Queridos hijos, también hoy me alegro con vosotros y os invito al bien. Deseo que cada uno de vosotros medite y lleve la paz en su corazón y diga: ‘Deseo poner a Dios en el primer lugar en mi vida’ De esta manera, hijos míos, cada uno de vosotros llegará a ser santo. Hijos míos, decidles a los demás que les deseáis el bien, y ellos te responderán con el bien y el bien, hijos míos, morará en el corazón de cada hombre. Esta noche, hijos míos, os traigo el bien de mi Hijo, que dio su vida para salvaros. Por tanto, hijos míos, alegraros y extended las manos a Jesús, que es solo bien. Gracias por haber respondido a mi llamada.