Queridos hijos, deseo que me entreguéis vuestros corazones para conduciros por el camino que lleva a la luz y a la vida eterna. No quiero que vuestros corazones se extravíen en la oscuridad del presente. Os ayudaré. Estaré con vosotros en ese camino para que podáis descubrir el amor y la misericordia de Dios. Como Madre os ruego que me lo permitáis. Gracias por haber respondido a mi llamada.