Queridos hijos, con gran alegría, también hoy os invito a vivir mis mensajes. Estoy con vosotros y os agradezco que en vuestras vidas hayáis puesto en práctica lo que os digo. Os invito a vivir aún más mis mensajes con renovado entusiasmo y alegría. Que para vosotros la oración sea la vida diaria. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!