¡Queridos hijos! Estoy con vosotros y hoy me alegro porque el Altísimo me ha concedido estar con vosotros para instruiros y guiaros por el camino de la perfección. Hijos míos, deseo que seáis un hermoso ramillete para presentárselo a Dios el Día de Todos los Santos. Os invito a abriros y a vivir tomando a los Santos como ejemplo. La Madre Iglesia os ha escogido para que ellos sean un estímulo para vosotros en vuestra vida diaria. Gracias por haber respondido a mi llamada.