Queridos hijos, también hoy os invito a todos a que vuestros corazones ardan con el amor más intenso posible hacia el Crucificado; y no olvidéis que por amor a vosotros dio su vida para que os salvarais. Hijos míos, meditad y orad para que vuestro corazón se abra al amor de Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!