Queridos hijos: La naturaleza se despierta y en los árboles se ven los primeros capullos que darán una hermosísima flor y fruto. Deseo que también vosotros, hijitos, trabajéis en vuestra conversión y que seáis quienes testimoniéis con vuestra propia vida, de manera que vuestro ejemplo sea para los demás un signo y un estímulo a la conversión. Yo estoy con vosotros e intercedo ante mi Hijo Jesús por vuestra conversión. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!