¡Queridos hijos! Hoy, cuando Dios me ha permitido estar con vosotros, con el Niño Jesús en brazos, me regocijo con vosotros y le doy gracias a Dios por todo lo que ha hecho en este año jubilar. Agradezco especialmente a Dios por todas las vocaciones de quienes han expresado un Sí pleno a Dios. Os bendigo a todos con mi bendición y la bendición de Jesús recién nacido. Oro por todos vosotros para que la alegría nazca en vuestros corazones para que también vosotros sintáis la alegría que yo tengo hoy. Os traigo en este Niño al Salvador de vuestros corazones y a Aquél que os invita a la santidad de vida. Gracias por haber respondido a mi llamada.