Queridos hijos, hoy día os invito a que comprendáis vuestra vocación cristiana. Hijos míos, os he guiado y os estoy guiando a través de este tiempo de gracia, para que lleguéis a ser conscientes de vuestra vocación cristiana. Los santos mártires morían testimoniando: ‘soy cristiano y amo a Dios sobre todas las cosas’. Hijos míos, también hoy os invito a regocijaros y a ser cristianos alegres, responsables y conscientes de que Dios os ha llamado de manera especial para que seáis manos gozosamente tendidas hacia aquellos que no creen y para que con vuestro ejemplo de vida, ellos reciban la fe y el amor hacia Dios. Por tanto, orad, orad, orad, para que vuestro corazón se abra y se haga sensible a la palabra de Dios. Gracias por haber respondido a mi llamada.