Queridos hijos, con inmensa alegría en mi corazón, os agradezco todas las oraciones que en estos días habéis ofrecido por mis intenciones. Sabed, hijos míos, que no os arrepentiréis ni vosotros ni vuestros hijos. Dios os recompensará con grandes gracias y mereceréis la vida eterna. Yo estoy cerca de vosotros y os agradezco a todos aquellos que, a través de estos años, habéis aceptado mis mensajes, los habéis transformado en vida y os habéis decidido por la santidad y por la paz.¡Gracias por haber respondido a mi llamada!