Hola queridos hermanos/as:
Una vez más volvemos a encontrarnos en torno al Mensaje de nuestra Madre, que en este tiempo de Navidad nos ofrece a su Hijo, para que lo adoremos.
Una vez más, la Reina de la Paz nos invita a abrir nuestros corazones; único modo para recibir la paz de Dios: “Él les dé Su paz. Abran sus corazones, hijitos…”
Hay -a mi entender- tres clases de corazones, así como también hay tres clases de puertas:
1° clase de puertas: las que como las puertas de la posada de Belén, se cerraban a María, y a José; y que por añadidura, también se le cerraba a Dios.
En ocasiones, nosotros también corremos el riesgo de cerrar las puertas de nuestros corazones a Dios. ¿Cuándo? Cuando ignoramos al pobre, cuando despreciamos al que ve las cosas de modo diferente, cuanto faltamos a la verdad, a la caridad y a la misericordia, en cualquiera de sus formas.
2° clase de puertas: son las que se abren, pero con una apertura limitada.
Son puertas que se pueden abrir, pero hasta un cierto punto y no más, porque del lado de adentro tienen una cadena que limitan el grado de apertura.
Estas puertas representan a quienes tienen las mentes limitadas por estructuras de pensamiento rígidos; que no están abiertos a los cambios, o a las nuevas propuestas que puede inspirar el Espíritu de Dios, por eso casi al final de este Mensaje, la Reina de la paz dice: “estarán abiertos a Dios y a Sus planes”.
Hay quienes corren el riesgo, como dice un conocido refrán, de ser más papistas que el Papa. Son aquellos que al estar tan apegado a ciertas costumbres y ritos, han perdido la capacidad de percibir el suave soplo del Espíritu de Dios que impulsa a la barca de la Iglesia hacia adelante.
3° clase de puertas: las que se abren de par en par, como sucedió con las puertas del pesebre. Estas puertas representan los corazones sencillos y humildes, como los de María y José, como los de los pastores, y como los de miles y miles de peregrinos que, llegando a Medjugorje, lo hacen sin sobrexigencias, y que su única expectativa es dejarse colmar del amor de Dios y de María, para luego llevarlo a quienes lo necesitan, estando dispuestos a hacer en todo la voluntad de Dios.
Son quienes, como nos recuerda la Gospa en este Mensaje, tienen su mirada y el corazón dirigidos hacia la eternidad, pero con los pies bien plantados en el lugar en el que Dios los ha sembrado, para transformar -desde una espiritualidad encarnada-, las realidades cotidianas.
La Virgen también nos da la clave de cuál es la llave que abre las puertas del corazón, para recibir la paz: la alegría: “y estén alegres para que puedan recibirla”.
Por lo tanto, cada uno de nosotros debería tomar un tiempo para preguntarse: ¿mi corazón, a cuál de las tres puertas se parece?
Otra de las frases de este Mensaje del 25 de diciembre, que en lo personal me ha hecho pensar bastante, es cuando Nuestra Señora dice: “El Cielo está con ustedes y lucha por la paz en sus corazones, en las familias y en el mundo, y ustedes, hijitos, ayuden con sus oraciones”. Y esto por tres razones o motivos:
1°. Muchos católicos no son conscientes de que, si su vida está en sintonía con la voluntad de Dios, entonces le permiten al Cielo, estar a favor de ellos.
Esto significa que los santos, los ángeles y arcángeles, la Virgen Santísima y Dios mismo, estarán guiando los acontecimientos para que nuestra vida sea bendecida, y que nosotros seamos de bendición para muchos.
“El Cielo está con ustedes” significa que Dios mismo nos protegerá en medio de las luchas y combates con los que el maligno intentará dañarnos, y podremos conservar la paz en medio de las dificultades de la vida diaria.
2°. También me parece importante clarificar la idea que tenemos acerca de la paz, ya que algunos pueden tener una idea errada al respecto.
Con frecuencia se escucha afirmar: “si en mi vida no hubiese sucedido tal o cual cosa, yo estaría tranquilo y no habría perdido la paz”. Sin embargo, solo Dios puede ofrecernos una paz que puede permanecer, incluso en medio de los conflictos.
Aunque los vientos de la adversidad soplen furiosamente, puedes descansar en paz, porque no estás solo. Dios y María están combatiendo a tu favor, y quieren compartir contigo, cada etapa del camino de tu vida.
Recuerda que la paz no es estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de todas esas cosas, permanecemos serenos en el núcleo más íntimo y profundo de nuestro ser, porque hemos aprendido a confiar en Dios.
Y como el Espíritu de Dios habita en nosotros, entonces debemos peregrinar hacia el interior de nuestro corazón, pues en este santuario interior reencontraremos la paz, para luego poder llevarla a los demás.
3°. La Reina de la paz quiere que tomemos conciencia de que nuestra vida es lucha.
Seguir el camino del bien no siempre es fácil, y debemos ejercitarnos, para que cuando algo nos robe la paz, podamos recuperarla lo antes posible.
En ese sentido nuestra vida de oración será un elemento esencial para recuperar la paz perdida, y para permitirle a Dios que despeje los caminos bloqueados y que abra las puertas que están cerradas.
Por lo tanto, en estos días que faltan para que finalice el año, y en los primeros días del año que va a comenzar, oremos con mayor intensidad, pidiéndole a María que nos ayude a abrir de par en par las puertas de nuestra alma, para que Dios entre frecuentemente a nuestras vidas, colmándonos de un crecimiento continuo que solo puede ser fruto del amor de Dios
Finalmente, no dejemos de comprometernos, para que terminado el año jubilar de la Misericordia, cada uno de nosotros -ayudados por la Reina de la Paz-, pongamos la misericordia en acción en nuestras familias, grupos de oración, parroquias y en todos los ambientes donde estamos llamados a dar testimonio del amor de Dios.
Te envío un fuerte abrazo y te pido que reces por mí.
Que Dios te Bendiga.
Gustavo E. Jamut
Oblato de la Virgen María