Queridos hijos, hoy el Señor me ha permitido que os diga nuevamente que vivís en un tiempo de gracia. No sois conscientes, hijos míos, de que Dios os da una gran oportunidad para que os convirtáis y viváis en paz y amor. Estáis demasiado ciegos y atados a las cosas terrenales, y pensáis en la vida terrenal. Dios me ha enviado para que os conduzca hacia la vida eterna. Yo, hijos míos, no estoy cansada, aunque veo vuestros corazones apesadumbrados y cansados para todo lo que es gracia y don. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!