Queridos hijos, Dios me da este tiempo como un don para vosotros, para poder enseñaros y guiaros por el camino de la salvación. Ahora, hijos míos, no comprendéis esta gracia, pero llegará pronto el tiempo en el que añoraréis estos mensajes. Por tanto, hijos míos, vivid todas las palabras que os he estado dando durante este tiempo de gracia y renovad la oración hasta que se convierta en alegría. Invito especialmente a aquellos que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado para que lleguen a ser ejemplo para los demás. Invito a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas a rezar el Rosario y a enseñar a rezarlo a los demás. El Rosario es para mí, hijos míos, algo especialmente querido. Abrid vuestro corazón mediante el rezo del Rosario y así os podré ayudar. Gracias por haber respondido a mi llamada.