Creo firmemente en Jesucristo Señor de la historia. Creo también que a Él le interesa nuestra historia humana y que Él mismo se ha metido en nuestra historia y ha enredado sus días con los nuestros. Se ha hecho compañero y amigo en nuestro peregrinaje. Creo también firmemente que Él no deja de confiar en nosotros y estoy seguro de que Él cree firmemente en nosotros, en cada uno de nosotros, con nombre y apellidos. Y cree en nuestra historia personal. Y cree apasionadamente en nuestra conversión a Él. No me cabe en la cabeza de que se haya decepcionado de nosotros, de cada uno, de ninguno, ni porque seamos muy pecadores o muy imperfectos. Dios no se equivoca. Y si nos creó por y con amor, si tuvo desde lo eterno una ilusión por nosotros, si cada uno de nosotros para él es único e irrepetible es porque seguramente existirá en el corazón de Dios un “lugar” que sólo nuestro amor personal podrá llenar.
Me gusta pensar que Él cree en ti y en mí, a pesar de lo no-santos que podamos ser, a pesar de lo no-perfectos que podamos ser. Dios no se equivoca y es muy terco para no desilusionarse jamás de ninguno de nosotros por más historias negras que podamos tener. Y estoy seguro que hoy, cuando Dios vuelva a pensar en mí y en ti seguirá esperando, como Padre Bueno que es, que tú y yo algún día seamos lo que él nos soñó desde la eternidad.
Creo firmemente que Dios confía y cree en ti y en mí, aun cuando ya le hemos fallado innumerables veces. Sé que su amor nunca pasa y nunca se muda, que tanto hoy como ayer él te ama y me ama… como nunca antes.
Este como nunca antes siempre me ha llenado de ilusión y entusiasmo. Porque creo que es la base para entender la eternidad, que será la alegría y la paz infinita, que será una alegría y una paz que cada segundo será como nunca antes y sin ningún límite imaginable.
Y creo que Jesús cree en ti, porque es el Dios que da la mano y que se muestra a quien le busca con sincero corazón.
Y hoy ese mismo Dios, Padre Bueno, te sostendrá y te hará dormir en sus brazos y te acariciará y te contará la ilusión que siempre ha tenido por ti y que cada instante es como nunca antes.
Ese es el Dios que me ilusiona y yo quisiera que también te ilusione a ti.
Fr. Israel del Niño Jesús, R.P.S.