núm. 30.; San Agustin, Confesiones 1,1: en Ccl 27,1; PL 32,661; XIII, 38,53: CCL 27,772.
- Peregrinaje, núm. 24.
- Peregrinaje, núm. 25.
- Peregrinaje, núm. 30.
- Peregrinaje, núm. 26-28.
- Peregrinaje, núm. 31.
- Peregrinaje, núm. 32. CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO, Líneas y propuestas para la celebración del año mariano (1987), en Notitiae 23 (1987) 342-396.
- Peregrinaje, núm. 34-35.
- JUAN PABLO II, Carta para el séptimo aniversario del santuario de la casa de Nazaret de Loreto, en Enseñanzas de Juan Pablo II., XVI, 2 (1993) 533; Peregrinaje, núm. 33.36; JUAN PABLO II, Homilía en la basílica de Aparecida, Brasil, en Enseñanzas de Juan Pablo II., III, 2 (1980)99.
- Peregrinaje, núm. 35.
- Peregrinaje, núm. 38-41.
- Peregrinaje, núm. 39; JUAN PABLO II, Redemptor hominis, núm. 37.
Prof. dr. Adalbert Rebic – nacido en 1937. en Hum, Sutli (Croacia). Cursó sus estudios de filosofía en Zagreb y en la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, en la Facultad de Teología de la misma institución, y en el Instituto Bíblico. A partir del año 1968 es profesor de Ciencias Bíblicas y de lenguas orientales (hebreo, árabe, sirio-arameo) en la Facultad Católica de Teología de la Universidad de Zagreb. Periódicamente enseñó en las universidades de Teología de Zadar y Dakovo. En la facultad organizó y dirigió los asuntos financieros, fue redactor en jefe de la revista de Teología, y jefe de sección de la Biblioteca de la Facultad. A partir de 1972, es presidente del Instituto Mariológico Croata, y organizó la sección croata en el congreso mariológico internacional en Roma, Malta, Zaragoza, Kevelaer, Huelva y Cestohova.
En la casa editora “Actualidad Cristiana” trabaja como redactor de las ediciones bíblicas, y a partir de 1994, como director de “Actualidad Cristiana”, y redactor en jefe del lexicón religioso en el Instituto lexicográfico “Miroslav Krleza” de Zagreb. Desde 1991 hasta 1996 fue director de la oficina de refugiados ante el Gobierno de la República de Croacia. Durante 1995 fue ministro sin portafolio en el Gobierno de la República de Croacia. Fue condecorado con las más altas condecoraciones de parte del Presidente de la República de Croacia y de la Academia Croata de Ciencia y Arte. Ha publicado 15 obras de gran importancia, y ha compilado 11 colecciones de temática mariológica. Ha colaborado en revistas de Teología en el país y en el extranjero con alrededor de 420 publicaciones. Ha traducido de idiomas diversos 26 libros. A partir de 1970 es miembro del Colegio Prebendario de la Iglesia Metropolitana de Zagreb. A partir de 1966 ha organizado y dirigido viajes por Tierra Santa (alrededor de 50 veces). Es miembro de la Sociedad de traductores literarios de Croacia, miembro de la Sociedad de artistas de Croacia, miembro regular de la Academia mariana pontificia internacional de Roma, miembro de la Sociedad israelita cultural “Salom Freiberger” de Zagreb, miembro de la revista internacional de Teología “Communio”.