Queridos hijos, hoy os invito a vivir con humildad todos los mensajes que os estoy dando. Queridos hijos, no caigáis en soberbia por el hecho de vivir los mensajes. No vayáis por ahí diciendo: “nosotros los vivimos”. Si lleváis los mensajes en el corazón y los vivís, todos se darán cuenta y no habrá necesidad de palabras, que sólo sirven para los que no escuchan. Vosotros no tenéis la necesidad de hablar. Vosotros, queridos hijos, sólo tenéis que vivirlos y dar testimonios con vuestras vidas. Gracias por haber respondido a mi llamada.