¡Queridos hijos! También hoy os invito a la conversión personal. Sed vosotros quienes os convirtáis y con vuestra vida testimoniad, amad, perdonad y llevad la alegría del Resucitado a este mundo en el que mi Hijo murió y en que la gente no siente la necesidad de buscarlo ni descubrirlo en su vida. Adoradlo y que vuestra esperanza sea la esperanza de aquellos corazones que no tienen a Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!