Hay varias cosas que debemos resaltar en los mensajes de la Reina de la Paz: lo primero y que siempre me ha movido todo mi interior, es que ella siempre se presenta como nuestra Madre, “QUERIDOS HIJOS”, esas palabras tan tiernas que sólo una Madre dirige a sus hijos, me hacen sentir muy amado y valorado por nuestra Madre del cielo; luego su llamado incansable a la oración, “ORAD”, y en esa petición nunca está el que oren por ella, nos pide orar por su Hijo, por los que no conocen a su Hijo, por los que no han conocido el amor de su Hijo, por los que nos hemos consagrado a su Hijo, igualmente nos pide orar por el pecado, por la iglesia.
Nos pide también que reforcemos nuestra fe y la esperanza en la vida eterna y a nosotros sacerdotes, algo que me impacta mucho, es el que estemos con las manos alzadas al Cielo, hacia su Hijo y al Padre celestial, pues hoy en día, el mundo vive frialdad en la oración, nos llaman más la atención las cosas mundanas que las de Dios, por eso nos pide que seamos pequeñas luces en este mundo que está siendo invadido por las tinieblas, pues entre más pequeñas luces seamos alrededor del mundo, venceremos las tinieblas que lo invaden.
Y por si fuera poco, al final siempre nos da las gracias, cuando los agradecidos deberíamos ser nosotros, por estar ella siempre intercediendo por nosotros.