¡Queridos hijos! Hoy os invito a convertiros en misioneros de mis mensajes que os estoy dando aquí, en este lugar tan querido por mí. Dios me ha permitido permanecer tanto tiempo con vosotros y por eso, hijos, os invito a vivir con amor los mensajes que os doy y a transmitirlos al mundo entero, para que un río de paz fluya hacia la gente que está llena de odio y sin paz. Os invito, hijos míos, a que seáis paz donde no hay paz y luz donde haya tinieblas, a fin de que cada corazón acepte la luz y el camino de la salvación. Gracias por haber respondido a mi llamada.