Escribo mi testimonio con el deseo de contagiar el amor y la dulzura que María me regaló.
Tuve la gracia de nacer en una familia en donde la Virgen María siempre estuvo presente. Mi abuela Ana, limpiaba y lavaba la ropa cantándole a María y en sus ratos de descanso se sentaba en su sillón hamaca siempre con el rosario en la mano. Su vida sencilla y de amor a la Virgen tuvo acogida en el corazón de mi madre, quien de muy chiquita me enseñó a amar y a rezar a la Virgen, en la advocación de la Medalla Milagrosa. Siempre amé a María, de niña yo le hablaba y contaba mis cosas. Pero en los últimos años algo especial en mi corazón sucedió, quizás pueda trasmitirlo contando algunos hechos, ya que no sé de otra manera explicarlo:
Me llamo Silvana, tengo 44 años estoy casada con Fernando y tengo tres hijos (Mateo de 16, Paula de 13 y Juan de 7). Soy Licenciada en Comunicación Social. Al elegir mi carrera entendí que ésta se ajustaría a lo que me gustaba “la gente”, el ser humano y su manera de relacionarse. Al tiempo de finalizar mis estudios universitarios, comencé a trabajar en una empresa multinacional de comunicaciones, allí estuve casi 18 años, los últimos 13 como gerente comercial. Fue una buena escuela para mí, aprendí y crecí mucho, y trabajé con mucho amor. Pero a fines del 2013 mi corazón comenzó a perder esa alegría y pasión que sentía, deseaba hacer cosas nuevas. Hacia un tiempo, tras haber asistido a un Congreso Nacional de la Reina de la Paz, que había comenzado a rezar diariamente el rosario, descubriendo en él un dulce e incomparable diálogo, el que el corazón realiza con María en cada cuenta. Así que ponía esta angustia en sus manos y pedía me ayudara dado que necesitaba el trabajo pero no quería seguir así. Los días se sucedían , comienzo a sufrir un acoso de objetivos desmedidos que afectaban mi nivel de cumplimiento y el de mi equipo de trabajo y cierto maltrato psicológico por parte de mi jefe. Estas situaciones, hicieron que terminara internada con un cuadro de terribles dolores de cabeza que hicieron suponer un posible aneurisma cerebral.
Días antes de ser internada y en medio de esta situación decido escribir al Papa Francisco, pidiendo rece por mí. Le contaba que sentía mi corazón ahogar, que quería hacer camino con ese amor por las personas que siempre me había movilizado… Con mi experiencia laboral y mi fe pero que no encontraba el modo. ..Le escribí sobre mi temor a lo que sucedería.
Los días de internación fueron duros, por el dolor insoportable y por el temor a los resultados de los estudios. Sometida a calmantes y exámenes rezaba “Señor protege mi vida: mis hijitos y esposo me necesitan” Al quinto día, gracias a Dios, los estudios médicos indican que mi cabeza estaba “aun en condiciones” todo evidenciaba un gran cuadro de estrés. Debía cuidarla mucho, no había nada de gravedad.
En esos días coincidentemente finalizaba mi preparación personal para consagrarme a María, con un libro de San Luis María Grignion de Monfort, recomendado por una religiosa de la Misericordia, Hermana Mª Isabel, faltándome el paso final: buscar un sacerdote para la consagración… nunca concretaba ese paso, no lograba acordar el momento con un sacerdote, lo cual hasta había provocado en mí cierta frustración. La hermana Mª Isabel me consoló diciendo “tranquila, Mamá María te mostrará el sacerdote mariano que lo hará”
Inmediatamente al alta médica, vuelvo al trabajo y al día siguiente me despiden diciéndome que no tenía el perfil que la Empresa necesitaba. Fue muy fuerte la noticia. Me despedí llorando con demostraciones de mucho afecto de mis compañeros que guardaré por siempre en mi corazón. Al salir de allí pregunté al cielo con gran tristeza pero con asombrosa paz: “¿y ahora qué?”. Acababa de perder lo que me daba “tanta seguridad” y de mi corazón brotó esta inspiración a modo de oración:
“Ay Señor Señor…que travieso eres, me dejaste con las manos vacías para que pueda concentrarme en mi corazón, me despojaste de mis seguridades para que sepa lo que es descansar en Ti. Me hiciste temer tu voluntad para que no me paralice la de los hombres. Ay Señor, Señor, qué travieso eres…”
La Virgen me tenía preparada la mayor de las sorpresas.
A los 10 días actualizando mi curriculum me sorprende el mensaje de una persona “ con nombre de alegría” (me pidió en su humildad, reserva de su identidad). Ella vive en Italia, al día de hoy no la conozco personalmente. En el noviembre del 2012, un familiar me cuenta de ella diciéndome que estaba pasando por un muy mal momento. Yo, que había descubierto la dulzura y el poder del rezo del rosario ofrecí rezar por ella y le aconseje que le haga saber de Medjugorje pues si podía ir hasta allí recibiría el abrazo de la Virgen María. Por entonces la información que yo tenía de Medjugorje era por testimonios de conocidos, por la hermosísima experiencia del Congreso de la Reina de la Paz que había vivido hacia unos días y por los libros de Sor Emmanuel. Esa persona que estuvo conmigo, a los 2 o 3 días de dicha charla me llama conmovida para contarme que no se había animado a dar mi sugerencia , pero que no podía salir de su asombro al enterarse que en justo en esos días “esta persona con nombre de alegría por quien yo estaba rezando” había emprendido viaje a ese lugar especial que nadie de su entorno conocía y hasta le costaba pronunciar”. A su regreso le cuentan de mi oración y de lo sucedido, y ella me envía un mensaje diciéndome: “Gracias por rezar y pensar en mí a tanta distancia y sin conocerme”. Nunca más tuve contacto con ella, nunca supe qué le pasaba ni cómo había sido su experiencia en ese viaje. Por lo tanto grande fue mi sorpresa al recibir un mensaje suyo 2 años después y, en ese momento especial, a días de haberme quedado sin trabajo. Hola, cómo estás- me decía- Quiero saber de vos.
