Veintitrés años de amor y de cercanía han transcurrido, pero María aún está con nosotros y ante nosotros. También hoy con el corazón lleno de gozo nos dirige su palabra materna. También hoy abre su corazón que se alegra por cada corazón que se ha convertido. Aunque cada mensaje suyo comienza con las palabras: “¡Queridos hijos!”, Ella se dirige a ti personalmente, Ella piensa en ti, en tu corazón y le importa tu vida y tu futuro.
Hoy nos agradece por todo lo que hacemos para que su plan se realice. En el mensaje del 25.9.1991, nos dice: “Los invito a nueve días de renunciación, de modo que con la ayuda de ustedes, se cumpla todo lo que yo deseo realizar a través de los secretos que inicié en Fátima.”
María no es nuestra madre solamente veintitrés años sino se ha convertido en nuestra madre de una manera especial cuando Jesús nos la dio en la cruz con las palabras: “¡He ahí tu madre!” “Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.” (Jn 19,27). María desea que nosotros como el apóstol Juan la llevemos con nosotros, a nuestra casa.
Hoy es su aniversario y el nuestro, su día y el nuestro. Hoy nos sentimos orgullosos y alegres al igual que Ella por todas las gracias que por su mediación han descendido a este mundo. Nos sentimos alegres y agradecidos a Dios por cada corazón que aquí se ha despertado, sanado y liberado de todo mal que destruye la vida.
Este mundo necesita a Dios, necesita su gracia y esas necesidades son inmensas. Medjugorje parecería ser una gota en el mar de esas necesidades. Es un oasis en el desierto de este mundo. Muchos han descubierto este oasis pero hay un número mayor que aún deben saber de su existencia, y que existe un Dios que los espera. Lo importante es que el hombre sepa y que crea que ese oasis existe y que en él puede recuperar sus fuerzas, calmar su sed y hambre de paz, de amor, y por ende de Dios.
La Virgen María sabe bien que es mayor el número de aquellos que aún deben convertirse en instrumentos de paz en este mundo. Hoy se dirige primordialmente a aquellos que se han convertido, a aquellos que llevan el amor de Dios y así ayudan a sanar los espacios en que se mueven y las relaciones interpersonales que han sido heridas por la envidia, el egoísmo, el odio y la maldad. La Madre María sabe que es mejor encender un poco de luz en este mundo que malgastar sus fuerzas en maldecir las tinieblas. Por eso, al no indicar con un dedo amenazador nuestras heridas y pecados es incansable en el incentivar lo bueno, santo y divino que existe en nosotros.
Todos somos importantes y necesarios ante los ojos de nuestra Madre Celestial. No debemos vanagloriarnos, ser lo que no somos. No es necesario actuar y enmascararnos como Adán y Eva después de que pecaron. Ante Ella podemos ser niños, descubrir ante Ella nuestra desnudez sabiendo que Ella nos vestirá en la pureza y en la fuerza de su amor maternal que es capaz de sanar en nosotros lo que el pecado ha herido.
Ni Dios ni María esperan de nosotros que hagamos lo que para nosotros es imposible. No esperan que hagamos obras grandes y magníficas sino obras simples pero con mucho amor y bondad.
Tal como no hemos venido a este mundo sin bondad ni amor, así tampoco podemos crecer en la fe y llegar a Dios sin los demás. Tanto hemos recibido de los demás. Por eso María destaca a los grupos de oración en los que de la mejor forma podemos crecer como hijos de María y a través de los cuales obrará la fuerza del Espíritu Santo.
Madre María, Reina de nuestra paz, Reina del Cielo y de la Tierra, no te canses de nosotros, no te canses de llamarnos y conducirnos por el camino de la salvación.
Fr. Ljubo Kurtovic
Medjugorje 26.6.2004