“Queridos hijos, los vientos del mal, del odio y de la tribulación soplan sobre la tierra para destruir vidas. Por eso, el Altísimo me ha enviado hasta vosotros para conduciros por el camino de la paz y de la unidad con Dios y con los hombres. Vosotros, hijos míos, sois mis manos extendidas: orad, ayunad y ofreced sacrificios por la paz, el tesoro que todo corazón anhela. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”