¡Queridos hijos! No olvidéis que estáis aquí en la tierra en camino hacia la eternidad y que vuestra morada está en los cielos. Por eso, hijos míos, estad abiertos al amor de Dios y dejad el egoísmo y el pecado. Que vuestra alegría sea únicamente el descubrir a Dios en la oración diaria. Por eso, aprovechad este tiempo y orad, orad, orad. Dios está cerca de vosotros en la oración y a través de la oración. Gracias por haber respondido a mi llamada.