“Queridos hijos, vengo a vosotros como Madre con regalos. Vengo con amor y misericordia. Queridos hijos, el mío es un corazón grande. Deseo que todos vuestros corazones sean en él purificados por el ayuno y la oración. Deseo que, a través del amor, nuestros corazones triunfen juntos. Deseo que por medio de este triunfo podáis ver la auténtica Verdad, el auténtico Camino y la Vida auténtica. Deseo que podáis ver a mi Hijo. Gracias”.
Nuestra Señora nos bendijo a todos y a los objetos religiosos. Nuevamente, subrayó que esa era solo la bendición maternal, y pidió oraciones diarias por aquellos a quienes “mi Hijo ha elegido y bendecido”. Mirjana aclaró que entendía que Nuestra Señora se refería a los sacerdotes.