Obviamente dejé lo que estaba haciendo para otro momento y con traductor on line mediante comenzamos un diálogo que se convertiría en el regalo más dulce de mi vida. Me dice que me quería hacer un regalo especial, a lo que contesté: Tu oración, esta vez soy yo quién la necesita. Su respuesta fue tan inesperada como su mensaje y al día de hoy imposible de creer desde la razón: además de rezar por vos, quiero regalarte un viaje a Medjugorje.
Las lágrimas que derramé ese día y los que lo sucedieron pensé acabarían con mi capacidad de llanto pero veo no es así pues revivirlo me genera la misma emoción. No podía aceptar semejante ofrecimiento, vivo en “el fin del mundo” como dice el Papa Francisco y más allá de mi gran deseo era impensable semejante viaje. Su insistencia diaria fue tan dulce…. me decía que lo tomara de la providencia, como regalo de la Virgen. ¡Eran increíbles su amor y generosidad!
Cuando le confirmo que acepto su regalo, previa charla con mi esposo quien no entendía nada, comenzó la maravilla de los preparativos de los cuales no tuve que hacer casi nada. Cada detalle llevaba el sello de la Virgen, no hubo día que no llorara de amor, todo fue organizado desde el cielo con increíble delicadeza aumentando mi asombro y sorpresa al ver cómo se armaba todo, yo solo podía decir a cada instante – “Madre por qué tanto? y al día de hoy siento “porque te amo”.
El 28/10/14 viajé destino a Roma con mi mamá, quien ante la magnitud de la situación decide acompañarme. Doble regalo, ir con mi mamá, ¡la persona que me enseñó a amar a María! Aún me cuesta creer lo vivido. Asistimos a la audiencia del Papa, de quien precisamente días antes de mi viaje recibo respuesta a través de su secretario de aquella carta que yo le había escrito meses atrás, en la misma bendice mi vida y mis proyectos.
Desde entonces digo que María hace los regalos hasta con moño. Fueron días hermosos….el momento de la aparición con Mirjana, ese sol se salía de sí en un baile que nos dejó a las dos boquiabiertas, el encuentro con Vicka, el Vía Crucis subiendo el Križevac en un grupo de italianos que hasta me nombraron “la representante del Papa, por ser argentina” y un sueño que tuve esa noche en donde veía que cada piedra por pisar se transformaba en flores de un rosa intenso. Todo muy fuerte. Fue poner todo, todo el tiempo en oración: mi vida entera, mi familia, todo lo vivido y lo por vivir. Y ni hablar la vida de ese ángel que permitió mi viaje. (Rezaré por ella hasta el fin de mis días).
En la última noche, antes de irme a dormir sentí un fuerte deseo de ir a confesarme, convenzo a mi madre a quien le preocupaba que vaya por el horario y al llegar al sector de los confesionarios internacionales no lo podía creer ¡la única luz era la del confesionario en español! Había allí una persona aguardando confesarse, al compartir el idioma empezamos a conversar y le digo que soy argentina. Se sonríe y me dice que el sacerdote que acompañaba a su grupo que venía de EEUU era argentino, me lo señala, estaba a varios pasos con su grupo. Mientras esperaba mi turno para la confesión decido ir a saludarlo (encontrar otro argentino allí era una verdadera alegría), el Padre Ariel, quien se alegró también ante mi acercamiento y ofrece confesarme. Al finalizar, me contó que ese día había consagrado a su grupo luego de prepararlos con la guía del libro “ la verdadera devoción de San Luis María de Montfort. El padre, me invitó en ese momento a consagrarme ante los pies de la Reina de la Paz. Mi corazón desbordaba de amor y asombro ante la dulzura con que María había preparado todo…hasta con moños. Cuanto lloré !!!
Horas antes de dejar Medjugorje, me veo allí de rodillas ante su imagen, siendo consagrada por un sacerdote argentino enamorado de María y rodeada por las personas de su grupo que cantaban con guitarras haciendo de ese momento la más hermosa celebración. Regresé a la Argentina, a mi vida, con la certeza absoluta de que el cielo está más cerca de lo que creemos.
Desde entonces se fueron abriendo puertas para hacer camino llevando valores humanos a los ámbitos de trabajo a través de capacitaciones y propuestas de formación donde puedo ofrecer mi experiencia de empresa de tantos años, lo aprendido académicamente y el amor por la gente que siempre estuvo y se hizo más fuerte y especial.
¡Yo no vi a la Virgen en Medjugorje pero mi corazón volvió absolutamente diferente!
¡Gracias Madre, gracias!
Santa Fe 18 de Noviembre 2016