Mensaje de la Reina de la Paz
“Queridos hijos! Hoy los invito a que se acerquen a Dios aún más a través de la oración. Sólo así, podré Yo ayudarlos y protegerlos de cualquier ataque satánico.
Yo estoy con ustedes e intercedo por ustedes ante Dios, a fin de que El los proteja. Pero para ello necesito de sus oraciones y también de su Sí. Ustedes se pierden fácilmente en las cosas materiales y humanas y olvidan, que Dios es su mejor Amigo. Por eso, mis queridos hijos, acérquense a Dios para que El los proteja y para que El los preserve de todo mal. Gracias por haber respondido a mi llamado!”
25 de Febrero, 1992
Reflexión
La Virgen María nos enseña que el acercarse a Dios es un proceso permanente, un movimiento del alma que ha de durar toda la vida, y el medio para caminar hacia él, es la oración.
Así como quien para leer y ver las letras de un libro con mayor claridad, se acerca cada vez un poco más a la lámpara de la cual surge la luz, también nosotros nos vamos acercando a quien nos enseña a leer en el libro de nuestras vidas, y nos guía a fin de escribir los capítulos que han de venir; sabiendo que bajo la inspiración del Señor, han de ser los capítulos más hermosos.
Para no ser alejados de la luz, tendremos que estar atentos, pues siempre habrá fuerzas que desde fuera, pero también desde dentro de nosotros mismos, querrán arrastrarnos hacia el terreno de la oscuridad. Sin embargo, gracias a la oración, a la fe y a la perseverancia, podremos vencer.
En el Nuevo Testamento, muchas veces Jesús nos invita a llenarnos de su luz, y a despertar del sueño.
Ciertamente no se refiere al sueño del cuerpo, sino a la ilusión de la mente.
Efectivamente, son mayoría los hombres y mujeres que creyendo estar despiertos viven dormidos, buscando la satisfacción y el gozo en cosas pasajeras que no logran dar a sus corazones la verdadera paz y armonía que ansían; por lo cual necesitan siempre un poco más: un poco más de dinero, un poco más de fama, un poco más de afecto, un poco más de placer… siempre un poco más. Y es como si todo se fuese por un pozo que no tiene fondo, ni final.
Esta insatisfacción es producida por las heridas del alma. Algunas de ellas no reconocidas, pues ni siquiera tenemos conciencia de que existen en nosotros. Y otras tan profundamente arraigadas, que las negamos, pues tememos que al reconocerlas nos puedan producir un profundo dolor.
Sin embargo, los mensajes de la Reina de la Paz nos animan a abrirle a ella y al Espíritu de Dios las puertas de nuestro corazón, a fin de que -al colmarnos de la verdadera luz- despertemos a la vida verdadera y descubramos que ellos ya están actuando en nosotros, a fin de que el dolor se vaya yendo y que cada mañana podamos despertar a una vida más plena, dirigiendo nuestro caminar, en la luz de Dios.
Oración
Virgen María, Reina de la Paz, atráeme con tu suavidad y con ternura, al encuentro profundo con el Dios de la vida, y átame con lazos de amor, para que ya no pueda apartarme de sus caminos, ni deje de vivir en su voluntad.
Se que en ti, Madre, mi alma descansa serena y que no tengo que temer de nada ni de nadie, pues cuento con tu protección, y ayuda.
Madre del Cielo, tu supiste vivir en plenitud cada momento.
Tú estuviste despierta en los momentos de gozo, alabando a Dios por su presencia en ellos y también estuviste atenta en los momentos de aflicción, con la seguridad de que era Dios quien te estaba dando las fuerzas, la sabiduría y la paz.
Ayúdanos para que también nosotros, experimentando el amor que Dios nos tiene, tengamos esta vida plena y la transmitamos a quienes aun no la han tenido. Amén.